Expo en Artur Ramon Art

Los exquisitos cadáveres inmobiliarios de la Barcelona burguesa

La Modelo, retratos del verdadero templo expiatorio de Barcelona

Un Geppetto solo para adultos en el Espai Brossa

barcelona/IMG_2289F copia.jpg

barcelona/IMG_2289F copia.jpg / JORDI BARON

Carles Cols

Carles Cols

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Fue en 2015 cuando el galerista de arte Artur Ramon convirtió el que entonces era su hogar comercial, en el corazón del Gòtic, en un renacido ‘cabinet de curiosités’ o, en alemán, que impresiona más, una ‘wunderkammer’. Exhibió allí hasta un gorila disecado que dicen que encandiló al ‘animal más bello del mundo’ (así la llamaban), Ava Gardner, eso un día que ella paseaba por la plaza Reial. Ocho años después de aquella celebrada excentricidad cultural, los Ramon, Artur y Mònica, acogen en su nueva sede (Bailèn, 19) una soberbia exposición que, aunque titulada ‘Domus Barcino’, lo que hace en realidad es invitar a los visitantes a asistir a una lección de anatomía inmobiliaria, a ser testigos casi de una disección forense de los pisos más nobles de la ciudad cuando sus ancianos residentes dicen adiós a este mundo. Durante 20 años, el anticuario y fotógrafo Jordi Baron ha retratado esas viviendas en el breve interregno que se produce después de que los familiares del finado se hayan llevado los recuerdos de valor sentimental y económico, y antes de que el piso vaya a ser vaciados totalmente en una última mudanza, paso a previo a su venta y, muchas veces, partición en dos o tres apartamentos.

Rambla de Catalunya, 135.

Rambla de Catalunya, 135. / JORDI BARON

‘Domus Barcino’ es una exposición fotográfica de instantes únicos, sí, pero es algo más, puede que una invitación a asomarse con vértigo a la metamorfosis de Barcelona. Están, por una parte, las escenas encuadradas por Baron, entre otras facetas, fotógrafo y, poco se sabe, uno de los mayores coleccionistas de daguerrotipos antiguos de la ciudad. Y por otra parte está la  cautivadora ‘mise en scène’ que aportan los Ramon, piezas de su fondo que acompañarán a las fotografías hasta el 28 de julio en la galería. ¿Qué cosas? Por ejemplo, aquellos grabados de Piranesi que recreaban fantasmagóricamente lo que quedaba en pie de las ruinas de la Antigua Roma en pleno siglo XVIII, una obra que causó furor en su tiempo y que, eso dicen, ayudó a alumbrar el romanticismo un siglo más tarde e inspiró la iconografía del terror en los primeros pasos del cine en el siglo XX. De las fotos de Baron puede decirse, como mínimo, que son realmente piranesianas, retratos de que ahí, en aquellos pisos, hubo un pasado esplendoroso, y, a su manera, también inspiradoras de lo que está por venir, que en este caso no parece que vaya a ser una nueva ola de romanticismo, pero sí de terror social.

Diagonal, 363.

Diagonal, 363. / JORDI BARON

Cada fotografía lleva por título simplemente una dirección postal, tal calle y tal número, y probablemente en ese lugar no quede rastro hoy en día de lo que muestra la imagen. Conviene aquí, antes de proseguir, dedicar un instante al contexto o, más bien, al ‘making of’.

Gran Via, 658.

Gran Via, 658. / JORDI BARON

A saber. Tres días a la semana, tan pronto como despunta el sol, se subastan en los Encants las pertenencias de quienes nos dejaron (sus muebles, sus bibliotecas, sus lámparas, los recuerdos de sus viajes, las fotos enmarcadas del día de la boda y de lo nietos, la colección de búhos, abanicos o cántaros, según el caso…), todo ello siempre en lotes completos que se exhiben ante la vista de un remolino de gente que puja al alza. Ir allí es una lección de vida, créanlo, vidas en ocasiones a menos de 1.000 euros, pero hay (dicho con todos los respetos) una aristocracia de esa liturgia del adiós, gentes como Baron y otros colegas de su gremio de las antigüedades que acceden a las fincas más señoriales de (sobre todo) el Eixample.

Rambla de Catalunya, 43.

Rambla de Catalunya, 43. / JORDI BARON

En 20 años, Baron ha sido testigo de lo que él llama “la ‘foto-finish’ de una memoria burguesa”, testigo de cómo viviendas que durante más de 100 años fueron envidiables van a contribuir, de forma invisible, porque desde la calle no se aprecia, al drama de la gentrificación. En ocasiones, las fotos fueron tomadas pocos días después de que sus residentes fallecieran, cuando ya se ha abierto el sobre de la herencia y sus familiares deciden que lo mejor será poner a la venta el inmueble, vacío, por descontado.

Jordi Baron, en la Galeria d'Art Artur Ramon, redecorada para la ocasión.

Jordi Baron, en la Galeria d'Art Artur Ramon, redecorada para la ocasión. / FERRAN NADEU

Otras veces, si hay desacuerdos o sencillamente porque no hay ninguna urgencia económica de por medio, a los pisos accede después de que hayan estado meses o años en barbecho, lo cual añade un plus de maquillaje piranesianamente decadente a la escena. Y uno de los pluses de la exposición es que Baron ha echado mano de su oceánico fondo de fotografías antiguas y ha seleccionado unas cuantas de principios del siglo XX que muestran cómo fueron viviendas como aquellas cuando aquellas familias burguesas tomaron posesión del Eixample.

Urgell, 83.

Urgell, 83. / JORDI BARON

No es fácil enamorarse de solo una de las obras de Baron. Desde luego, tiene un qué irresistible esa que muestra únicamente una pared de papel pintado, blanco y estampado, en la que, incluso vacía, absolutamente desnuda de muebles toda la habitación, se intuye inequívocamente que fue un dormitorio durante décadas. El cabecero de la cama, las mesillas de noche y el crucifijo y un rosario ‘king size’ ya no están, pero la sombra de sus siluetas permanece como si toda la pared hubiera sido una gigante emulsión de sales de plata y aquello fuera una fotografía tomada con la técnica de una muy larga exposición. De décadas.

barcelona/_MG_8338F copia.jpg

Ausiàs March, 16. / JORDI BARON

Pero más evocadoras son esas otras fotografías en la que los pisos parecen la Áqaba saqueada por los ’howeitats’ ante la mirada complaciente de Lawrence de Arabia. La comparación bélica no es gratuita.  A eso, al paisaje después de la batalla, hace referencia en el catálogo de la exposición el periodista de guerra Plàcid García-Planas, todo un referente en esta materia. Explica que Baron, en su faceta de coleccionista, le descubrió la figura de uno de los pioneros de la fotografía bélica, Roger Fenton, quien en 1855 viajó a la Guerra de Crimea y fue testigo de la carga de la caballería ligera británica contra la soldadesca rusa.

Rambla, 102.

Rambla, 102. / JORDI BARON

“En la fotografía de Crimea aparecen balas de cañón, pero ningún cuerpo humano. Ningún cadáver. Solo se fotografía la ausencia. Como en los salones vacíos de Barcelona, solo vemos el escenario donde los humanos han ejercido su humanidad”, dice García-Planas. Es una perfecta conclusión. Si a eso se añade la teatralidad que aporta la galería de Artur Ramon, queda claro que ‘Domus Barcino’ es una exposición ineludible.