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Fiscalía y Govern: Dos caras de una misma moneda

El presidente del tribunal del ’procés’, Manuel Marchena, en la sesión de este miércoles, en la que el juicio ha quedado visto para sentencia.

El presidente del tribunal del ’procés’, Manuel Marchena, en la sesión de este miércoles, en la que el juicio ha quedado visto para sentencia. / EFE / EMILIO NARANJO

Hannah Arendt estudió y profundizó en el inmenso peligro que la banalización supone para la vida en sociedad, hasta el punto que llegó a la conclusión que el nazismo solo fue posible por "la banalización del mal". Parece que esta sea también una época de banalización: de banalización del lenguaje, de banalización de conceptos, de banalización de hechos... 

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Actualmente, se llama alegremente nazi o nazifascista a cualquiera que no piensa como uno, o a alguien que nos parezca autoritario y que quizás lo sea; pero trivializar esas etiquetas solo lleva a banalizar la abyecta actuación política que supuso asesinar fríamente a millones de judíos o a establecer dictaduras (para entendernos, Franco, Mussolini, Videla, Pinochet...fueron equivalentes a cárceles, torturas y muerte). Ese simplismo en la comparación, en la descalificación o insulto, no hace otra cosa que banalizar el mal, y por tanto malformar la conciencia social sobre el mismo.

En España, estamos viendo estos días los dos polos de la banalización: la Fiscalía del Supremo y los responsables del Govern. La primera, calificando de golpe de Estado lo acaecido durante el procés y, citando a Hans Kelsen, ¡comparándolo con la toma del poder por los nazis! Es decir, aún peor que lo que supusieron para España Pavía Primo de Rivera, Franco o Tejero, como si tomar el poder con las armas o intentarlo tomar secuestrando el Congreso de los Diputados y sacando tanques a la calle en Valencia fuera un juego de niños comparado con la actuación ilegal (sí, poco democrática, esperpéntica, pero inane) de los dirigentes del procés

Y en el otro polo está el propio procés, el Govern, visualizado por Torra, anunciando día tras día esa ensoñación de república catalana que quiere imponer con argumentos banales y torticeros, como suelen serlo los porcentajes de población cuando se utilizan como piedra filosofal. Por ejemplo, que el 51 por ciento de la población pueda servir para separar un trozo de un Estado de otro (¡menuda minucia!) está bien; pero que no sirva, por suerte, tras ser consultada, para no pagar impuestos, estar a favor de que los políticos trabajen cobrando el salario mínimo o permitir el ojo por ojo y diente por diente, eso ya es otra cosa. Por suerte, repito. Por eso de las consultas en abstracto o del derecho a decidir (¿qué, cómo?), lo cual es pura demagogia.

Lo dicho: Fiscalía y Govern, dos tristes caras de la misma moneda. De pena.

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