EL RADAR

Escuchar

"He pensado, como última opción, en escribir esta carta. Para que al menos alguien haga el favor de escucharme", nos dijo una angustiada lectora

JOAN CAÑETE BAYLE

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Esta semana se ha celebrado el Día Mundial de la Salud Mental, un intento de dar más visibilidad a quienes padecen estas dolencias, que aún están estigmatizadas socialmente. Este año, dos tragedias (la de Germanwings y la del instituto de Barcelona Joan Fuster) convirtieron en tema de debate ciudadano los prejuicios sobre la enfermedad mental. Como suele suceder con estos debates que se generan a golpe de suceso, duran lo que tarda en apagarse el eco mediático.

En Entre Todos recibimos decenas de testimonios de todo tipo, también de enfermos mentales que narran en primera persona sus experiencias. En sus textos hablan de soledad, rechazo, estigma, esfuerzo, voluntad, lucha, esperanza... No se trata tanto de darles voz, sino de escucharles porque tienen algo que contar. Algunos ejemplos que hemos publicado:

Elysa Berlosode Girona: "Hace años hice mío un dicho: 'Se ríen de mí porque soy diferente, lo que no saben es que yo me río de ellos porque todos son iguales' (...) Todo fue una desgracia al principio: tengo trastorno mental límite de la personalidad. Ante la enfermedad no basta con pelearse con ella y aceptarla; he decidido hacerla mi amiga, será más fácil convivir con ella (...) No hay que vencerla sino aprender a vivir con ella. (...) Después de una sonrisa, te encuentras en un pozo donde solo hay miedos, rabia, dolor, falta de cariño, ignorancia y, sobre todo, mucha soledad. Y así vas viviendo hasta que vives muerto. Descuidas tu yo y tu persona, y como consecuencia surgen otras enfermedades que también se quedan a hacerte compañía, pero sigues luchando (...). Estoy indignada con el nombre de la enfermedad: nos estigmatiza y marca nuestras vidas. No sabéis la dificultad que comporta convivir y sonreír con él".

Asunción Solanode Cambrils: "El alzhéimer es la enfermedad del silencio: no duele, no se ve, no se oye, no se nota. Los enfermos padecen la dolencia pero los cuidadores la sufrimos, pasamos de tener una vida propia a ser la sombra de los enfermos. Es durísimo. Yo llevo ocho años así, tengo 70 y mis propias enfermedades, y me siento muy sola. Es triste ver cómo la persona que está a tu lado, a la que quieres, se deteriora, se le borran los recuerdos, que les pides una cuchara y te trae una barra de pan. (...) Hace dos años ingresé en el hospital con una trombosis pulmonar y tuve que llevarme a mi esposo conmigo porque no tenía dónde dejarlo: durante 32 días que estuve ingresada fui pagando su estancia en la habitación junto a mí (...) y tuve que estar pendiente de que no se perdiera. Estamos solos".

Xavier Martí, de Barcelona: "Hospital de Sant Pau. Pabellón Sant Jordi de Psiquiatría. Barcelona, 1985. En una terapia de grupo, he empezado a reír sin parar. Me ingresan en el psiquiátrico. La psiquiatra de guardia me pregunta si sé por qué. Le respondo que porque esas risas no son normales. Ella me dice que sin medicación me desmadro, y que ellos decidirían si mi risa es normal o no. Cuando salgo del psiquiátrico ni la medicación ni las terapias hacen que deje de reír".

Jordina Coloméde Cornellà de Llobregat: "Soy una chica de 38 años con una angustia difícil de explicar. Si vas a un CAP de urgencias no te hacen nada, te derivan a tu médico de cabecera. Este te receta la famosa fluoxetina, que en muchos casos no sirve de nada (...). ¿Se puede saber quién trata a una persona deprimida, con una fuerte angustia? ¿Cómo se da este servicio que, en mi opinión y por mi propia experiencia, debería ser urgente? Esperas tanto que ya te has curado sola o has buscado el modo de dejar de sufrir. (...) He pensado, como última opción, en ir a hablar con el cura de mi parroquia. Y en escribir esta carta. Para que al menos alguien me quiera hacer el favor de escucharme".

A veces, un buen principio es simplemente escuchar.