Louis Ducruet y Marie Chevallier: la boda de los 'otros' Grimaldi

El hijo de la princesa Estefanía se casa el próximo sábado en la catedral de Mónaco pocas semanas después que su prima Carlota

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Núria Marrón

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La catedral de Mónaco no veía a un Grimaldi ante su altar mayor desde que Rainiero se las apañó para casarse con Grace Kelly y, con la ayuda de Hollywood y Aristóteles Onassis, convirtió un principado decadente e irrisorio en el enclave financiero y turístico que es hoy. Sin embargo, tras 63 años de sequía nupcial, Louis Ducruet, que no es príncipe heredero sino el promogénito de la asilvestrada Estefanía, volverá el próximo sabado al lugar de los hechos –donde también están enterrados los Grimaldi– para casarse con Marie Chevallier, quien dicho de paso tampoco es estrella de cine, sino directora de proyectos en el Casino de Montecarlo.

Está claro que ni el caché de los novios ni las expectativas son comparables a los de hace seis décadas, cuando Mónaco empezaba a ser más un estado mental, una fantasía de emociones y lujo, que un territorio soberano de apenas dos kilómetros cuadrados. Al fin y al cabo, cuando Grace Kelly  ("el volcán cubierto de nieve" que glosó Hitchcock) embarcó en el 'SS Constitution' rumbo a la Riviera francesa, 400 periodistas quisieron acompañarla, mientras que Chevallier cuelga 'stories' en Instagram con sus pruebas de peinados nupciales y pistas sobre la autoría del vestido nupcial (de Rosa Clará, a tenor de la bolsa que arrastraba el martes en el aeropuerto de El Prat tras una visita fugaz a Barcelona).

Preparativos nupciales

Quizá porque las revistas del ramo están siempre más pendientes de los hijos de Carolina –quienes se mueven por el mundo como si vivieran en una portada del 'Vogue'–, poco ha trascendido de los detalles de una boda que la novia, productora de eventos profesional –durante dos años coordinó las convenciones y banquetes en el hotel Hermitage de Montecarlo–, lleva preparando desde hace más de un año. De hecho, empezó a hacerlo justo después de que Louis hincara la rodilla en la arena de una playa de Vietnam –país del que es originaria la rama paterna de Chevallier–, le plantara un brillante en el dedo anular y le pidiera matrimonio, mientras el corazón de él, explicó, «latía salvajemente» y las lágrimas «de sorpresa» de ella corrían rostro abajo (asombro que, por otra parte, desmiente la hiperproducida sesión de fotos del momento que puntualmente colgaron luego en Instagram).

La pareja culminaba así, a la sombra de una carpa vietnamita, una relación que podría decirse que ha avanzado, y más en la familia Grimaldi, a ritmos geológicos. En el mismo lapso de tiempo en el que su prima Carlota se enamoraba del actor Gad Elmalej, tenía un hijo, se separaba, se juntaba con el productor Dimitri Rassam, daba a luz a otro niño, rompía, se reconciliaba y se casaba hace solo unas semanas, Ducruet y Chevallier, de 29 años, apenas se han comprometido y preparado la boda.

Ocho años de noviazgo

Se conocieron, allá por el 2011, en un club de Cannes; coincidieron en la escuela de negocios francesa Skema, y se fueron juntos a la Western University de Carolina del Norte, donde ella –que fue criada en solitario por la madre y ha trabajado de cajera y taquillera–, estudió márketing y él la rama de negocios deportivos que le han servido para fichar como ojeador del Mónaco y postularse a la presidencia del club.

Por lo visto, cuando la pareja comunicó el compromiso a Estefanía, esta rompió en lágrimas de emoción. Más cauto, el padre, Daniel Ducruet, le preguntó a su hijo si estaba seguro y si creía que el matrimonio estaba hecho para él. Al fin y al cabo, el suyo con la princesa había acabado sepultado bajo unas fotos con una estríper en una piscina, allá por el verano de 1996. «Nunca un Grimaldi será feliz en su matrimonio», había maldecido una antigua amante de Rainero. Pero está visto que, dos generaciones más tarde, ni la espectacularidad de las bodas ni mucho menos los culebrones son ya como los de antes.

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