una vecina llamada... Carme Riera, escritora

«El afilador de cuchillos todavía se pasea por el barrio de Sarrià»

<b>Llegó a Sarrià, con 17 años, </b>y estuvo cinco residiendo en el colegio mayor de las monjas del Sagrat Cor, las mismas que la instruían en su Palma de Mallorca natal. El aire de pueblo que respiraba en Sarrià compensó la añoranza que sentía por su isla.

CARME ESCALES
BARCELONA

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Fueron cinco años de libertad absoluta».Así define Carme Riera sus primeros años de vida en Barcelona.«En Mallorca, mis padres me hacían volver a casa, como máximo, a las nueve de la noche, y en el colegio mayor, en Sarrià, las monjas nos dejaban hasta las 12. Además, el fin de semana, si no querías quedarte, solo tenías que avisar que no irías, y ya estaba»,explica la escritora.«Toda nostalgia que pudiera sentir me la compensaba el ambiente de pueblo que tiene este barrio, como vila independiente que había sido», señala.

Otro de los recuerdos bien presentes en la mente de Riera fue cuando tomó la decisión, justificada, de no hablar en mallorquín. «Fuera donde fuese, siempre me acababan diciendo: ¡nena, tu ets mallorquina!, cómo es aquello de al·lot o juevert?... O me decían, ¿conoces a un chico que se llama Joan...? Era un continuo. Y empecé a hablar en catalán de Barcelona. Hasta hoy», afirma la autora, que acaba de publicar la novela Natura quasi morta (Ed. 62), una obra de intriga que tiene como escenario la Universitat Autònoma de Barcelona, el micromundo que, junto a Sarrià, configura el espacio cotidiano de Carme Riera.

Sarrià literario

También en su día, las calles de Sarrià y otras localizaciones de la zona alta de la ciudad se colaron en las páginas de los libros de Riera.«En L'estiu de l'anglès, la señora vive en Sarrià. Y el protagonista de Amb ulls americans reside en la zona más elegante de Pedralbes», señala la escritora. Ella se impregna de los ambientes que conoce bien, pasea por ellos,«en esta época, sobre todo, por la tarde-noche es muy agradable caminar por Tres Torres», apunta. Hasta el pasado mes de diciembre, en sus paseos por el barrio la acompañaba Lluna, su perra labrador. «Le encantaban las plazas, especialmente la que hay detrás del Ayuntamiento de Sarrià», explica Carme Riera.«Murió de viejecita. Tenía 12 años», detalla la escritora, que ansía tener más tiempo para poder ir a nadar,«cada día», a la piscina de Can Caralleu, o quedarse a leer y trabajar en la biblioteca, a la que ahora acude en busca de libros.«Las chicas de la Clarà son encantadoras, pero yo solo subo a la planta de arriba, donde están los libros de literatura, busco lo que necesito y me voy», declara.«Las bibliotecas son un importante espacio cívico, dan un gran servicio. Siempre hay personas leyendo la prensa, son una maravilla», opina la autora.

De camino al centro neurálgico de Sarrià, Carme Riera habla del cementerio.«El de Sarrià es muy agradable. Y es una manera de conservar otro espacio verde en el barrio», apunta. Árboles y jardines explican por qué los vecinos como ella se despiertan como si estuvieran en un bosque. «Son las cotorras las que te despiertan», dice.

Merengue de limón

Atravesando uno de esos pasajes que tanta personalidad le dan a Sarrià y que adora Riera, se llega a Major de Sarrià.«Aquí, en una sola calle, lo tengo todo: tintorería, fruta, agencia de viajes, farmacia...», enumera.«Y la Foix, que endulza la vida de los vecinos», afirma Riera, que, a pesar de que «me llevaría todos los pasteles», tiene uno preferido:«lleva una especie de merengue de limón y no es empalagoso», detalla.

Tener todo a mano es algo que valora mucho la autora.«El buenos díascuando tomas el aperitivo en una terraza, la carpintería de toda la vida, las pequeñas tiendas y talleres, el mercado de anticuarios del martes, y sus vecinos. Las caras de la gente es lo mejor, lo que da calor a este Sarrià que ha conservado su antigüedad, con el gran acierto de haber hecho peatonales sus vías»,afirma, ya de camino a otro de sus rincones favoritos: la placeta de Sant Vicenç. En ella, un sonido de fondo acompaña la charla, una banda sonora del pasado.«Por nuestro barrio todavía se pasea el afilador de cuchillos -José Martínez-, que además lo hace muy bien. Antes también venía un músico con su cabra. Todo esto me traslada a mi infancia en Mallorca», dice. «A mí me resultaría muy difícil vivir en un 22@. Detesto la Barcelona de los hoteles. Se la han vendido a los extranjeros», declara Riera.