Opinión

Astrid Barrio

Astrid Barrio

Profesora de Ciencia Política de la Universitat de València. Miembro del Comité Editorial de EL PERIÓDICO

Sin mayoría independentista todo es posible

Salvador Illa, candidato del PSC, gana las elecciones en Catalunya

Salvador Illa, candidato del PSC, gana las elecciones en Catalunya / Manu Mitru

Una de las constantes de la política catalana desde 1984 es que en las elecciones al Parlament siempre ha habido una mayoría nacionalista que desde 2012  mutó a independentista.  Esta circunstancia ha permitido que desde la recuperación del autogobierno Catalunya siempre haya sido gobernada por nacionalistas o independentistas  incluso tras las elecciones de 1980,   las únicas  en las que no se dio esa mayoría.

Primero hubo los gobiernos nacionalistas  liderados por Jordi Pujol durante seis legislaturas de 1980 a 2003,  tres de las cuales -las de 1984, 1988 y 1992- fueron con mayoría absoluta. Más recientemente, de 2012 a 2024,   ha habido gobiernos  independentistas a través de diversas fórmulas pero siempre en minoría: en 2012 CiU en solitario,  luego diversas combinaciones entre Junts y ERC -la coalición electoral Junts pel Sí en 2015 y coaliciones de gobierno entre ambas formaciones- con el apoyo parlamentario de la CUP,  y desde 2022 un gobierno muy minoritario de ERC.  Pero es que incluso cuando se ha formado una mayoría no articulada sobre el eje nacional,  y  ese fue el caso de los gobiernos tripartitos en 2003 y 2006,  la presencia de ERC hizo posible que nunca haya dejado de estar presente en el gobierno una fuerza nacionalista o independentista. 

 Pero en estas elecciones se ha roto la tendencia. El independentismo no ha logrado mantener su habitual hegemonía parlamentaria y ha obtenido el peor resultado de su historia y además lo ha hecho con un nivel de fragmentación nunca visto hasta la fecha como consecuencia del acceso de Aliança Catalana a la representación.  Hasta cuatro partidos independentistas no han logrado superar los 61 escaños. Por ello y a pesar de que puede haber alguna tentación, el independentismo tendrá dificultades para reclamar legítimamente el gobierno para sí  y exigirlo a cambio de mantener el apoyo a Sánchez.  Aunque quizás esto es precisamente a lo que se ha referido Carles Puigdemont cuando ha hablado de obediencia netamente catalana y ha aludido a la situación política española donde gobierna el segundo partido.  

En cambio, por primera vez en la historia sí que existe una mayoría estrictamente  constitucionalista,  y sin contar con la ambigüedad de los Comuns,  que es la formada por el PSC, el PP i Vox,  y aunque se trata de una mayoría matemáticamente posible e ideológicamente conectada por el lado del constitucionalismo,  lo cierto es que resulta políticamente inviable como consecuencia de la distancia en el eje izquierda-derecha y sobre todo por el cordón sanitario al que está sometido Vox por parte del socialismo.  

 En  ausencia de mayoría independentista y ante las dificultades para materializar un gobierno minoritario de ese signo o de armar una mayoría constitucionalista solo existen dos posibilidades que evitarían una repetición electoral.  O bien se conforma una mayoría entre los bloques, y aquí existen dos fórmulas posibles,  un gobierno PSC- Junts que sería de naturaleza centrípeta o un tripartito de izquierdas formado por PSC, ERC y Comuns. O bien el PSC trata de gobernar en solitario con apoyos multilaterales, al igual que hizo Pujol en la legislatura fundacional,  y puede intentarlo, como ya avanzó en campaña, con un gobierno amplio y quizás próximo a la idea de concentración. Eso sí que supondría acabar definitivamente con el procés y abrir la nueva etapa a la que Salvador Illa se ha comprometido.  

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