EL RADAR

Escalofríos

En Entre Todos recibimos muchas cartas que desgarran por su carga emotiva y crudeza

Algunos testimonios no solo estremecen, sino que dan que pensar y causan reacciones

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b1 / LAIA ABRIL

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Joan Cañete Bayle
Joan Cañete Bayle

Subdirector de EL PERIÓDICO.

Especialista en Internacional, Transformación Digital, Política, Sociedad, Información Local, Análisis de Audiencias

Escribe desde España, Estados Unidos, Israel, Palestina, Oriente Medio

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Hay veces que en Entre Todos recibimos cartas que son escalofríos. "En mi cama, debajo de las sábanas, totalmente cubierta, hecha un ovillo y dolorida, intentaba que no se escucharan mis lágrimas, no moverme, casi ni respirar, por si me oías y volvías, para decirme algo, que yo, tan niña no hubiese hecho bien, y allí temía que me arrancaras las sábanas, esas que eran mi refugio, que me las quitaras para decirme a golpes lo que había hecho mal. El silencio me ayudaba a dormir, contando siempre hasta diez y volviendo a contar, y al fin contando y en silencio, me dormía". Así empieza el texto que nos envió Cristina Martínez, de Lloret de Mar, uno de los más virales de las últimas semanas. En él, esta lectora explicaba la difícil relación con su madre. Terminaba así: "Ahora, cuando toda mi vida ha estado condicionada por esos instantes, por ese monstruo en el que te convertías de repente, ahora a tu edad, no recuerdas nada mamá, por esa demencia que te ha traído la vida, no recuerdas".

De vez en cuando recibimos textos así, confesiones, recuerdos, testimonios de abusos sufridos. Son, decíamos, textos que son escalofríos, desgarros, ajustes de cuentas con el pasado, pero muchas veces también son un soplo de esperanza, un ejemplo para quienes pueden estar pasando por lo mismo. "Hace unos 12 años superé una depresión causada por el acoso escolar. Fueron muchos años batallando, pero no me avergüenza decirlo. Estuve hospitalizada y gracias a ello conocí a personas maravillosas y me di cuenta de que yo no era el problema, eran todas esas personas acomplejadas que intentaban amargarme la vida", escribió Samanta Gálvez, de Barcelona

ACOSO ESCOLAR

El bullying es un tema del que solemos recibir testimonios ("La música fue la única capaz de levantarme el ánimo cuando sufría bullying", escribió Sergio de Fuentes, de Alcorcón), así como de muchas de las diferentes formas que adopta la violencia machista. "Tengo entre mis manos la sentencia de separación y divorcio de mi madre. A finales de los años 80 del siglo pasado tomó la valiente decisión de separarse de mi padre, recientemente fallecido, después de 20 años de maltratos continuados que se prolongaron una década más, aun estando fuera ya se su alcance", escribió Carmen Berenguel, de Cornellà de Llobregat.

Recibimos testimonios de lectores con problemas de salud mental que sufren la estigmatización de su entorno: "Hace ya muchos años que llevo luchando contra los estigmas sociales referentes a mi problema de salud mental, pero cada día hago un esfuerzo abismal para afrontarlos y pensar ‘Nuria, has de ser fuerte y decirte a ti misma que como estás hoy en día no has estado en la vida’, escribió Núria Prats, de Santa Coloma de Gramenet.

PROYECTO ROTO

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Y hay testimonios que estremecen por lo que de proyecto vital (y social) roto tienen: Perdóname, hijo, no voy a poder pagarte la universidad, se titula la carta de Alfonso López en la que decía: "Sí, hijo mío, y como no tengo valor para decírtelo, lo hago público a través de esta carta. Sabes que me quedé en paro con 50 años y que tardé cuatro en encontrar otro empleo. Me sentí afortunado porque me ofrecieron un sueldo de 1.500 euros. Gracias a la flexibilidad laboral (yo prefiero llamarla flexibilidad moral), tan demanda por los empresarios, este sueldo ha pasado después de tres años a ser de de 900 euros". Y terminaba así: "Hijo mío, perdóname por no poder ayudarte en este momento. Siento mucha rabia y mucha vergüenza".

La carta de Alfonso llegó al Parlament en una pregunta sobre tasas universitarias del grupo de Catalunya Sí Que Es Pot. A veces, el escalofrío que causa leer según qué testimonios origina alguna reacción. A veces, no, es un desahogo, ni más ni menos. Pero siempre, al margen de conmover, da que pensar.