EL 10º ANIVERSARIO DEL MAYOR ÉXITO DEL FÚTBOL ESPAÑOL (Y 7)

Del Bosque rememora la conquista del Mundial: "Estábamos predestinados"

Del Bosque, en los actos conmemorativos del décimo aniversario del Mundial en la sede del CSD.

Del Bosque, en los actos conmemorativos del décimo aniversario del Mundial en la sede del CSD. / periodico

Marcos López

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A Vicente del Bosque, salmantino y madridista, camino de los 70 años, le "empalagan" los recuerdos. Hasta "algo de vergüenza" siente el técnico, ya retirado del fútbol, viviendo justo detrás de la vieja ciudad deportiva del Madrid, donde pisaba entonces feliz los campos de tierra, cuando España gira la vista atrás y vuela hacia el Soccer City de Johannesburgo, donde tal día como hoy, hace justamente una década, se instalaba en el Everest del fútbol mundial.

No solo se cosía una estrella de campeona sino que se colaba, y ya para siempre, en la memoria de las grandes selecciones. Y él, Vicente, salmantino y madridista, hombre de firmes convicciones, capaz de provocar consenso y de hacer creer a los jugadores que eran ellos los que mandaban cuando, en realidad, quien llevaba el controlde aquel inolvidable equipo era él.

Al técnico le "empalagan" los recuerdos y tanto homenaje por el título mundial

Vicente, hijo y nieto de ferroviarios, cuya infancia se desarrolló en el barrio del Garrido de Salamanca antes de irse a Madrid con 16 años, heredó ese espíritu de Fermín, su padre, un hombre recto, cabal, progresista y republicano en tiempos de represión, que estuvo encarcelado tras la Guerra Civil.

Una persona, como suele recordar el técnico, sin dobleces, angustiado siempre por la responsabilidad de cumplir, austera por obligación. Y, al mismo tiempo, por convicción. Como su hijo Vicente.

"Inercia positiva"

Austero es, por supuesto, Del Bosque, el técnico que tomó la mejor (o peor)herencia posible:una España campeona de Europa en el 2008 guiada por la sabiduría popular y la tremanda valentía de Luis Aragonés, el Sabio de Hortaleza, el verdadero transgresor que necesitaba el autocomplaciente fútbol español, refugiado siempre en la excusa.

"Me decían todos que era el peor momento para coger la selección. Y yo pensaba entonces para mí: ''Sí, es el mejor'!"

"Me decían todos que era el peor momento para coger la selección. Y yo pensaba entonces para mí: ‘¡Sí, es el mejor momento! ¡El mejor! ¿Por qué? Porque había una inercia positiva", recuerda Del Bosque, igual de abrumado ahora por los reconocimientos que hace 10 años. "A nivel de clubs habíamos mantenido una hegemonía en el fútbol europeo con el Barça, Madrid, Atlético, Sevilla, Villarreal...", explica incluyendo a todos en el origen del auténtico Big Bang de la selección.

España fue obra de un atlético (Luis), guiada por un madridista (Vicente) con la esencia más culé en su estilo (Johan+Pep)

Un equipo parido por un símbolo colchonero (Luis), mejorado desde la excelencia por un madridista de cuna (Vicente) con la esencia ideológicamente más pura del barcelonismo innovador (Johan+Pep).

"Teníamos una buena base y ya, desde el 2008, con Luis que fuimos campeones de Europa ya se veían unos jugadores muy buenos, muy coordinados todos y con un estilo de juego reconocido", apunta Del Bosque, cuya vocación didáctica (estudió primero de Magisterio y luego se sacó el título de entrenador) iba a resultar fundamental, inspirado siempre en su carrera por dos figuras en los banquillos tan separadas (Miljanic, Molowny y Boskov) como, a la vez, cercanas.

El pase acabó con la furia

Luis rompió las barreras que nadie se atrevió antes y le dio el poder al balón. Curioso. Él, un tipo que amaba el contragolpe, se puso en manos de los pequeños (Xavi, Iniesta, Silva...) para acallar a Alemania en el 2008, prólogo de la tormenta perfecta que desató la España de Vicente dos años más tarde.

Se adueñó la selección de la pelota y enterró ancestrales dramas y excusas que le dejaban en la nada

El pase como idioma universal entre todos ellos para enterrar, y ya para siempre, la anacrónica furia española que se quedaba siempre en la puerta de la nada. Cuando no era un codazo de Tassoti a Luis Enrique (Estados Unidos-1994)  era el no gol de Cardeñosa a Brasil (Argentina-1978), el robo arbitral de Al-Ghandour (Corea-2002) o el gol que sí fue de Michel (México-1986), pero el árbitro no vio. ¿El VAR? No existía en el siglo pasado.

Hasta que llegó Luis y se quedó con el balón para pasárselo delicada y venenosamente. Y luego, Vicente tocó más de lo que parecía o se veía para, inteligente y discreto como fue, construir una selección indestructible, que se levantó con tanta energía de la primera bofetada que se transformó en un icono de seguridad.

Hombre de palabra

"Tras perder contra Suiza, le dije a los jugadores:'Si ganamos los seis próximos partidos seremos campeones del mundo. Cosa que ocurrió'. Esa reflexión llegó tras una noche sin poder conciliar el sueño para el técnico, mientras los seis capitanes de la selección se reunían en una habitación de Potchefstroom con Fernando Hierro, el director deportivo de la federación.

"Era un grupo sano de jugadores, muy sano, con un ambiente cordial y saludable" 

"Era un grupo sano, muy sano, con un ambiente cordial y saludable", admite el salmantino, capaz de aglutinar a los futbolistas, tomando decisiones trascendentales ocultas siempre bajo un tono de suavidad y moderación.

"Desde Barcelona nos decían que quitarámos a Xabi Alonso y desde Madrid nos pedían quitar a Busquets. No fuimos tercos sino que nos basábamos en lo que era mejor para el equipo porque se trataban de dos jugadores importantísimos", recuerda.

Quedó sepultada en Sudáfrica la rivalidad entre Barça y Madrid

Ni uno ni otro abandonaron el once inicial de una España que superó crónicas y tribales rivalidades entre Madrid y Barça para ser un equipo coral y «moderno», como sostiene orgulloso el técnico. "Pensábamos que podíamos hacer un buen Mundial", dice sin presumir, recordando que "teníamos todo a nuestro favor y que si nos acompañaba la suerte podíamos hacerlo". Y se hizo.

Del miedo al éxtasis

Tras la derrota en el debut, España sufrió el miedo a no estar a la altura de su responsabilidad («con Honduras no jugamos bien y luego es verdad que camino del partido ante Chile no hablaba nadie en el autobús, nadie es nadie») hasta que se liberó para subir sin necesidad de oxígeno artificial la inexplorada ruta hacia el Everest.

Mientras Del Bosque iba sigilosamente tocando teclas (la entrada de Pedro desquició a Alemania) antes de que Iniesta descubriera el silencio en el Soccer City y rindiera tributo eterno a Jarque, su amigo. "Contra Alemania jugamos nuestro mejor partidos. Y encima les ganamos con un gol de cabeza", dice asombrado Del Bosque sobre el gol de Puyol. O sea, el mundo al revés. "Estábamos predestinados", sentencia Vicente tras hollar la cima.

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