ESCÁNDALO EN UNA POTENCIA DEPORTIVA

Lo que el éxito deportivo surcoreano esconde

Una ola de denuncias destapa los abusos sexuales sufridos por las jóvenes atletasdel país asiático

El presidente del comité olímpico surcoreano, Lee Kee-heung, pide disculpas por los casos de abusos físicos y sexuales desvelados en su país.

El presidente del comité olímpico surcoreano, Lee Kee-heung, pide disculpas por los casos de abusos físicos y sexuales desvelados en su país. / periodico

Adrián Foncillas

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Detrás de una medalla al pecho, el cajón más alto y el himno nacional se presumen sangre, sudor y lágrimas. Los surcoreanos aprenden estos días que sus atletas vertieron más de las relacionadas con el esfuerzo. Una cadena de denuncias ha destapado los abusos físicos y sexuales en un sistema deportivo y sociedad que los esconde bajo la alfombra. El país se pregunta en el diván si la gloria deportiva merece esa factura de violaciones, agresiones y miedo.

Shim Suk-hee generó el tsunami la semana pasada. La patinadora sobre hielo, de 21 años, denunció que había sufrido abusos sexuales desde que era menor de edad. Shim no es una cualquiera: ha ganado cuatro medallas olímpicas en uno de los deportes más seguidos en el país. Señalaba a su entrenador, Cho Jae-beom, quien ya había sido condenado a diez meses de cárcel por abusos a Shim y otras cuatro deportistas. Desveló que recibió tantos puñetazos y patadas que creyó que iba a morir durante la preparación de los JJOO de Pyeongchang del pasado año, celebrados en Corea del Sur.

Un grupo que fiscaliza lo ocurrido en la especialidad ha hallado otros seis casos de abusos sexuales en apenas dos meses. Su fundador, un entrenador comprensiblemente asqueado con su gremio, ha aclarado que solo "es la punta del iceberg". Las referencias al iceberg acompañan cualquier estudio. El informe oficial del Comité Olímpico de Corea contabilizó 124 casos de violencia física y sexual en los últimos cuatro años. Incluían 16 violaciones, cinco de ellas en patinaje. Esas cifras descartan la teoría de las escasas manzanas podridas que esgrimían muchos. El informe, aclararon los responsables, sólo era lo que emergía del iceberg. Una encuesta de 2014 ya alertaba de que una de cada siete atletas había sufrido abusos sexuales el año anterior y que el 70% guardó silencio.

Presión para evitar denuncias

Detrás está el miedo al final de la carrera deportiva y a la reacción de una sociedad patriarcal que sublima la jerarquía. "Cuando ocurre un comportamiento arbitrario, inapropiado o abusivo, se mantiene en secreto para no dar mala prensa al grupo", sostiene por correo electrónico Linda Hasunuma, profesora de Ciencia Política de la Universidad de Bridgeport y estudiosa de cuestiones de género en Corea del Sur. Muchos entrenadores son glorias nacionales a los que las niñas deben respeto y obediencia. "Las reputaciones, las carreras y los sueldos de mucha gente dependen de ellos y el sistema, así que existe una presión para evitar las denuncias e ignorar el problema", continúa. En la corajuda y contracultural denuncia de Shim ven algunos un nuevo horizonte.

Sorprende la ola de indignación cuando los indicios ya sugerían que algo olía a podrido en Seúl. Un predecesor de Cho había sido suspendido indefinidamente en 2014 por abusos sexuales y tres años después volvía a entrenar. Cinco patinadoras abandonaron los entrenamientos 12 años atrás por el amontonamiento de desmanes. La tenista Kim Eun-hee ya había relatado a la prensa internacional las violaciones sufridas desde los 10 años. Y, abierto el camino por Shim, otras se han animado. Shin Yu-yong, de 23 años, denunció violaciones sistemáticas durante un lustro por un entrenador que le ofreció medio millón de wons (menos de 400 euros) por su silencio.

Una de las sociedades más tecnificadas del mundo forma a sus deportistas en un sistema de raíz comunista más propio de China o Rusia. Contempla su reclusión con entrenadores que organizan su vida diaria al detalle. El cuadro facilita los abusos, especialmente en las menores de edad.

La influencia del #MeToo

Soplan vientos de cambio. El presidente del país, Moon Jae-in, ha exigido el fin del "sórdido" envés del deporte nacional. El presidente del Comité Olímpico Coreano, Lee Kee-heung, se ha disculpado con las víctimas y reconocido que su organización desalentó las investigaciones. Pero persiste el problema de cambiar un sistema que funciona. Los entrenadores traen gloria individual y nacional y romper el silencio atenta contra la fórmula. Corea del Sur, con apenas 50 millones de habitantes, es una potencia deportiva. Ha organizado juegos de verano e invierno, frecuenta el top diez en los medalleros y domina en arco, taekundo o patinaje. El grueso de la gloria llega de las mujeres y éstas han dicho basta tras la explosión del movimiento #MeToo en un país machista. "Hay ímpetu social, activismo y suficiente atención mediática para crear la suficiente presión que cambie el deporte", señala Hasunuma.