VUELTA AL COLE

Escuela rural, educación natural

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Carlos Márquez Daniel

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Montellà se llega por una carretera de curvas a la que se accede desde Martinet una vez cruzado el Segre, el río que atraviesa todo el valle de la Cerdanya. Desde el cartel del pueblo puede verse, a la izquierda, encima de una casa de nueva construcción de grandes ventanales, una portería de fútbol. Es una plaza pública, muy mejorable, por cierto, porque tiene las canastas medio rotas, pero también es el patio de una de las escuelas más singulares de la zona, la Ridolaina. Peculiar porque lleva cuatro años aplicando un método educativo basado en la observación, la relación con el entorno, la convivencia y las emociones, pero también porque ha iniciado el curso del covid con cinco profesoras substitutas (dos de ellas, venidas desde Valencia) después de detectarse un positivo que obligó a confinar a todo el claustro titular. Este es el relato de un inicio inesperado, pero también es la crónica de la supervivencia de la escuela rural catalana.

En la entrada, todos los zapatos de los chavales y sus mochilas. A la derecha, los niños de infantil y primero de primaria. A la izquierda, juntos, los de segundo hasta sexto. Es lunes y los mayores tienen entre manos un proyecto sobre los animales. Han elegido el que más les gusta y en una cartulina pegan fotos y escriben cosas en cuatro idiomas. "Si no lo sabes decir en inglés, pregúntale a los demás", dice Gemma, la directora, invitando a una niña de 9 años a que consulte con una compañera de 12. Se levantan sin pedir permiso, usan el material a su antojo, charlan mientras trabajan. Dos niños buscan en internet información sobre el rinoceronte. ¿Qué animal creéis que es más peligroso, el rinoceronte o el hipopótamo? Uno de ellos deja planchado al visitante. "El hipopótamo, clarísimo, porque es muy territorial". 'Touché'.

Carretera y manta

Gemma Bach es la directora y causante involuntaria de este singular arranque de curso. Dio positivo a pocos días de empezar, y como las profes trabajaban en equipo, tuvieron que iniciar una cuarentena de 14 días. La Ridolaina se quedó sin maestras y fue una de las dos de toda Catalunya (la otra, en Sant Vicenç dels Horts) que no pudieron abrir las puertas el 14 de septiembre a causa del covid, y la única que estrenó curso con un claustro formado únicamente por interinas. El martes se puso en marcha la maquinaria para encontrar substitutos. El Departament d'Educació eligió a cinco educadoras: dos de la Seu d’Urgell, una de Bellver y otra dos de la Pobla de Vallbona, cerca de València.

Estas dos últimas, de 24 años, amigas íntimas, se subieron al coche la noche del martes. Sonia es una de ellas. "Salimos a la una de la madrugada y buscamos Montellà en Google Maps". Nunca habían estado en la Cerdanya; cinco horas de trayecto. Aquella noche no durmieron, entre otras cosas, porque tampoco tenían dónde dormir. Gemma les facilitó un contacto y desde ese día comparten habitación en una casa particular. Si hacen números, y teniendo en cuenta que habrán trabajado seis o siete días, es posible que la aventura les salga a devolver. Porque entre el transporte, el alojamiento y la manutención, habrán gastado más de lo que puedan ingresar. Pero ganar dinero no era el objetivo. Querían sumar puntos que, en siguientes convocatorias, les permitan acceder a otra plaza.

"Salimos hacia la Cerdanya a la una de la madrugada. No sabíamos ni dónde estaba"

Apuesta por la pública

El caso de Sonia es peculiar. Llevaba un par de años dando clases en una escuela privada. De la noche a la mañana, literalmente, les dijo que se iba. Aquello no gustó. Pero ella, sostiene, siempre tuvo claro que quería dedicarse a la educación pública. "Sonará un poco raro, pero yo fui a la pública y creo que tengo una deuda con todo lo que me enseñaron". El fin de semana lo aprovecharon para conocer Puigcerdà y algunos pueblos del entorno, como Prullans. Dice que les encanta este lugar. Si nada cambia, este jueves o el viernes, con el regreso de las maestras confinadas, deberán volver a Valencia. Se llevan un buen recuerdo y la experiencia de haber conocido "un modelo tan libre de educación". 

Gemma llegó a la Cerdanya procedente de Barcelona, donde trabajaba en una escuela de educación especial. De aquel entorno, de aquel mimo, de aquel cuidar cada detalle, sacó la conclusión de que los niños deben aprender con el movimiento y la experiencia, a través del entorno y en equipo. De ahí que empezaran con este proyecto de "escuela activa e innovadora, de pedagogía viva" que muchos quizás no asociarían a un cole rural. Error. Aquí se respeta el libre desarrollo de los chavales y se da la misma importancia a todas las inteligencias, sin un único camino del que esté prohibido salirse. 

Algunos padres no han llevado a los niños al cole. Porque esperan a que vuelvan las profes titulares o porque no les gusta que sus hijos estén todo el día con la mascarilla puesta

Muchas familias decidieron no llevar a los niños hasta que no regresaran las maestras titulares. Cuestión de confianza. Otras han decidido esperar a que se suavice el asunto de la mascarilla y tampoco han escolarizado a sus hijos, cuenta Gemma. "No quieren que estén todo el día respirando su propio dióxido de carbono en el momento en el que se están formando sus pulmones". El día que vengan todos, la Ridolaina tendrá 43 alumnos. Y todos los martes, como siempre, empezarán la clase en algún punto de la Cerdanya en el que un experto les contará algo sobre el subsuelo, la flora, la fauna. El entorno.  

Montserrat Payés es la responsable de currículum de Infantil y Primaria de la 'conselleria'. Cuenta que la escuela rural va a remolque de la despoblación. A pesar de ello, en Catalunya funcionan unos 280 colegios de estas características, y medio centenar aceptan niños de uno a tres años "para intentar fidelizar a las familias". La cifra se ha mantenido más o menos estable en los últimos años, pero en este curso, sobre todo en la Cerdanya, se ha notado un incremento de la demanda. Cinco de esas familias llevan a los niños a Montellà. Por ahora están encantados. 

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