CICLISMO. LA RONDA ESPAÑOLA

La clavícula de Valverde resiste y sigue en la batalla

El conjunto sudáfricano del Qhubeka logra la victoria en Castellón con el italiano Sbaragli

Alejandro Valverde rueda en Valencia, antes de la salida de la etapa de ayer.

Alejandro Valverde rueda en Valencia, antes de la salida de la etapa de ayer.

SERGI LÓPEZ-EGEA

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Era el lugar desde donde se admiraron las embarcaciones de la Copa América. Fue allí donde hubo un circuito de fórmula 1 -hay que aprovechar los espacios públicos-. Sí, era allí, allí mismo, en Valencia, donde llegó el autocar del equipo Movistar. Y, por supuesto, del resto de escuadras de la Vuelta.

Antes de que Iñaki, el conductor del bus, pusiera la tela negra en el frontal del vehículo para preservar la intimidad de los ciclistas, se veía a Alejandro Valverde, siempre sentado en el mismo sitio, en la primera butaca, detrás del conductor. Iba con el torso desnudo y con los tirantes del coulotte caídos. Se veía también cómo Sebastián Unzué, hijo de Eusebio, sobrino de Juan Carlos, que ayuda al equipo en todo lo que puede, se levantaba y se acercaba al Bala porque Valverde no era capaz de levantar el brazo izquierdo, sostenido por una clavícula, dañada pero no rota, en la caída sufrida el domingo camino del Puig Llorença, donde había «paredes y no cuestas», según las palabras de Purito Rodríguez.

Sebastián ayudaba a vestirse a Alejandro, que se retiraba al fondo del bus, mientras Iñaki ponía la tela negra. «Está bien, sin problemas», versión oficial. «Está jodido. Le duele mucho el brazo y no puede levantarlo. Me lo acaban de decir», frase de un excorredor que se había acercado a saludar a sus excompañeros.

Nada mejor,  para salir de dudas, que ver a Valverde, instalado poco después en la primera línea del arco de salida, sonriente (buena señal), y hasta con la impresión de que tenía ganas de salir, para acabar pronto y llegar cuanto antes a Andorra desde Castellón, meta de la décima etapa de la Vuelta. Cinco horas de autobús hasta el Principado tras tres horas y cuarto de carrera.

«No me toques, por Dios, que me duele. Nos hacemos la foto. Pero no me to ques». Así se lo decía Valverde al seguidor que quería fotografiarse a su lado. «Ves -decía Valverde poco después-. No puedo levantar el brazo». Y  hacía la prueba. «Así que no me queda más remedio que agarrar el manillar sin levantarme ».

LA ETAPA / Y así afrontó los 146 kilómetros de la etapa, que lejos de ser llanos, incluían la ascensión al Desierto de las Palmas, por encima de las casas de Castellón. Lejos de descolgarse, para demostrar que sigue vivo e inmerso en la batalla, difícilmente bajó en toda la etapa más allá de la décima posición y hasta animó a su paisano y compañero, José Joaquín Rojas, que también corre con una clavícula lastimada por la caída que sufrió en el descenso de la Cresta del Gallo, en Murcia, el sábado, donde pudo hacerse daño de verdad para quedar solo en un susto. Rojas peleó por la victoria en la misma ciudad donde en el 2011 ganó el campeonato de España por delante de Alberto Contador.

Solo fue tercero porque el italiano Kristian Sbaragli recompensó al conjunto sudafricano del Qhubeka con la victoria, sin cambios en la general, ante el día de descanso y a la espera de las cimas de Andorra.