Juan Mayorga: "Todos somos el sultán de Sherezade: necesitamos que nos cuenten historias"

Un momento de 'El chico de la última fila'.

Un momento de 'El chico de la última fila'. / periodico

IMMA FERNÁNDEZ / Barcelona

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Es hombre de letras y ciencias.Filósofo y matemático,combinación a priori explosiva en la que halló la fórmula perfecta para la escritura teatral: pensamiento más síntesis. AJuan Mayorga (Madrid, 1965), la precisión de teoremas y ecuaciones le ha servido para elaborar un lenguaje esencial, "sin un gramo de grasa", que conecta con el público. "A través de un mero diálogo, de una réplica, el autor debe dar cuenta de la evolución de los personajes", dice.

Elexprofesor de mates, reconvertido en el dramaturgo español más representado en el extranjero y el más laureado de su generación, ha encontrado en el teatro su lugar en el mundo. Un lugar para la crítica y la utopía. En marzo se vio en Barcelona su versión de'La vida es sueño', con Blanca Portillo como Segismundo, por la que está nominado al premio Max. Antes, pasó de puntillas -solo dos días gracias a la Universidad en Internet de la Rioja (Unir)-'El chico de la última fila', un montaje que, basado en la maravillosa obra que inspiró la película'En la casa', de François Ozon (Concha de Oro de San Sebastián), está previsto que llegue a la Sala Muntaner la próxima temporada.

En Madrid y otras ciudades triunfa con'El crítico' y 'La lengua en pedazos', su debut en la dirección escénica. Cuando sus tres hijos le dejan, saca punta a la realidad y la memoria. Lo hizo con'Últimas palabras de Copito de Nieve', 'La tortuga de Darwin', 'Hamelin', 'La paz perpetua', 'Cartas de amor a Stalin' y 'Himmelweg', entre otros 30 textos.

A Mayorga la inspiración le asalta en cualquier esquina. "El mundo está lleno de historias fascinantes. Basta con mirar alrededor, abrir un periódico, escuchar. Yo siempre estoy anotando expresiones". Una chispa y se inflama la especulación. "Un taxista me contó ayer que está angustiado porque un cliente le atacó. Eso me lleva a pensar: "¿Por qué me ha elegido para contarlo?, ¿Se lo cuenta a todos los clientes?, ¿busca a alguien que le ayude?".

La génesis de 'El chico de la última fila' fue un examen de fracciones en el instituto madrileño Rey Pastor, en Moratalaz, donde impartió clases durante cinco años. "Un alumno me puso en un ejercicio: 'Juan, no puedo contestar, no he estudiado, pero juego al tenis y he salido en el 'Marca', voy a ser un campeón y tú y yo vamos a salir a celebrarlo'. Me pareció interesante que un escolar utilizara un ejercicio para contarme su vida". Transformó el cálculo en una redacción y agregó un conflicto: la acción moralmente discutible de que el alumno se ponga a aventar los secretos de la vida de un compañero. Confiesa que hay algo de identificación con el joven Claudio de la ficción: "Es verdad que permanentemente estoy mirando alrededor, pero soy más pudoroso. Creo que soy menos canalla".

El interés por la vida ajena

Su biopsia del voyeurismo descarnado, de ese canibalismo televisivo donde las vísceras cotizan al alza, es taxativa: "Vivimos una apoteosis del cotilleo, la violación de la intimidad. Pero por otro lado, y mi obra habla de eso, está la pasión por la ficción propia del ser humano. La pasión que tenemos por contar historias y conocer las de los demás. Esa apoteosis del voyeurismo que es 'Gran Hermano' y esa obra maestra que es 'Los hermanos Karamazov', por citar alguna, tienen el mismo origen: el interés por la vida de los demás. Con eso se puede hacer basura o gran arte".

La vida sin cuentos no vale nada, dice el profesor de su obra. "Todos somos el sultán de Sherezade: necesitamos que nos cuenten historias, y también estar en el relato de los demás, en el deseo del otro, en la nostagia y la esperanza de alguien. Si no somos personajes de los demás, no existimos para ellos", razona Mayorga.

El exhibicionismo se expande en el universo tecnológico y hay que preguntarse si estamos perdiendo el rumbo. Para el dramaturgo, la brújula está en la mirada. "No mira a los demás del mismo modo Chéjov o Cervantes, capaces de observar a cada ser humano y descubrir el misterio, la luz y la verdad, o un ser humano compasivo, que un depredador que ve al otro como un pasto para la cháchara y la maledicencia".

En ese chico de la úlitma fila confluyen ambos: voyeurismo y arte. "Como decía William Faulkner, si te dedicas al arte has de ser capaz de vender a tu madre. Si ese chico encuentra algo interesante para convertirlo en relato, su tentación de algún modo está justificada".

La experiencia en las aulas le permite juzgar desde dentro un sistema educativo que le "duele y preocupa". Ya no se reconocen autoridades fuertes, dice. "La posición del maestro es descentrada, marginal, frágil". Propone que la escuela no debe ser el lugar del dominio de una generación sobre otra, sino del "encuentro de una generación con mayor experiencia con otra que tiene preguntas y una mirada menos cansada". La sociedad pagará caros los recortes. "Es letal, un golpe duro no solo contra los chavales sino contra la sociedad. Pagaremos que haya menos aulas de diversificación, que se atienda menos a los chicos con más dificultades". La sociedad nunca podrá ser mejor que la escuela donde se forja.

Trascender la estricta actualidad

Las corruptelas que nos invaden, con Urdangarin, Bárcenas y demás, se antojan buenas musas para un autor --"resulta muy tentador lo del tráfico de sobres y otras cosas"--, pero él prefiere que la actualidad no marque su agenda. "Hay que trascender", afirma. Ya anticipó cómo las gasta la derecha cuando, junto con Juan Cavestany y para la compañía Animalario, ironizó en'Alejandro y Ana' sobre el bodorrio de la hija de Aznar. "Todos los que estuvieron en aquella boda están cayendo. Bueno, menos los novios. Ahora Juan y yo pensamos hasta qué punto la ficción se quedó muy corta. Aparecían unos personajes que modestamente hacían negocios en la boda. ¡Quién iba a imaginar que se trataba de hombres que tienen 22 millones en Suiza!".

A la búsqueda de los valores universales, Mayorga se adelantó con 'La paz perpetua' al debate sobre la legitimidad de la tortura en la guerra contra el terrorismo, que ha levantado ampollas en EEUU con la película 'La noche más oscura'. "En España algunos no entendieron mi propuesta. He visto en Roma una versión dirigida por Jacopo Gassman en que se revela muy bien lo central de la obra: el dilema de un ser humano frente a una situación en la que torturar a un detenido puede conducir a la salvación de otros inocentes. El personaje de Manuel finalmente decide no torturar, pese a que ha perdido al ser amado, porque sería tratar al ser humano como un mero cuerpo y animalizarlo como un perro. Es inaceptable tratar a un ser humano como medio, va en contra de la ética kantiana y contra el pensamiento; contra una filosofía que considera que cada persona es un fin y no un mero medio". En España, dice, hubo quien consideró que defender ese postulado era de un humanitarismo elemental". Hay, agrega, otra cuestión: "Si aceptamos la legalización de la tortura, estamos aceptando que haya torturadores, que el vecino pueda ser un profesional".

Esta entrevista con Mayorga tuvo lugar antes de la elección del nuevo Papa, Francisco. No esperaba Mayorga vivir la renuncia de un papa --"pensé que era una broma, cuando me lo dijeron"-- y ahora confía en que al frente de la Iglesia católica esté "un hombre de paz, inteligente y sobre todo que mire compasivamente a todos los seres humanos.Yo he sido educado en la herencia judeocristiana, que se puede resumir en la idea del 'no matarás' y en el amar a todos. Esa es una enorme herencia para creyentes y no creyentes, es un mensaje poderosísimo: el mensaje del amor, que cada ser humano es un límite y su sacrificio no es justificado por nada. Eso aparece en muchas de mis piezas, como 'Himmelweg' y 'La paz perpetua".

Enamorado de las palabras

Mayorga se declara "no creyente", así que fue su querencia por el lenguaje lo que le llevó a imaginar, en 'La lengua en pedazos', un diálogo entreSanta Teresa de Jesús y un inquisidor. Se le nota un enamorado de las palabras. Cayó rendido ante las de la autora de 'El libro de la vida'. "Cuando escuchas el habla de Teresa, experimentas la pobreza de la lengua que manejamos, la lengua empequeñecida a la que hemos conducido. Menos lenguaje es menos vida. Y, por lo tanto, ¿hasta qué punto es más pequeña nuestra vida?".

También le apetecía indagar en el carácter de la religiosa. "Era rebelde y radicalmente intempestiva". "Como no creyente, me interesaba explorar el mundo de su fe, su misterio, de dónde viene esa palabra, esa fuerza de una mujer que por ser inteligente está bajo sospecha, más aún en el siglo XVI y siendo nieta de converso".

A la experiencia poética de esa obra, sumó su debut en la dirección y la fundación de la compañía La Loca de la Casa. Afirma que su primera vocación es escribir, pero seguirá dirigiendo. "Es como escribir en el espacio y en el tiempo".

Pretende repetir entre bastidores con'Los yugoslavos', texto donde vuelve a emerger el poder de la palabra. Habla de un camarero que le hace una petición insólita a un cliente: le ha visto animar a un hombre y le pide que lo haga con su mujer, que se está hundiendo. "Piensa que ese barman con sus palabras puede sacar a su mujer del pozo. Está haciendo un gesto sacrificial porque está poniendo a la mujer amada en el camino de otro hombre, que quizá sea un canalla", argumenta el autor. Lo del título remite poéticamente a un país que se desvanecio'. "Yugoslavia me parece como un mundo extraño que convoca nostalgia. ¿Qué fue de todos aquellos trofeos que ganó la selección yugoslava?".

Mayorga revela uno de los secretos de su dramaturgia: enfrentar a un personaje con su álter ego. "Nunca tenemos un conflicto tan intenso como cuando nos enfrentamos a alguien que es una posibilidad de nosotros mismos si hubiéramos tomado otro rumbo". En sus historias, la dialéctica no surge, pues, de personajes antagonistas puros sino de los otros yos que se quedaron en el camino. De duelos en los que cada uno se encuentra con un espejo, como sucede en 'El chico de la última fila', 'El crítico' o 'La lengua en pedazos'. "También me interesa un teatro que libere al monstruo que todos llevamos dentro" y escarbar en la memoria, en el pasado fallido que puede ser la mejor arma para afrontar el presente. "No se puede disociar pensamiento y memoria", sostiene.

Mapas vitales

Volvemos al origen del triunfo del autor. Del aprendiz de cartógrafo, como se define y titula una de sus obras. "Trazo mapas para orientarme en el mundo y con la esperanza de que sean útiles para los otros". La primera marca empieza en una infancia de oyente. Su padre leía en voz alta relatos mientras él jugaba. "En mi casa las palabras tenían un peso, un prestigio". Luego aparecieron las cifras y el pensamiento: licenciado en Matemáticas y doctor en Filosofía. Rara avis. Las ciencias exactas le han formado como dramaturgo, reitera. "En ellas se buscan expresiones esenciales que den cuenta de un universo complejo; lo mismo a lo que aspiramos nosotros o un actor, que con un solo gesto explica su herida".

También su faceta humanista le ha servido para abordar un teatro que "debe pensar y dar a pensar de forma entretenida y emocionante". Pero fue su pasión por la literatura la que resolvió la ecuación de su destino. "Me parezco a Germán y Claudio, los protagonistas de 'El chico de la u'ltima fila'. Lo que decía Borges de que el acontecimiento más importante de su vida fue el encuentro con la biblioteca de su padre o que podía imaginar un mundo sin pájaros pero no sin libros". La misma afinidad que le une a Teresa (así la cita, sin más acompañamiento). "En los libros he encontrado la paz que no me dan las gentes', decía ella. Yo he compartido esa pasión lectora y ahí descubrí que quería ser escritor y que el teatro era un lugar privilegiado para contar historias; para reunirse y compartir el texto con actores y directores, y para desafiar los límites de la lengua".