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José Moisés Martín Carretero, economista: “Es falso que nuestros hijos vayan a vivir peor que nosotros”

El experto en economía mundial cree que la transformación digital, económica y medioambiental que se avecina brinda una oportunidad histórica para construir "un mundo más justo y sostenible"

José Moisés Martín Carretero

José Moisés Martín Carretero / David Castro

Juan Fernández

Juan Fernández

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Inflación, guerra, apagón energético, hipotecas disparadas, amenaza de recesión… El panorama que describen a diario los titulares de la prensa y los comentarios que circulan por las redes no puede ser más desmoralizador. A puertas del apocalipsis que anuncian esos presagios, el economista y consultor José Moisés Martín Carretero ha publicado un libro cargado de esperanza cuyo título contiene dos palabras que contradicen el pronóstico de la catástrofe: ‘El futuro de la prosperidad’ (Ariel). Según sus cálculos, que expone con datos, proyectos y directrices europeas muy concretas, tras el sombrío plazo corto nos aguarda una época luminosa. 

-¿Ser optimista hoy es de héroes o de locos?  

-En la sociedad se ha instalado una sensación de derrota por todo lo que está ocurriendo. Sin embargo, cuando amplías el foco y analizas lo que va a pasar en la próxima década, y que ya está en marcha, descubres que se está activando un montón de cambios estructurales relacionados con la transformación económica, digital y medioambiental que nos espera que animan a mirar al futuro con optimismo. Son cambios que a menudo escapan al radar, pero están ahí. 

-Explíqueselo al que hoy está pasándolo mal. 

-Hay un ejemplo que va a entender todo el mundo: la crisis del 2008 dejó a millones de personas sin empleo y a miles sin casa; en cambio, la crisis de la pandemia, que ha sido más profunda, se ha solventado con ertes, escudos sociales, estímulos fiscales, el plan Next Generation… Esto ha ocurrido porque las políticas que aplica hoy la Unión Europea han cambiado, y esos cambios no son teóricos, son reales e impactan en la vida de la gente. 

 -¿En qué consisten? 

-En los centros de poder se ha entendido que no puede haber progreso sin cohesión social y que no avanzaremos si no combatimos la desigualdad y afrontamos el reto climático. Hasta hace poco, esto solo lo decían las oenegés. Hoy es la Comisión Europea la que dice que el crecimiento no puede ser el único objetivo, sino que este debe ser justo, inclusivo y sostenible. Y lo repite la OCDE, el Banco Central Europeo, el FMI… 

¿Hemos ha aprendido la lección de la crisis de 2008? 

Hace tiempo tuve una charla con un importante comisario europeo y le pregunté: ¿cuándo van a reconocer que se equivocaron? Me respondió: “Nunca, porque somos una entidad política y no pedimos perdón”. Lo cierto es que hoy desde Europa se están aplicando políticas económicas de corte social e inclusivo que hace doce años habrían sido impensables.  

El crecimiento económico debe ser justo, inclusivo y sostenible. Hasta hace poco, esto solo lo decían las oenegés. Hoy lo dice la Comisión Europea, la OCDE, el Banco Central Europeo y el FMI

-Luego está cómo las interpreta cada país. 

-Pero ninguno puede ir en sentido contrario, porque en seguida le dan un toque. Hoy sabemos que un exceso de desigualdad daña a la economía y amenaza a la democracia. Si se da, la OCDE aparece y le dice al gobernante: oiga, su sistema fiscal no distribuye, arréglelo. Y la Comisión Europea le advierte: su tasa de personas en riesgo de exclusión social es inadmisible, corríjalo. Y el FMI le recuerda: su índice de desigualdad está frenando su crecimiento. En la gestión de la crisis de 2008, que destrozó las economías de muchos países, entre ellos España, solo se hablaba de reducir el déficit público. Hoy el mensaje es otro.  

-Escuchando los debates políticos no parece que el diagnóstico sea tan unánime. 

-Hay un PP en la oposición y otro en el gobierno. Si el PP gobernara hoy, aplicaría la política económica que está aplicando el Gobierno, igual que en la pandemia habría activado el escudo social, los ertes y los mismos estímulos fiscales. No sé si también el salario mínimo vital, pero Rajoy ya estuvo planteándoselo. El PP no puede dejar a España al margen de las políticas que hoy se dictan en Europa. Un ejemplo: el actual alcalde de Madrid ganó las elecciones prometiendo eliminar la zona de bajas emisiones que creó su antecesora, pero llegó a la alcaldía y Madrid Central sigue donde estaba, aunque le haya cambiado el nombre.  

-En su libro plantea la necesidad de alcanzar un nuevo pacto social. En la Transición, en España hubo pactos importantes porque había un horizonte: hacernos europeos y consolidar la democracia. ¿Ahora cuál es el estímulo? 

-Combatir ese fatalismo que dice que nuestros hijos van a vivir peor que nosotros. Me niego a admitirlo. Además, es falso. Pero debemos tener en cuenta algo: la generación de nuestros padres vio multiplicarse por tres la renta per cápita del país y hoy es imposible crecer a ese ritmo. De hecho, los nacidos tras el 2000 han visto estancarse su renta per cápita. Si la tarta no puede crecer más, habrá que repartirla mejor. 

Hay un PP en la oposición y otro en el gobierno. Si el Partido Popular gobernara hoy, aplicaría la política económica que está aplicando el Gobierno

-¿Y eso cómo se hace? 

-Hay que discutir sobre cómo repartimos el dinero común, pero hay que hacerlo con responsabilidad. Tenemos que encontrar un acuerdo de reciprocidad para que todos aporten y todos reciban. El dinero de los impuestos no puede ser solo para los más pobres, porque entonces la clase media, que no para de pagar, se pregunta: ¿para mí no hay nada?   

-Nadie quiere oír hablar de pagar impuestos. 

-Porque no se explica bien para qué sirven ni en qué se gastan. Falta pedagogía. En vez de eso, asistimos a una competencia entre comunidades para ver quién los baja más, y vemos al PP diciendo que el Gobierno se está forrando con nuestro dinero y que es mejor que este se quede en el bolsillo del ciudadano. Eso es basura política, y quien lo dice es un irresponsable. Un país moderno con buenos servicios se costea con impuestos, ¿pero qué contribuyente va a querer participar en la caja común oyendo esas barbaridades? A los que se pelean por bajar impuestos, me gustaría verles pelearse por ofrecer mejores servicios. 

-En su pronóstico de futuro pone mucho acento en la transición ecológica y subraya que debe ser justa. ¿Qué significa? 

-En España hay tres millones de trabajadores que se van a ver afectados, quieran o no, por la transición ecológica que va a venir. En el bajo de mi oficina vive uno: tiene un taller de mecánica y lleva 40 años arreglando motores diésel. ¿Qué va a hacer cuando esos coches hayan desaparecido? O le formamos para que aprenda a arreglar motores eléctricos o tendremos un problema. A alguien que necesitaba ir a trabajar en coche al centro de su ciudad, no puedes decirle que no lo lleve si a la vez no mejoras el transporte público. Si hacemos la transición ecológica sin tener en cuenta a las personas, tendremos chalecos amarillos en las calles y a la ultraderecha creciendo en las urnas. Hay que invertir para que nadie quede al margen de ese cambio. 

-Eso cuesta dinero. ¿Volvemos a lo de los impuestos? 

-Eso cuesta dinero, sí, pero no todo ha de salir de los impuestos. Hay mucho dinero privado que está deseando moverse en esa dirección si le dan la oportunidad. Las empresas tienen que saber que si apuestan por esa transformación no se van a arruinar, y eso pasa por invertir en los trabajadores para que sean competitivos en ese nuevo sector. Estos días se habla mucho de las ayudas al coche eléctrico. Pensemos por un momento: ¿qué pasaría si Renault, Citröen o Mercedes decidieran fabricar sus coches eléctricos fuera de España? ¿Renunciaremos a nuestra principal exportación de bienes y veremos a Valladolid, Vigo y Vitoria convertidas en Detroit? ¿Queremos eso? 

Si hacemos la transición ecológica sin tener en cuenta a las personas, tendremos chalecos amarillos en las calles y a la ultraderecha creciendo en las urnas

-Me encantaría tener un coche eléctrico, pero hoy es más caro que uno de gasolina y tiene menos autonomía. 

-Para eso está la innovación. La energía fotovoltaica ha reducido sus costes en un 80% en la última década y la eólica está ya en paridad con el gas. Hace poco hemos sabido de un nuevo sistema que permite cargar la batería de un coche en cuestión de segundos. La tecnología puede resolver muchos problemas que tenemos sobre la mesa, pero necesita el apoyo de las instituciones.  

-¿La política puede torcer el futuro que describe en su libro? 

-Vivimos un momento muy interesante: la economía se está complejizando y ya no se habla solo de crecimiento económico, sino que se habla de impacto ambiental, de pacto social, de cuidado a los derechos humanos en la cadena de suministros de las empresas… Pero, al mismo tiempo, la política se está simplificando y cada vez propone soluciones más simplistas. Esto es un problema, porque la transformación que va a venir debe ser rápida, y ya vamos tarde. Piense una cosa: si Europa hubiera hecho sus deberes y hubiera empezado a reducir sus emisiones en 1997 en cumplimiento del Protocolo de Kioto, hoy no dependeríamos de los combustibles rusos y Putin no se habría atrevido a invadir Ucrania.  

-¿Qué le parece que la tercera fuerza política en España se haya marcado como objetivo tumbar la Agenda 2030? 

-Es la prueba de que los cambios de los que hablo empiezan a surtir efectos. Hasta 2015, todo esto de la sostenibilidad y la inclusión social solo lo hablaba gente al margen del sistema. Como no molestaban, nadie protestaba. Ahora, esas políticas están en corazón de Europa. Cuando prohíbes a los coches contaminantes entrar al centro de las ciudades y obligas a las empresas a vigilar los derechos laborales en sus cadenas de suministros, empieza a haber perdedores, que son los que se resisten al cambio. 

-¿Esas voces son una amenaza? 

-Lo serían si los países centrales de Europa, que son Francia y Alemania, se entregaran a ellas, pero no veo motivos para pensar que eso vaya a ocurrir. Al contrario, creo que tenemos delante una oportunidad histórica para construir un mundo más justo y sostenible. No nos dejemos llevar por el catastrofismo de las noticias urgentes, nos espera una época luminosa.  

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