Eixample

En la Escola Industrial
Una expo aviva el debate ciudadano a todo o nada sobre las 'superilles'
La muestra, 'El futur ja és present', permanecerá abierta hasta el próximo 25 de marzo, un mes antes del final de las obras

Una vista de la exposición, con dos de las calles tal y como está previsto que queden tras las obras y después de que la vegetación coja cuerpo. /
Comedida en dimensiones, pero exhaustiva en información, acaba de ser abierta al público una exposición sobre una de las cuestiones que, al menos en las redes sociales, más parece dividir a los barceloneses en dos bandos, el nuevo Eixample en obras, el de las calles de Rocafort, Borrell, Girona y Consell de Cent, que pasarán a ser esencialmente peatonales y en las que el coche solo tendrá permiso de paso bajo restrictivas condiciones.
‘El futur ja és present’, porque así ha sido bautizada la muestra, estará abierta al público hasta el 25 de marzo, una fecha suficientemente alejada en el calendario del inicio formal de las elecciones municipales, aunque, como es obvio cada día, hace semanas que los candidatos han desenterrado el ‘tomahawk’ de la campaña. La exposición ocupa el vestíbulo de la antigua residencia universitaria Ramon Llull, dentro del recinto de la Escola Industrial, una ubicación que tiene su propio mensaje. Aquel recinto es hoy propiedad de la Diputación de Barcelona y, a medio plazo, está previsto que, a su manera, se sume a la colección de ‘superilles’ de la ciudad, porque dentro de su proyecto de reforma está previsto que sea más permeable al paso peatonal.

Un grupo de visitantes, desde un plano cenital, contempla el contenido audiovisual que se proyecta sobre una maqueta de la ciudad.
/La exposición es un altavoz de uno de los proyectos bandera de los Comuns al frente de la alcaldía. Se podrá decir, pues, que es una muestra propagandística, pero probablemente su visita sea recomendable tanto para partidarios como para detractores del urbanismo en curso.
En grandes imágenes se retrata cómo se prevé que serán las nuevas calles peatonales y, sobre todo, sus intersecciones entre ellas, que darán pie a la aparición de plazas entre verdes y peatonales de 2.000 metros cuadrados jamás previstas en el original plan de Cerdà. Las recreaciones virtuales, como es habitual en estos casos, no incluyen lo incómodo, como furgonetas estacionadas en horario de reparto de mercancías, y sería aconsejable que así fuera, porque en realidad no estará vetada su presencia, aunque sí se pretende que sea a horas acordadas con los comercios, por ejemplo, no en horario de entrada y salida de las escuelas.
Los argumentos
Lo interesante de la exposición, sin embargo, puede que no sea tanto el cómo, sino el porqué. Un audiovisual proyectado sobre una gran maqueta de la ciudad pormenoriza algunos argumentos, como los índices de contaminación de la ciudad, el ruido excesivo, que padecen un 53 de los vecinos del Eixample, e incluso un dato poco subrayado cuando se debate sobre las ‘superilles’. Barcelona es, como se sabe, una de las ciudades más densas del mundo, con 160 habitantes por hectárea. Menos conocido es que también bate plusmarcas de densidad en tráfico, con 6.000 vehículos por kilómetro cuadrados.
En los cruces de Consell de Cent con Rocafort, Borrell, Enric Granados y Girona, lo dicho, se generarán, lo dicho antes, unas plazas hasta ahora inimaginadas en el urbanismo barcelonés. Son solo cuatro por ahora. El proyecto a medio y largo plazo, salvo cambio de rumbo en la gestión de la ciudad es que lleguen a ser 21.

La exposición será desmontada el 26 de marzo, no solo porque más tarde sería electoralmente inadecuado, sino porque entonces ya comenzará a ser más que posible literalmente pisar esas nuevas calles y formarse una primera opinión sobre el resultado. Lo previsto en el calendario es que, jardineros al margen, los obreros entreguen la obra en abril. Entonces se podrá realizar incluso un interesante experimento de psicología urbana.
Hasta ahora, la mayoría de las peatonalizaciones, sobre todo aquellas en las que la calzada y la acera se han urbanizado a la misma cota, se han acometido de manera que aún se distingue por el tipo de pavimento qué era acera y qué era calzada. Así ha sido en gran parte de Sant Antoni. El resultado es que los peatones tienen de este modo tendencia a renunciar al espacio ganado al coche. En las obras en curso ahora en el Eixample, el pavimento es una suerte de ‘patchwork’ de adoquines y diferentes tipos de baldosas que, se supone, invitarán a los viandantes a conquistar todo el espacio disponible sin distinción.
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