25 años de una hazaña

El salto eterno de Yago Lamela en Japón: "Era inimaginable"

"Nadie lo esperaba", dicen los allegados del fallecido de su marca de 8,56 metros en Maebashi, con el que batió el récord de Europa hace ya un cuarto de siglo

Yago Lamela, en el salto de 8,56 que le dio la medalla de plata en el Campeonato del Mundo de Maebashi (Japón).

Yago Lamela, en el salto de 8,56 que le dio la medalla de plata en el Campeonato del Mundo de Maebashi (Japón).

Javier Sámano Lucas

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Juanjo Azpeitia empezó a entrenar a Yago Lamela (1977-2014) a regañadientes. Lamela tenía, por aquel entonces, trece años. "Yo no quería. Ya tenía un grupo muy numeroso de atletas, y me habían dicho que el chaval era un poco díscolo, que iba a su bola. Pero su padre insistió mucho, hasta llamaba a mi mujer, Margui. Le acepté porque ella me lo pidió: "Juanjo, dile que sí, esto ya no puede ser", recuerda Azpeitia.

Menos de una década después, a los veintiún años, Lamela hizo el salto que le cambió la vida para siempre en el Mundial de Maebashi: 8,56 metros, récord de Europa en pista cubierta. Nadie se lo esperaba, ni siquiera su entrenador. "8,10, 8,20… ¿pero 8,56? Era imposible, imposible. Un sueño. Bueno, ni eso: era directamente inimaginable. Me hubiese jugado la vida a que no hacía una marca así", reconoce su entonces entrenador. Aun así, no fue suficiente para ganar: le superó el cubano Iván Pedroso, gran dominador del salto de longitud de la época -ya había ganado dos mundiales-, que se impulsó más lejos de lo que nadie lo había hecho en un Mundial: 8,62 metros.

Aquel inolvidable siete de marzo de 1999, Azpeitia siguió la hazaña desde Asturias: "Ramón Cid, responsable nacional de salto, me iba narrando por teléfono, y yo le iba contando a los padres y al hermano de Yago cómo iba. Estábamos todos alucinando, fue muy emocionante". En la charla previa a que su pupilo partiera hacia Asia, prescindió de las directrices sesudas y optó por focalizarse en lo terrenal: "Yago -le interpeló-. ¿Japón es el país del sol naciente, no? Pues vamos a demostrar que, aunque en Avilés llueve mucho, también sabemos brillar".

Lamela llegó a Maebashi siendo un desconocido. Se marchó siendo una celebridad: deportista de éxito, joven, guapo a rabiar, con esa fisonomía a medio camino entre un Mick Jagger con muelles en las piernas y un actor secundario de "Al Salir de Clase". En pleno apogeo de una fama excesiva, llegó el Mundial de Sevilla. "En nuestro hotel, había seguridad por todas partes porque la gente intentaba colarse para verlo -rememora Azpeitia-. Íbamos a La Cartuja en un coche de policía porque si no era imposible llegar".

"Todo aquello le vino un poco grande. Pasar de ser un chaval normal de Avilés a salir en 'Crónicas Marcianas' es difícil de gestionar. Para abstraerse de todo, se sumergía en la música, sobre todo en el tecno: hasta componía canciones con su órgano. Era muy sencillo, no le gustaba llamar la atención", tercia el fondista Bruno Toledo, que coincidió con Lamela en el equipo de la Universidad de Oviedo hasta compartir habitación en las concentraciones con España en mundiales y europeos, y que define al avilesino como una "fuerza de la naturaleza". "Era muy autoexigente, soñaba en grande", concluye.

De 2011 a 2014, Alfonso Cuervo fue entrenado por Lamela. "Era una persona introvertida", observa Cuervo, reconvertido ahora en preparador de saltadores. Desde su perspectiva de técnico, considera a Lamela "uno de los mayores talentos que ha habido, un tipo tocado por una varita". Su técnica de salto aún le provoca asombro. "Transformaba en vertical la velocidad horizontal de la carrera de aproximación en muy poco tiempo. Tenía una batida portentosa, se catapultaba en el aire y tenía una forma de entrar en la tabla muy limpia".

Aunque se procuró un generoso medallero (una plata y un bronce en mundiales, otra plata y otro bronce en mundiales en pista cubierta y una plata y un bronce más en europeos, todo ello entre 1999 y 2003), el chico lampiño y retraído que surcó los cielos en Japón jamás superaría aquellos 8,56 metros. "¿Por qué no lo consiguió? No se puede explicar. Todos los atletas baten récords y luego no vuelven a superarse a sí mismos: Usain Bolt, Carl Lewis… todos. Quizá tuvieron que ver la falta de confianza en sí mismo y las lesiones", dice Azpeitia, que volvería a entrenar a Lamela en el tramo final de su carrera después de que tras los Juegos Olímpicos de Sidney el saltador decidiese probar suerte lejos de Asturias. "No podíamos recuperar su mejor versión. Tenía muchos achaques físicos y, además, estaba depresivo, como doblado", lamenta el mentor de un joven que, hace ya un cuarto de siglo "devolvió a España la fe en el atletismo" y al que un infarto de miocardio se lo llevó desgarradoramente pronto, cuando solo tenía 36 años.

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