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Jaime Cuevas: "Llegamos a ser uno de los cinco quioscos que más vendían en Barcelona"

Lleva décadas viendo pasar la vida desde un quiosco en la plaza de Catalunya

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zentauroepp48147414 jaime cuevas190515160738 / JOAN MATEU PARRA

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Mauricio Bernal
Mauricio Bernal

Periodista

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Jaime Cuevas lleva décadas viendo pasar la vida desde un quiosco de prensa de la plaza de Catalunya. La de Barcelona. Estaban sus padres al frente cuando empezó a ayudarles, y más tarde, aunque empezó a estudiar Derecho, una suerte de ósmosis acabó atrapándolo entre las tres paredes del cubículo. Nacido en Barcelona hace 65 años, Cuevas ha sido un testigo privilegiado de al menos dos realidades con sustancia: la calle que observa desde ese mirador y los cambios profundos en el mundo de la prensa.

-Quiosquero e hijo de quiosqueros. Lo que se dice una estirpe.

-Pues sí. Mire, este soy yo, este es mi hermano y esta es mi madre. El quiosco estaba entonces al frente del Corte Inglés.

-Un momento…

-Sí, le explico. El quiosco de mi padre y donde yo he trabajado durante más de 40 años estaba de ese lado de la plaza. Luego cambió la concesión, y lo que pasó fue que hace poco el nuevo responsable de la gestión decidió que era mejor hacernos rotar. Tienen varios quioscos. En este lado de la plaza llevo cosa de dos años.

- Cuénteme, ¿qué recuerda de los tiempos en que su padre estaba al mando?

-Pues mire, el quiosco lo había montado la Editorial Católica, que tenía varios diarios y quería venderlos allí. Los diarios y los libros de la Biblioteca de Autores Cristianos.

-¿Un quiosco temático?

-Le voy a contar algo. Uno de los diarios era el 'Ya', que tenía un delegado aquí, en Barcelona. Pues resulta que cuando empezaron a aparecer desnudos en las portadas de las revistas, en los 70, el delegado se pasaba para ver que no estuvieran demasiado expuestas.

-¿Cuándo abrió el quiosco?

-A mediados de los 60. Mi padre trabajaba en una distribuidora, le ofrecieron el quiosco y aceptó. Pero hasta que no pusieron el Corte Inglés, los primeros años fueron muy malos.

-¿Qué había antes?

-Estaba la tienda de Vicente Ferrer, y al lado, el Casino Militar. Pero la explosión vino cuando montaron los almacenes. Entonces pasamos a ser uno de los cinco quioscos que más vendían en Barcelona.

-Exactamente, ¿por qué aparcó el Derecho?

-Fueron dos cosas, básicamente. A mi padre le diagnosticaron una angina de pecho y tuvo que dejarlo. Se recuperó y volvió un par de años, pero luego se jubiló. Pero además, era la época dorada de los quioscos, se ganaba bien.

-Dígame, ¿cuáles han sido los grandes ventas del quiosco?

-Yo recuerdo dos: el 'Interviú' con la Marisol en portada y el 'Cambio 16' de la muerte de Franco. Esas son las dos revistas que más se han vendido desde que estoy aquí.

-El negocio ha cambiado mucho, ¿no?

-Mucho. Ahora la mayor parte de las ventas son suvenires. Vendemos infinidad de cosas más que entonces, tarjetas de metro, entradas para la Sagrada Família, la Casa Batlló… Y ni así llegamos a lo que vendíamos antes.

-¿Qué ha sido lo mejor de su trabajo?

-La gente. Los clientes del día a día. Los llegas a conocer tanto que lo importante no es que te vayan a comprar. Simplemente te alegra verlos porque sabes que están bien.

-¿Y lo peor?

-Lo peor es que en la calle estás expuesto a todo. A mí me han venido a robar varias veces, un par de ellas con cloroformo. Aguantas al borracho, al que viene drogado... La de veces que han venido manifestantes a refugiarse en el quiosco y he tenido que ver cómo les pega la policía. Es la universidad de la calle. He hecho la universidad de la calle.

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-Le faltó la otra.

-Pero eso voy a hacerlo. Cuando me jubile. Esa frustración se me quedó ahí y tengo que quitármela de encima. Al principio siempre me decía: "Tengo que volver…"