Catalunya, en buena dirección

oriol
Junqueras

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A pesar de las incertidumbres del entorno internacional, el 2016 ha sido un año extraordinario para nuestra economía. El PIB catalán creció el 3,5% -el mejor registro de los últimos nueve años- y suma ya 13 trimestres en valores positivos, más de tres años de recuperación en los que hemos ido dejando atrás la alargada sombra de la crisis. Añado un matiz que refuerza el optimismo de estos datos: se trata de un crecimiento transversal y de base amplia, al que contribuyen todos los sectores de nuestra economía. Aun así, me gustaría subrayar el excepcional comportamiento de la industria, que con un aumento del 5,2% en el 2016, evoluciona a un ritmo más intenso que las principales economías de la zona euro. De hecho, el año pasado la producción industrial creció el triple en Catalunya que en la zona euro en su conjunto.

La evolución del mercado de trabajo refleja también este dinamismo: Catalunya cerró el 2016 con 100.000 empleados más, cifra que supera en el 10% nuestras previsiones iniciales. Respecto a la tasa de paro, en el cuarto trimestre del 2016 esta retrocedió hasta el 14,8%, casi 10 puntos menos respecto al dramático nivel del 24,4% registrado en el punto más álgido de la crisis. Además, el pasado enero, Catalunya lideró la reducción del paro en el conjunto del Estado español, con un descenso interanual del 12,4% (tres puntos más que el global de España). Completaré este breve estado de la situación con dos apuntes sobre la dinámica empresarial. En el 2016, el número de sociedades mercantiles en Catalunya creció el 18,6%, frente al 8,3% del Estado español.

Además, Catalunya es uno de los territorios europeos donde más se han incrementado las exportaciones de bienes desde el inicio de la crisis, tanto por lo que respecta al número de empresas como por lo que se refiere al volumen de las ventas: el valor en euros corrientes ha subido el 58% desde el 2009 hasta el noviembre del 2016.

Los datos que acabo de mencionar permiten constatar una realidad incontestable: Catalunya es una economía vigorosa, abierta y con una inmensa capacidad de adaptación y progreso. Los crecimientos registrados en los últimos años son fruto de mucho y buen trabajo, con un mérito añadido: son crecimientos alcanzados con unos instrumentos de política económica excepcionalmente limitados. Quién sabe donde hubiéramos llegado si la Generalitat tuviera competencias para influir más positivamente sobre el mercado laboral -a través de políticas activas de empleo y de estímulo de la contratación laboral- o para diseñar un marco regulador de las competencia que acompañara mejor la expansión de nuestras empresas. Y por supuesto, quién sabe todo lo que conseguiríamos si pudiéramos gestionar y aprovechar todo el esfuerzo fiscal de los ciudadanos de Catalunya.

Asimismo, y a pesar de todos los indicadores favorables, no podemos ni debemos dejar de lado las incertidumbres que plantea el actual contexto socioeconómico. El futuro de las pensiones es un buen ejemplo de ello. A principios de febrero, la Autoridad Independiente de responsabilidad Fiscal (Airef) alertó que hacía falta una reforma de gran calado para evitar el colapso del actual sistema de pensiones, un riesgo al que me referí el pasado diciembre durante mi intervención en el Consejo de Política Fiscal y Financiera. La deriva de la deuda pública es otro elemento que nos inquieta. He dicho reiteradamente que un repunte de un punto en los tipos de interés que paga hoy el Reino de España elevaría el coste del servicio de la deuda en 10.000 millones de euros anuales.

En este punto querría hacer un inciso para referirme, muy brevemente, a las finanzas de la Generalitat.  De acuerdo con nuestras estimaciones, que deberá confirmar dentro de unos meses la Intervención General del Estado (IGE), el déficit de la Generalitat correspondiente al año 2016 será del 0,9%, casi dos puntos menos que el del 2015, y 3,6 puntos menos que el 2010.

Es decir, que en solo seis años habremos conseguido reducir nuestro déficit en el 80%. Gracias a este esfuerzo sostenido, en el 2017, por primera vez en muchos años, conseguiremos que el peso de la deuda de la Generalitat sobre nuestro PIB no solo se estabilice, sino que empiece a disminuir. El futuro de las pensiones, los retos derivados del envejecimiento de la población, la deuda, la evolución del tipo de interés, los costes energéticos. Estas y muchas otras son cuestiones vitales que nos conciernen y nos preocupan. Y como Govern responsable tenemos la obligación y el deseo de abordarlas con rigor e inteligencia.