EL CLÁSICO CONTRA EL LICEO

Edu Castro, un letrado en el banquillo

El entrenador del Barça de hockey, un abogado de izquierdas y ávido lector, es un "bicho raro" en el deporte de élite

Edu Castro posa junto a las porterías de hockey, en el Palau Blaugrana.

Edu Castro posa junto a las porterías de hockey, en el Palau Blaugrana. / periodico

Eloy Carrasco / Barcelona

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De vez en cuando aún lo confunden con Josep Maria Bartomeu, de hecho hace solo unos días un exaltado le increpó en Sant Hipòlit creyendo que era él, y hasta el presidente ha reconocido en alguna ocasión que, caramba, no son dos gotas de agua pero, sí, hay hermanos que se parecen mucho menos. Existe otro punto en común, ya lejano, porque en sus orígenes deportivos ambos pasaron por el Espanyol, pero seguramente ahí acaban las semejanzas entre Edu Castro y Bartomeu. De cerca nadie es normal y el presidente tendrá sus cosas, pero el entrenador del Barça de hockey sobre patines, que este sábado disputa el duelo máximo de la OK Liga contra el Liceo de A Coruña (16.00 horas, Esport 3), es directamente un bicho raro.

Tras 35 años como técnico, 12 de ellos como azulgrana, debuta en el clásico ante el Liceo al frente del primer equipo

Amigo de Juanma Lillo, abogado en ejercicio hasta hace cuatro años -cuando recibió el encargo de saltar a segundo entrenador y secretario técnico de la formación azulgrana-, lector estos días de Bertrand Russell, de Pessoa y de Vila-Matas, estudioso de la teoría del caos y observador de la geometría fractal como inverosímil medio de mejorar las prestaciones de su equipo, Castro (Vigo, 1966) presenta demasiadas aristas como para encajar en el mundo del deporte de élite, por lo común plano. Y, sin embargo, finalmente ha encajado.

Este hijo del 'baby boom' y de la masiva inmigración gallega de los 60 se ganaba la vida como letrado en su despacho de la calle Urgell, pero la sangre de sus venas siempre ha corrido en patines. "Yo tendría 12 años, vivía en Bellvitge y en el colegio de los jesuitas Juan XXIII jugaba sus partidos el Espanyol de hockey, supongo que no tenía cancha propia. El caso es que me enganché. Nunca he hecho otro deporte, jugué hasta los 23 años y ya desde los 16, que alternaba las dos cosas, soy entrenador". No solo él. También sus dos hermanos, Roberto y Alexis, se dedican a esto.

«Lo mío es esto»

Edu ha pasado por muchos sitios, se ha fajado en media Catalunya, en cualquier categoría, hasta que en junio llegó al fin a la cima del Barça para sustituir a Ricard Muñoz, de quien había sido segundo. Profesional del hockey a tiempo completo, cuando le comentas que si, al cabo de tres años, quizá cinco, se acaba el sueño y tiene que volver sin problemas a lo suyo, es decir a la abogacía, se revuelve: "Es que lo mío es esto", y señala el Palau Blaugrana, donde se sumerge con sus cavilaciones tácticas, psicológicas y humorísticas, que de todo mete en el capazo para sublimar el nivel de sus diez jugadores.

Lector de Bertrand Russell, Vila-Matas y Pessoa, entre otros muchos, estudia la teoría del caos para tramar estrategias para sus jugadores

Nunca hasta ahora había habido entrenamiento todos los días en la sección de hockey del club. "Si queremos estar a altura de las demás secciones, tenemos que actuar como las demás secciones. Cualquier rival se enfrenta a nosotros como si fuera la final del Mundial", explica, porque así son los peajes de los más grandes. "El Barça es la cumbre y precisamente por eso la presión es enorme. Perder es impensable, ganar no es más que un alivio".

Los recónditos secretos del juego deciden partidos. La semana pasada, el Barça ganó en su debut en la Liga Europa ante el Forte dei Marmi. El tiempo se echaba encima y los italianos resistían el 0-0, hasta que el delantero Pablo Álvarez, a quien es fácil encontrarle afinidades con Messi porque es argentino, es zurdo y es un genio de lo suyo, marcó en una falta directa ejecutada con un prodigio técnico. "Detrás de ese gol hay horas de vídeo. Habíamos analizado todos los movimientos del portero rival en esas jugadas, y salió bien", cuenta Castro, que disimuladamente se agachó a coger su botella de agua justo en el momento del tiro, para no cruzar la mirada con la del destino de un lance decisivo. Manías, supersticiones. Cábalas mentales para sobrellevar la tensión. "Un día me voy a quedar en el banquillo".

En su Barça procura aplicar los preceptos que se inculcan en la Masia y que rehúyen el lenguaje bélico. «En vez de 'ataque', preferimos decir 'posesión'; no hablamos de 'defensa', sino de 'recuperación'; no es 'tiro', sino 'chut', y nos gusta más 'organización' que 'orden'". «Ser un bicho raro -añade- ayuda a lograr las metas. Un entrenador es un comunicador. Yo tengo que explicar siempre las mismas cosas, y debo hacerlo de maneras diferentes para que entren. A veces con psicología, a veces con risas y a veces con pedantería, para sorprender». Aparecen aquí sus lecturas sobre geometría fractal (mejor véase Google) y los indescifrables vaivenes de las bandadas de pájaros y los bancos de peces. De todo se puede sacar alguna lección, sostiene, para mecanizar ciertos flujos del hockey. 

La coincidencia con Lillo

A nadie le puede parecer extraño que Edu Castro congeniara con Juanma Lillo una vez que coincidieron en Madrid en un congreso de entrenadores, y que desde entonces se vean ocasionalmente para, con el catecismo del juego posicional como pretexto, intercambiar impresiones de diverso calado.

"El Barça es la cumbre y por eso hay tanta presión. Perder es impensable, ganar no es más que un alivio", afirma

Y está el 'procés', asunto de crispación general que desde la órbita del Barça hay que tratar con especial tacto. Pero sin tapujos: Edu Castro tuvo un abuelo preso en un campo de concentración de Zamora durante la guerra civil, y su padre, abogado también, operaba en la clandestinidad laboralista en los años duros de la Seat. O sea, se declara "hombre de izquierdas" y por lo tanto lamenta que el "debate de fondo" haya sido "hurtado". "No entiendo que se diga que la legalidad no puede cambiar la legalidad". Es, y lo dice abiertamente a pesar del peligro que entraña la confesión, "un equidistante". Le escandalizó la violencia policial del 1-O y considera que lo más sensato sería convocar "un referéndum en el que nos contemos de una vez".

Las últimas semanas arrojan también para él un parte de víctimas sentimentales. Se le ha caído un poco Serrat y bastante más Sabina, el ídolo al que se prendió desde que lo vio actuar «ante diez personas» en la Festa del Treball de 1984 "como telonero de Los Chichos y Víctor y Ana".

"No entiendo que se diga que la legalidad no puede cambiar la legalidad", afirma sobre el ‘procés’

"En fin, me voy al vídeo", se despide. Le esperan las grabaciones de los últimos partidos del Liceo que llega esta tarde al Palau. Las observará minuciosamente, con la certidumbre de que en algún momento aparecerá la fisura, la pequeña debilidad técnica o táctica que tal vez sus formidables jugadores sabrán aprovechar. Horas de paciencia en busca de un instante de explosión. La vida de un entrenador.

El 'stick como puente entre Catalunya y Galicia

Antes del de hoy en el Palau, Barça y Liceo se han enfrentado 111 veces, con  63 victorias del Barça, 22 del Liceo y 26 empates. La <strong>supremacía azulgrana </strong>es clara, pero es que el club coruñés no apareció entre los grandes hasta los años 80, cuando un hecho concreto cambió la historia del hockey español. El entonces modesto equipo gallego, presidido por un tal <strong>Augusto César Lendoiro</strong>, fichó contra toda lógica (estaba en Segunda División) al argentino <strong>Carlos Gil</strong>, uno de los mejores jugadores del mundo. El Liceo progresó rápidamente y ganó la Liga por primera vez en 1983, entró para siempre en la élite y Gil se convirtió en una especie de <strong>gurú</strong>, en el gran sabio que, como jugador y entrenador, encumbró al club. Paradójicamente, el de hoy será el primer clásico en muchos años sin Gil, <strong>retirado </strong>tras 27 temporadas, 20 de ellas como entrenador.