Análisis
Sin Messi no hay cambio
Cuando más claro había quedado que nada era igual desde Anoeta, que dentro y fuera del campo algo había cambiado, según han ido reconociendo los jugadores (en especial Messi, el foco de aquella crisis que tantos dolores de barriga causó), y que los 11 triunfos consecutivos no eran una casualidad, ni los números de Leo, ni la repetición de una alineación por encima de la rueda de rotaciones, el Camp Nou dio un salto atrás en el tiempo y se sintió como en la antesala de aquel chispazo en Donosti, que se llevó por delante a Zubi y dio hasta para montar unas elecciones. Cuando el equipo y Luis Enrique habían encontrado un punto intermedio entre los deseos de cada uno, y justo cuando asoma la Champions, el Barça volvió a las andadas, como si cayera víctima de la amnesia y fuera incapaz de recordar el camino que le había traído hasta aquí, a un paso del Madrid, listo para el 'sorpasso' y sentirse líder, ni que fuera por una noche. El City eligió el camino contrario, y cerró su larga crisis con un marcador contundente (5-0) después de que Pellegrini sufriera un ataque de pánico e impusiera la ley del silencio con la excusa de pensar en el Newcastle. La jugada le salió bien. Pero el martes es otra cosa.
Cuando más decepcionada se ha mostrado la representante/ex esposa de Dani Alves por el desinterés del club en renovarle y más claro ha dejado que su futuro está en otra parte, un error individual suyo desequilibró el partido. Sería injusto señalarle con 80 minutos por delante, pero tampoco sería justo justificar la derrota en ese accidente. El Málaga merece un reconocimiento. Sumar cinco puntos de seis no es una casualidad, y menos hacerlo con tan buen estilo, sin apenas un mal gesto.
Cuando se había recuperado el interés en las comparaciones con Guardiola, que en algunos casos siempre van más allá de la pura estadística y encierran la obsesiva mala intención de toda la vida, llegó el frenazo, que les obligará a guardar el verbo 'superar' que siempre tienen a mano. Cuando más ligados parecían Messi, Neymar y Suárez, menos se encontraron o lo hicieron a destiempo y, aunque hubo más de un banderazo equivocado, reforzó la sensación de que este Barça será lo que sean sus delanteros. Perdón. Lo que sea Messi y, a continuación, sus acompañantes.
Que Leo haya marcado 14 goles en los 10 partidos después de Anoeta es la gran explicación del cambio. En el 11 ni chutó, nadie lo hizo por él y el Barça perdió. No hay mejor maquillaje que el 10, principio y final de todo, y cuya influencia global es cada vez mayor. No hay que darle tantas vueltas. Muchas teorías sobre la evolución del juego solo se sostienen con él. Así es y así será hasta que Messi quiera.
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