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Falsificaciones: No es Galileo todo lo que brilla | + Historia

A veces, las cosas no son lo que parecen. Por eso es necesario ponerlo todo en duda e ir con los ojos bien abiertos. Es de la forma en que se hacen muchos descubrimientos, aunque a veces no haga mucha ilusión tener razón.

La falsa carta de Galileo con anotaciones de las lunas de Júpiter.

La falsa carta de Galileo con anotaciones de las lunas de Júpiter. / Universidad de Michigan

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Xavier Carmaniu Mainadé
Xavier Carmaniu Mainadé

Historiador

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Hasta la semana pasada, la Universidad de Michigan lucía con orgullo en su biblioteca una carta de Galileo, datada de 1607, con unas anotaciones sobre las lunas de Júpiter. El documento era importante porque era el primer testigo sobre un descubrimiento vital que permitió al científico italiano demostrar la validez de la teoría heliocéntrica. Es decir, que al contrario de lo que sostenía la versión oficial de la poderosa Iglesia católica, la Tierra no era el centro del universo, sino que había objetos que orbitan alrededor de otros planetas, y todo giraba (y gira) circundando el Sol.

La carta había llegado a la universidad en 1938 gracias a una donación testamentaria de un rico hombre de negocios de Detroit que la había comprado en 1934. El documento tenía todos los certificados en regla y ningún experto había dudado de su autenticidad. Hasta ahora, que el historiador Nick Wilding ha descubierto que es falsa. Galileo nunca escribió esa carta. Este investigador, profesor de la Universidad Estatal de Georgia, que es especialista en la historia del libro y del Renacimiento, está escribiendo una biografía sobre ese personaje. Durante el análisis de la carta había cosas que no le cuadraban, sobre todo algunos detalles caligráficos. Por eso, la Universidad de Michigan la hizo analizar y así se confirmó la estafa. El papel esconde unas marcas de agua posteriores a la época de Galileo y la tinta tampoco es propia de su tiempo.

Así pues, ¿quién la había 'creado'? Wilding, que a lo largo de su vida ya ha desenmascarado unas cuantas falsificaciones más, tiró del hilo hasta llegar al milanés Tobia Nicotra, autor hace cien años de falsos manuscritos atribuidos a los Médici, Colón y Mozart, entre otros. Desde Italia primero engañaba a los peritos locales para que certificaran la autenticidad del documento y después los venía al mejor postor.

Ahora disponemos de métodos científicos avanzados que analizan todos los detalles y evitan que nos hagan pasar gato por liebre, pero entre el siglo XIX y el XX las falsificaciones eran muy habituales. Cada vez había más gente que conocía e idolatraba a los grandes nombres de la cultura. Y también muchos nuevos ricos que querían ganarse la aprobación social gastándose una fortuna en papeles viejos para darlos a universidades y bibliotecas y poder pasar a la posteridad como grandes mecenas. Y, claro, había gente hábil y sin escrúpulos que dedicaban su talento a la falsificación.

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Uno de los casos más prolíficos fue el del francés Vrain Lucas, quien durante la década de 1860 se calcula que produjo unos 27.000 documentos falsos. Inicialmente manipulaba estudios genealógicos y engañaba a familias adineradas haciéndoles creer que tenían unos orígenes nobles o estaban emparentados con personajes célebres. Poco a poco se fue animando y produjo una serie de manuscritos que presuntamente eran transcripciones del siglo XVI de textos de figuras bíblicas, entre las que incluso estaba María Magdalena. Fue descubierto cuando quiso vender unos supuestos textos de Pascal a la Academia francesa de la ciencias pero los académicos vieron que la letra no se parecía en nada a la de otros documentos del mismo autor que ya tenían en la biblioteca.

Otro de los casos más famosos es el del 'Falsificador Español', que entre finales del ochocientos y primeros años del novecientos hizo “manuscritos medievales”. No se sabe quién fue ni desde dónde operaba pero se le puso ese nombre porque una de las primeras falsificaciones descubiertas era un libro atribuido al artista español del siglo XV Jorge Inglés.

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El 'Español' sobre todo se dedicaba a completar pergaminos ya existentes dibujando miniaturas a partir de ilustraciones recogidas por el medievalista Paul Lacroix entre 1869 y 1882, pero dejándose llevar por la imaginación. Por ejemplo, representaba a mujeres con escotes demasiado generosos para la época. Además utilizaba tintas modernas, producidas industrialmente. Con las ciencias aplicadas al mundo de la preservación documental tal y como se hace en el siglo XXI, sería imposible que triunfara. Tarde o temprano los farsantes siempre acaban desenmascarados.


Redimido por el régimen de Mussolini

El caso de Tobia Nicotra es digno de una película. Fue un falsificador en activo desde los años 20. Al principio estaba especializado en partituras musicales y autógrafos de grandes compositores, pero después fue ampliando el repertorio. En 1934 fue condenado a dos años de cárcel pero el régimen Mussolini le rebajó la condena para que trabajara para la Italia fascista.

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