Hay vida más allá del PIB

Hace tiempo que los economistas señalan la utilidad limitada del PIB y la necesidad de contemplar otros indicadores 

Ladrillos

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Jordi Sevilla

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La actualidad lo devora todo a tal velocidad que quienes se mantienen ante la opinión pública a base de generar noticias, tienen que acelerar el ritmo de emisión de novedades, sabiendo que lo de ayer ya es historia y lo de antes de ayer, olvido. Para el resto, queda la opción de analizar las cosas con más profundidad viendo por dónde va la dirección del cauce, en lugar de vivir con intensidad los diversos recodos del camino.

Por ejemplo, la Actualización del Programa de Estabilidad 2022-2025 que el Gobierno ha aprobado y enviado a Bruselas recientemente y que es, lo más parecido a un ejercicio de prospectiva que se hace en España, con los riesgos que ello conlleva. Analicemos sus principales aspectos, más allá de las cifras concretas en permanente revisión por las circunstancias:

Modelo de crecimiento

Cambiar el modelo productivo de la economía española para pasar de uno intensivo en mano de obra poco cualificada (construcción, comercio y turismo) a otro con mayor valor añadido, ha sido una idea repetida hasta la saciedad por muchos de quienes están hoy en el gobierno o lo apoyan desde fuera. En principio, se podía pensar que los Fondos Next Generation iban en esa dirección: reconvertir nuestros sectores productivos en una línea verde y digital que les permitiera mejorar su valor añadido, confirmando lo que decíamos algunos de que no había un dilema entre menos ladrillos y más ordenadores, sino que había que conseguir más ladrillos con ordenador.

Este debate se ha acabado difuminando, siendo sustituido por el análisis del nuevo modelo, o patrón de crecimiento, basado en tres novedades muy significativas: el empleo crece ahora más incluso que el PIB; la inversión, pública y privada, es un vector que empuja la recuperación y, mantenemos un superávit por cuenta corriente. Cambios de comportamiento respecto a la evolución tradicional de nuestra economía y que ya el Gobierno del PP hizo valer, atribuyéndolo a su reforma laboral y a su programa de estimulo a la internacionalización de las empresas.

En todo caso, sigue llamándome la atención que se prevea pasar de una tasa de crecimiento del PIB del 5,1% en 2021, a otra de apenas el 1,8% en 2025 y no se ofrezca ninguna explicación a esa caída tan acusada que comparte el Gobierno con el resto de organismos internacionales. Un asunto a seguir.

Más allá del PIB

Una de las novedades más prometedoras que ha introducido el Gobierno en sus datos, siguiendo mandato de Bruselas, es la elaboración y publicación de indicadores complementarios al PIB y que intentan reflejar mejor el nivel de bienestar del país, lo que afecta a los ciudadanos, pero no queda recogido con claridad en un indicador de síntesis como es el PIB.

Hace tiempo que los economistas señalan la utilidad limitada que tiene el PIB y la necesidad de contemplar otros indicadores de bienestar. Con esta finalidad, se elaboran indicadores sobre otros cuatro asuntos transversales de gran importancia: transición ecológica; transición digital; igualdad de género y cohesión social, con un mensaje claro: una medida en concreto puede hacer crecer mucho el PIB, pero no ser preferida porque lo hace a cambio de deteriorar mucho algunos de esos otros elementos sociales que, también afectan al bienestar.

Introducir, en economía, el debate de los valores y las alternativas sociales, es un paso adelante muy positivo que está pasando demasiado desapercibido. Hay vida, más allá del PIB.

El milagro del déficit púbico

Que se revise a la baja, durante los próximos cuatro años, el crecimiento previsto del PIB, como consecuencia de la guerra de Putin en Ucrania y, no obstante, se mantenga el mismo escenario de reducción del déficit público que antes, hasta llegar al 2,9% del PIB en 2025 es, sin duda, el punto más polémico de la Actualización del Programa. Pero tiene su explicación.

Pero antes, merece la pena señalar algunos datos interesantes. Por ejemplo, que esa reducción se supone que es cíclica (no hay recortes); que se reduce más el gasto (6,3 puntos de PIB), que los ingresos (2,4 pp); que apenas si hay reducción del déficit estructural situado en el 3,5%, igual que antes de la pandemia; que el peso de las cotizaciones sociales sobre el PIB baja unas décimas, a pesar del aumento de empleo y que las tres cuartas partes del déficit público será imputable a las pensiones, en ausencia de reforma.

El milagro hay que buscarlo, pues, al igual que en lo que llevamos de año, en la inflación como impuesto. Es decir, en el incremento de ingresos tributarios producidos por la inflación, lo que nos hace suponer que no hay previsión de deflactar la tarifa, algo que antaño era obligatorio por ley ante este tipo de situaciones.  

La deuda pública y los catastrofistas

Entrar en la pandemia con una deuda pública equivalente al 95,5% del PIB y salir, dos años después habiéndola subido hasta el 118,4%, puede considerarse como normal, si tenemos en cuenta la reducción todavía experimentada por el PIB y, sobre todo, los 90.000 millones de euros que el conjunto de las administraciones españolas, tuvieron que inyectar en la economía como consecuencia de las medidas sanitarias de lucha contra el virus. Por el contrario, prever reducirlo solo hasta el 109,7% del PIB en 2025 puede indicar un escaso empeño adicional. Y este dato, ya ha lanzado a todos los profetas de las catástrofes anunciando primas de riesgo disparatadas, amenazas de quiebra como país y duro rescate europeo. En fin.

La anunciada subida de intereses está teniendo ya un efecto sobre el coste de la deuda pública que, en semanas, ha pasado de estar en tipos negativos (el Tesoro ganaba dinero pidiendo prestado) a situarse en la zona positiva. Sobre todo, los bonos a diez años que están sobre el 2%. Es decir, los nuevos bonos a diez años que saque el Tesoro, costarán más dinero.

Pero, solo los nuevos bonos y solo a 10 años. Sin embargo, el Tesoro también se endeuda a dos y cinco años, o con letras por menos de un año, productos todos ellos mucho más baratos. Por tanto, si, se encarecerá la nueva deuda pública, pero lejos de cualquier catastrofismo. Salvo nuevos cisnes negros.

Finalizo: me preocupa que, a pesar de esperar la creación de 1,5 millones de puestos de trabajo equivalentes a tiempo completo, acabaremos 2025, todavía, con un 10% de tasa de paro. Con mejoras muy modestas en productividad y costes laborales unitarios, contenidos. Veremos cómo afecta esto a la distribución de renta.

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