El mensaje y el tiburón: así se construyó el nuevo Ferran Torres

El otro fútbol, el que emana de las facultades psicológicas, terminó la construcción, usando las palabras de Xavi Hernández, del nuevo Ferran Torres el pasado verano. Los tres goles marcados al Betis, el primer triplete con el Barça el día que cumplía 100 partidos de azulgrana, invitan a describir la reconfiguración futbolista del renacido delantero valenciano.

Mencionó Xavi en la víspera del duelo la existencia de “un mensaje muy importante” que le había mandado Ferran en la pretemporada. Consistió en la aseveración, casi una promesa del jugador, de que no pensaba marcharse del Barça, de que persistía en su idea de triunfar, aferrado a su contrato. No dejaba de tener cierto valor, aunque algunos lo consideraran una amenaza, que el extremo exhibiera esa fe con la mala temporada que había protagonizado, con solo dos goles en cinco meses y orillado al banquillo.

Del toro al tiburón

Destacó Xavi que Ferran “había dado la vuelta a la tortilla” por su entereza anímica y la voluntad de resistir, cuando no combatir a las adversidades. El delantero lo demostró devorando al Betis.

Lo supieron antes, o al mismo tiempo, sus compañeros, que vieron la reconversión de un hundido Ferran. "Estoy hecho un toro, nadie va a poder conmigo”, anunció durante las pasadas vacaciones. No gustó el símil, por vulgar y manido, entre los amigos del Barça. Les hizo más gracia el del Tiburón.

Nació el apodo de un encuentro de Ferran con el luchador georgiano-español de artes mixtas Ilias Topuria en Miami. Al jugador valenciano le impresionó la seguridad con que se expresó el peleador antes de un combate, convencido de que iba a ganar en el primer asalto al rival. Dijo Topuria que él era un tiburón, explicó la anécdota Ferran en el comedor de Sant Joan Despí, y los demás le atribuyeron el apodo en la versión futbolística.

Siete un año, siete el otro

A Ferran no sólo le hizo gracia, sino que se lo quedó para sí. Sin miedo a que el símil pudiera ser grotesco por la nula voracidad goleadora que había exhibido con tan funesto cierre de la campaña anterior y una dudosa marca de 16 partidos sin ver portería.

No había acabado tampoco bien la primera, la de su llegada al Barça, aunque anotó 7 goles en 26 partidos. En la segunda igualó la marca de esos 7 goles, pero en 45 apariciones. Ferran no tenía nada de depredador.

Reformulación antes de los 24

Pero antes de hablar con Xavi, con sus compañeros y con Topuria, había empezado el futbolista su reformulación antes de cumplir los 24 años el próximo 29 de febrero. También es especial por la fecha de su nacimiento, que reaparece en el calendario cada cuatro años. Y la empezó con una preparación básicamente psicológica y física; la técnica y táctica correspondería al Barça y a Xavi.

Ferran se dio cuenta de que su carrera apuntaba un declive y reaccionó. Su vida era el fútbol y debía entregar toda su atención y dedicación. “Si seguía igual iba a acabar jugando con mis amigos en el Foios”, explicó el delantero, aludiendo al equipo de su pueblo. Despuntó a los 17 años, cuando debutó con el primer equipo del Valencia. Al regreso de Sevilla, confesaba: "Estoy en el mejor momento de mi carrera, cuando más confianza y más fuerte mentalmente me siento".

El psicólogo y el preparador

Acudir al psicólogo no le costó tanto tras escuchar los consejos de los allegados. “El primer paso para solucionar un problema es admitir que tienes un problema”, asumió, al tiempo que se ponía en manos de un preparador físico y un nutricionista para llegar a la última pretemporada más fino que nunca. No iba repetirse la experiencia del verano de 2022, cuando se presentó en Sant Joan Despí con una herida tal en el pie que le impidió iniciar los entrenamientos como los demás. Una herida que se había hecho durante las vacaciones en una piscina.

Corrió más sangre por el Guadalquivir. El Betis se desangró por las tres dentelladas que le clavó Ferran, que ya ha superado su marca goleadora en el Barça. Fueron siete goles en la media temporada de estreno (cuatro en la Liga), siete en la segunda (cuatro en la Liga) y eran cuatro antes del duelo del Villamarín, que ya son siete, más otros cuatro entre la Champions y la Copa. Once en total. El tiburón muerde tanto como Lewandowski.