PRIMER ANIVERSARIO

Qatar, un año después: ¿qué ha cambiado tras el Mundial de la vergüenza?

Cuando se cumple el aniversario del inicio del torneo, Amnistía Internacional denuncia los abusos que se siguen produciendo contra los trabajadores migrantes, mientras la FIFA continúa trabando alianzas con dictaduras como Arabia Saudí

Trabajadores migrantes ven la retransmisisión del España - Alemania del Mundial de Qatar 2022.

Trabajadores migrantes ven la retransmisisión del España - Alemania del Mundial de Qatar 2022. / EFE

Sergio R. Viñas

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Este lunes se cumple exactamente un año de aquel partido entre las selecciones de Qatar y Ecuador que dio inicio al Mundial de fútbol de Qatar 2022. Sí, ese encuentro sin historia, de ese Mundial de la vergüenza, resuelto por los sudamericanos a la media hora y marcado por la espantada de aficionados locales en el descanso, desencantados con la actuación de su selección y, seguramente, también con el fútbol en general, una afición que en ningún momento ha llegado a calar entre las élites del país.

Pero no era el fútbol lo que importaba en Qatar durante el Mundial de fútbol, por paradójico que suene. Que Argentina levantara, un mes después, su tercera Copa del Mundo, a lomos de un Leo Messi estelar, fue una circunstancia secundaria para un país que durante cuatro semanas se convirtió en un 'Show de Truman' para occidentales. Se trataba de vender modernidad, de presentar a Qatar como un país avanzado y normalizado en la esfera internacional, utilizando el fútbol como herramienta de 'sportswashing'. Pero no engañaban a nadie.

El rol de la FIFA

La dictadura contó con la FIFA de Gianni Infantino como férrea aliada para defender su discurso. No presidía el organismo el dirigente suizo cuando se produjo la polémica (y presuntamente corrupta) asignación del Mundial a Qatar, pero asumió la infamia como suya y la defendió con uñas y dientes, hasta el punto de animar a los países europeos a imitar la política migratoria del emirato.

"Hoy me siento qatarí, árabe, africano, gay, discapacitado, trabajador migrante", decía Infantino hace hoy un año y un día, en el arranque de un discurso con afirmaciones como esta: "En Europa cerramos nuestras fronteras y casi no permitimos la llegada de estos trabajadores. Y aquellos que llegan tienen que experimentar una ruta muy complicada a la que solo sobreviven unos pocos. Si a Europa de verdad le importara el destino de estos jóvenes, podría hacer lo que hace Qatar: crear rutas legales para que al menos un porcentaje de estos trabajadores llegara a Europa, para que tuvieran un puesto de trabajo, aunque sea con un salario bajo, y un futuro".

La realidad, sin embargo, difería mucho de aquellas palabras y lo sigue haciendo hoy, un año después de aquella grandilocuente puesta en escena en el estadio Al Bayt de Jor, con Morgan Freeman como oportuna herramienta de blanqueamiento (una más) del régimen. El mundo, en líneas generales, ha pasado página de Qatar, ya no importa sin una pelota rodando, pero ciertos organismos no lo han hecho.

La situación de los migrantes

Amnistía Internacional acaba de publicar un exhaustivo informe centrado en los avances (o falta de ellos) que se han producido en los últimos meses en Qatar en relación a las condiciones de los trabajadores migrantes, en un país en el que el 80% de sus habitantes procedentes de otros países, principalmente de países pobres de Asia y África.

"La necesidad de proteger a los trabajadores de Qatar de la explotación y el abuso sigue siendo igual de urgente ahora como lo era cuando empezó el campeonato. Las escasas áreas que han experimentado progresos en los últimos 11 meses, como la extensión de la prohibición del trabajo a ciertas horas en verano [por las asfixiantes temperaturas], quedan eclipsadas por la ausencia de progresos en reforzar reformas laborales implementadas antes del Mundial, así como los castigos por quebrar las leyes laborales", reza el informe de Amnistía Internacional en sus contundentes conclusiones.

La lectura del informe completo lleva a una conclusión clara: la presión internacional y las críticas a la celebración del torneo en un régimen dictatoriales forzaron ciertas mejoras en las condiciones laborales de los trabajadores migrantes, pero el Mundial estableció prácticamente un punto final en ese aperturismo e implementación de los derechos humanos en la legislación qatarí.

Amnistía Internacional pone el foco en diversos aspectos, como la falta de libertad de los trabajadores para cambiar de empresa. Necesitan un permiso explícito del Gobierno, pero este apenas aprueba la mitad de las solicitudes que recibe, según los datos facilitados por la propia administración qatarí a la oenegé. En muchos casos, la denegación se recibe vía SMS, sin ninguna explicación, "lo que impide a los trabajadores conocer cuál es el problema para resolverlo de cara a una próxima solicitud".

Pagar para trabajar

También continúa intacta, siempre según el informe, la práctica de tener que pagar una cuota a fondo perdido para obtener un primer empleo en Qatar. El informe detalla que, según datos oficiales, el 90% de las personas que trabajaron en el Mundial pagaron ese dinero (en la mayoría de casos, entre 1.000 y 3.000 dólares americanos, llegando a veces hasta casi 5.000), un significativo repunte, pues el porcentaje había caído del 97% al 68% entre 2021 y 2017. Cantidades que, por descontado, son descomunales para personas que huyen de la pobreza en sus países de origen.

En materia de justicia laboral, Qatar tampoco ha ido a mejor, más bien al contrario con el avance del año actual. Entre enero y septiembre, el ministerio de Trabajo qatarí, según sus propios datos, recibió 20.202 denuncias. Entre enero y marzo se estudiaron una media de 1.170 casos mensuales, pero la cifra cayó a 72 al mes entre abril y septiembre.

El informe entra en detalle de otras materias laborales, pero solo se ciñe a ellas. Es decir, no aborda otros aspectos como la discriminación de las personas LGTBI (la homosexualidad sigue figurando en su Código Penal) o la limitación de los derechos de las mujeres. Por no entrar en cuestiones de ámbito climático o de gestión responsable de recursos naturales.

Desvío de responsabilidad

Amnistía Internacional, en todo caso, insta a la FIFA, a la que acusa de "negar y desviar su responsabilidad sobre el abuso contra los derechos humanos" en Qatar, a "solicitar compromisos con los derechos humanos claros y vinculantes para todos los países que quieran albergar el Mundial o cualquier de los torneos de que organiza".

Una petición que, huelga decirlo, ha caído en saco roto antes incluso de ser formulada. Hace apenas unas semanas, la FIFA consumó el éxito de la cuidada estrategia que urdió para que el Mundial 2034 fuera asignado a Arabia Saudí. Un país todavía más atrasado en el respeto a los derechos humanos que Qatar y que ha conseguido prácticamente a dedo la organización de una Copa del Mundo sin que casi nadie se lleve las manos a la cabeza.

Viendo el precedente de Qatar, es fácil adivinar lo que se viene en la próxima década: un tímido aperturismo frente a la opresión en las materias menos conflictivas para que las críticas occidentales se minimicen y un compromiso de continuar esa senda una vez finalizado el Mundial que, seguramente, nunca llegará. En Qatar no lo ha hecho. La pregunta es pertinente y la respuesta bastante evidente: ¿Sirvió para algo el Mundial de la vergüenza?