Hasta aquí, por Enrique Ballester

Saber dónde marcar el límite es a menudo lo más difícil. Puede ser fácil decir ‘hasta aquí’, pero no tanto saber cuándo decirlo 

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Enrique Ballester

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Vi la historia de refilón y no quise profundizar por si era mentira. Ojalá lo que me pareció ver sea verdad: vi al colegiado Ais Reig, de Segunda División, recibir las protestas de una jauría de futbolistas, sacar el spray que usan los árbitros para señalar la distancia en las barreras y pintar sobre el césped una línea. ‘Hasta aquí’. El árbitro les dijo que de ahí no podían pasar, que estaba escuchando a los del Var y que le dejaran tranquilo. Los futbolistas obedecieron como unos cachorrillos. Fue sin duda la mejor acción del partido.

O de la temporada, igual. Este particular uso del spray temporal de los árbitros arreglaría un montón de problemas en el mundo. Para empezar, los cotidianos. Si te están agobiando en casa los niños, sacas el spray y les dices ‘hasta aquí’, y les dejas claro que detrás de la línea pueden jugar y hacer lo que quieran, pero que de ahí no pasen y te dejen un momento tranquilo. El spray mágico arbitral insinúa múltiples usos. Si se te pone un tipo súper alto justo delante en un concierto y no ves nada, pues sacas el spray y ajustas la distancia para ganar la mirada al escenario, y todos tan amigos. El spray mágico evitaría también multitud de divorcios. Como la línea que dibuja se borra a los pocos minutos se entiende que no quieres construir un muro. Simplemente necesitas un momento de calma, sin rencores. El beneficio de lo íntimo.

El spray resolvería disputas territoriales y conflictos por una linde: el mensaje que envía es diáfano pero no abusivo. El spray nos acercaría a la paz mundial, aunque tampoco aseguro que fuera todo fácil y bonito, porque a menudo saber dónde marcar la raya es lo más difícil, y los límites más complejos son en realidad los invisibles.

El juicio justo

Saber dónde marcar el límite es con frecuencia lo más complicado. Para ser un buen cronista: no es fácil saber dónde se sitúa el juicio justo. Para ser un buen entrenador, también, imagino: no debe de ser fácil saber cuándo eres demasiado blando o demasiado estricto. Cuándo te pasas de exigente o cuándo se te escapa el control del equipo. Puede ser fácil decir ‘hasta aquí’, pero no tanto saber cuándo decirlo.

Todo esto en mi cabeza genera un debate recurrente. Con mis hijos, por supuesto: me pregunto cómo ayudar a que se esfuercen para aprender sin agobios ni traumas, cómo hacer las cosas bien y que al mismo tiempo ser niño siga siendo algo divertido. Dónde está el límite. A veces es un enigma.

Los que tendemos a decir siempre ‘sí’ también nos veríamos beneficiados por un spray como el de los árbitros. Porque hay gente que se aprovecha de los que no sabemos decir ‘no’. No solo pasa en el trabajo, pero se ve claro en el trabajo. Quiero tener un spray mágico y trazar esa línea. ‘Hasta aquí’. Más veces. Me gustaría.

También me gustaría no pasarme la vida sintiéndome culpable. Esto es muy habitual en la vida adulta, lo sé, pero por muy responsables que estemos, por muchas cargas que dependan de nosotros, de vez en cuando necesitamos rendirnos y perder un partido. Necesitamos sacar el spray y decir ‘hasta aquí, estoy cansado, hoy me rindo’.

La otra noche fue así, entre amigos, y no pasa nada. Al día siguiente todo seguía en su sitio. Además, abordamos una gran cuestión, todo sea dicho: si jugara un equipo de abuelos de 90 años contra otro de niños de 4, ¿quién ganaría el partido?