La Liga de Campeones
Punto de injusticia (1-1)
El Rubin vuelve a resistir el asedio del Barça que solo tuvo puntería para empatar de penalti
Queda postergada hasta el 7 de diciembre una de las grandes misiones que le quedan a este majestuoso Barça. Anecdótica e insustancial, si se quiere, vistas las hazañas que ha logrado este equipo las dos últimas temporadas: ganar al Rubin Kazán de una puñetera vez. En una pesada molestia se ha convertido el campeón ruso que ayer, en el tercer enfrentamiento, supo frenar de nuevo a los azulgranas. Como en las anteriores ocasiones, ese ser superior al que invoca Kurban Berdyev echó una mano a los animosos tártaros para salir del césped con una sonrisa de oreja a oreja.
Los ruegos del técnico ruso surtieron efecto, y el Barça alcanzó el pitido final castigado por un punto de injusticia. Lo hizo todo menos ganar. La esperada victoria que busca desde el año pasado, esa simbólica proeza, la podrá abordar dentro de dos meses y pico en el Camp Nou, donde perdió la temporada pasada. Tendrá que rogar más para que le acompañe la suerte. Ayer volvió a darle la espalda. Empató a penaltis y a postes con su rival (1-1), a pesar de que dispuso de suficientes ocasiones para acabar con esa incómoda sensación que le deja siempre el Rubin.
UN RIVAL ATRINCHERADO / No había huelga en Kazán, pero también hubo piquetes. En el césped del estadio, concretamente. Una colección de 10 futbolistas granates protegiendo la portería de un individuo vestido de amarillo y negro para que nadie pasara. Con la fortaleza del Kremlin divisándose por encima de la tribuna lateral, el asedio del Barça fue de los que hacen época. También se recordará durante años que fue inútil.
Guardiola había destacado que el Rubin dominaba todos los registros del juego defensivo. Era, es, cierto. Pero los domina por el amontonamiento. Lo confirmaba la hoja de alineaciones que sirve la UEFA: cinco zagueros, cuatro centrocampistas y un punta, Kornilenko, sobre la divisoria del centro del campo. Aún fue más exagerado. Por momentos eran seis en la última línea y el armario bielorruso distaba 30 metros de su propio portero. Así desde una hora antes del comienzo hasta el final. El gol de Noboa no hizo más que acentuar esa descarada actitud conservadora.
UN MONÓLOGO REPETITIVO / Ante ese panorama, se deduce con facilidad cómo discurrió el duelo. Monótono y repetitivo, con el Barça volcado en la mitad de campo local, con sus jugadores cada vez más avanzados, antes y después del tanto del mediocampista ecuatoriano. ¿Cómo pudo adelantarse el Rubin? Muy fácil: un despeje fallido de Valdés que cayó entre sus defensas, un titubeo y el derribo de Alves a Kaleshin. El penalti y dos
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