Encuentro singular

Los Paseos con Sombrero de Barcelona cumplen 20 saludables años

Tras reunir 2.000 personas con chisteras, pamelas, bombines, gorras, etcétera, la cita regresa el domingo a mediodía en la Rambla de Catalunya

El Paseo con Sombrero, en la edición de 2017.

El Paseo con Sombrero, en la edición de 2017. / JOAN CORTADELLAS

Carles Cols

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Hay que quitarse el sombrero ante lo que Cristina de Prada y Nina Pawlowsky han consolidado a lo largo de 20 años, porque ese es el aniversario que este próximo domingo cumple el Barcelona Hat Days. Sombrereras de profesión, son las organizadoras de ese paseo que un domingo al año se celebra en la Rambla de Catalunya, apto para todos los públicos, sin inscripción previa, pero, eso sí, con la condición inexcusable de llevar la cabeza cubierta.

El año pasado reunieron a unas 2.000 personas y raro será que en esta edición no superen la cifra. Es, por supuesto, un acto lúdico, pero también una estupenda ocasión para cubrirse con una gorra de ‘deerstalker', imprescindible para cualquiera que pretenda emular a Sherlock Holmes, e investigar así, ‘comme il faut’, qué le pasó a los sombreros para que pasaran de ser omnipresentes en las calles de Barcelona a lo que son hoy, una prenda inusual.

Antes, no obstante, será mejor detallar bien el cómo, cuándo y dónde de la vigésima edición del paseo con sombrero, porque tan popular se ha hecho que otras ciudades del mundo celebran el mismo día esa fiesta reivindicativa. El punto de encuentro es junto a la ‘Jirafa coqueta’ de la Rambla de Catalunya (o sea, esquina con la Diagonal), esa singular escultura (que no se olvide) que está ahí como símbolo de la campaña que se organizó en esta ciudad en 1970 para evitar que ese paseo fuera reurbanizado radicalmente a favor del coche. La cita, a las 12.

El destino final es la plaza de Catalunya. Cualquier sombrero o prenda equivalente es bienvenida: gorras, pamelas, boinas, panamás (que son de Ecuador, pese a su nombre), bombines, chisteras, monteras, mitras, fedoras (que nunca falte el homenaje a Indiana Jones), canotiers… Explica De Prada que eso, en cualquier caso, es lo fácil, porque la experiencia de ediciones anteriores demuestra que quien participa un año, al siguiente regresa con alguna creación cuanto más excéntrica mejor. Una fotogalería de EL PERIÓDICO dará fe el domingo de ello.

Un día cualquiera en el paseo de Gràcia, a principios del siglo XX.

Un día cualquiera en el paseo de Gràcia, a principios del siglo XX. / Lucien Roisin

Esta foto es una de las postales de Lucien Roisin. No es la Rambla de Catalunya. Es el paseo de Gràcia. No se celebraba ninguna fiesta. Así se salía a la calle durante la primera mitad del siglo XX. Incluso los niños llevan la cabeza cubierta. ¿Qué cataclismo extinguió esa prenda de vestir? Hay leyendas al respecto. En Estados Unidos se considera que el funeral por el alma del sombrero se llevó a cabo el 20 de enero de 1961, el día en que John F. Kennedy tomó posesión como presidente de Estados Unidos. Se presentó en tan solemne ceremonia con la cabeza descubierta y aquello fue motivo de elogios y críticas, pero probablemente la decadencia del sombrero había comenzado antes.

Siempre apetece buscar un detonante. A veces los hay. También en Estados Unidos fue un terremoto el estreno en las salas de cine de ‘Sucedió una noche’. A medio metraje, Clark Gable se quita la camisa en presencia de Claudette Colbert y, mayúscula sorpresa, no lleva camiseta debajo. Las ventas de aquella prenda se hundieron. Gable, incomprensiblemente, era tenido como la cima de la masculinidad, y eso que una de sus esposas, Calore Lombard, reveló algunos vergonzosos secretos de alcoba. Le quería mucho, pero bromeaba con el tamaño de su pene. Un centímetro menos, decía, y Gable sería la mejor actriz de Hollywood.

Cuatro participantes en la edición de 2017.

Cuatro participantes en la edición de 2017. / JOAN CORTADELLAS

Puede que la camiseta no remontara el vuelo en el imaginario colectivo hasta el estreno de ‘Un tranvía llamado deseo’, en 1951, y eso, en cierto modo, es lo que desearían De Prada y Pawlowsky, un clic inesperado. Es cierto, reconocen, que desde la primera convocatoria de los paseos ha habido brotes verdes. Quizá gracias a lo bien que le quedaban a Cillian Murphy las gorras a lo ‘Peaky Blinders’, no solo las usan bastantes barceloneses, sino que incluso se venden en tiendas no especializadas.

Las mujeres, dice De Prada, apenas se cubren la testa en la ciudad, pero, curioso, sí lo hacen cuando están de vacaciones. Quizá, si fuera inevitable proponer una ‘sherlockiana’ explicación, esta sería que todo se torció el día en que los caminos de los peluqueros y los sombrereros divergieron. Habían ido de la mano. Un adecuado tocado podía ser la perfecta coronación de un escultórico peinado. Los peluqueros, por lo que parece, prefirieron seguir solos.

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