Guerra en el este de Europa

EEUU plantea el embargo energético a Rusia, el otro botón nuclear de la crisis

La guerra de Rusia y Ucrania, en directo

OIL

OIL / Justin Lane / EFE

Ricardo Mir de Francia

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En las primeras 24 horas desde que las tropas rusas invadieran Ucrania el pasado 24 de febrero, la Unión Europea, el Reino Unido y Estados Unidos siguieron haciendo negocios con Rusia como si nada hubiera pasado. Las tres potencias se gastaron conjuntamente cerca de 700 millones de dólares en petróleo y gas ruso, una factura que completaron con la compra de aluminio, carbón, níquel o titanio, según publicó 'Bloomberg'.

Semejante dinámica sirve para ilustrar una de las paradojas de este conflicto: mientras Washington y Bruselas arman al Ejército ucraniano y aíslan a Moscú con sanciones económicas, siguen comprándole materias primas e hidrocarburos de forma muy generosa. Es decir, financiando la maquinaria de guerra que aspiran a parar. Y en sentido inverso, ocurre parecido. Mientras las tropas de Vladímir Putin se ensañan con las ciudades ucranianas y el jefe del Kremlin equipara las sanciones occidentales con "una declaración de guerra" rodeado de atónitas azafatas de Aeroflot, el gas sigue fluyendo hacia los hogares europeos.

Las sanciones contra el sector energético ruso son el otro 'botón nuclear' de esta crisis, un escenario que tanto Rusia como Europa --con economías muy entrelazadas-- han preferido hasta ahora evitar. "Es lo que en la guerra fría se llamó doctrina de la destrucción mutua asegurada, pero en su versión mercado de las materias primas", escribió Javier Blas en 'Bloomberg'. Nadie en Occidente ha querido hasta ahora a hollar ese camino, por más que la UE haya vetado las ventas de tecnología que Moscú necesita para mantener a punto sus refinerías o que Washington haya restringido la capacidad del gigante gasístico Gazprom para buscar inversores en EEUU. En los últimos días, sin embargo, el debate ha empezado a cambiar.

EEUU ha puesto sobre la mesa la posibilidad de vetar las importaciones de petróleo ruso, un primer paso hacia el embargo de su sector energético que trata de coordinar con sus aliados europeos. "Estamos debatiendo activamente con nuestros socios europeos la prohibición de importar petróleo ruso a nuestros países y, al mismo tiempo, asegurar que se mantiene el suministro global de petróleo", dijo el domingo el secretario de Estado de EEUU, Anthony Blinken. Esas conversaciones no han tardado en encarecer un poco más los precios ante el temor de que la escasez de oferta de los últimos meses se ensanche de forma dramática con la progresiva salida del mercado del tercer exportador de hidrocarburos del mundo.

Costes potenciales para Moscú

Nadie duda que el coste de un embargo para Moscú sería severo. Su Gobierno depende enormemente del gas y el petróleo para pagar las pensiones o prestar servicios. El año pasado las exportaciones energéticas aportaron el 36% de sus ingresos presupuestarios, una cifra que en ejercicios más boyantes ha llegado a superar el 50%. "El problema es que la dependencia europea de las exportaciones rusas es tan grande que sería difícil sobrevivir sin el suministro ruso", asegura a este diario Carlos Torres Díaz, vicepresidente de la consultora noruega Rystad.

Países como Rumanía, Lituania, Hungría o Finlandia reciben prácticamente todo el gas que consumen de Rusia. Una cifra que alcanza el 55% en el caso de Alemania y el 40% en el conjunto de la UE. Algo menor la dependencia de su petróleo, que representa una cuarta parte de todo el crudo que la UE importa. De ahí las reticencias que la propuesta estadounidense está encontrando en parte del continente. "Europa eximió deliberadamente a la energía rusa de las sanciones", dijo el lunes el primer ministro alemán, Olaf Scholz. "Actualmente no hay otro modo de garantizar el suministro europeo". Un riesgo que no enfrentan ni Washington ni Londres, que apenas dependen del petróleo ruso.

Algunos expertos disputan la tesis de Scholz. Bruegel, el centro de análisis económico con sede en Bruselas, concluyó recientemente que Europa podría afrontar el cierre del grifo ruso durante el próximo invierno si reduce su consumo un 10-15% y aumenta las importaciones de gas natural licuado de otros países. Un gas que sería, en cualquier caso, bastante más caro que el ruso. Pero a esos sacrificios habría que añadirle las dudas que existen sobre la efectividad del potencial embargo sobre Moscú. "Inmediatamente no se traduciría en daños tangibles para el Kremlin", ha dicho Maria Pashtukova, analista de E3G, un centro de análisis energético con sede en Berlín. Y es que las reservas de divisas rusas están en máximos históricos. Rondan los 630.000 millones de dólares, lo que podría servirle a Vladímir Putin para amortiguar el impacto más inmediato del embargo.

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