Sofía, la sufridora griega

Cumple 80 años el viernes tras una década sobre un géiser de humillación

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Núria Navarro

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Si escuchan a su vocecita interior, monárquicos y republicanos estarán de acuerdo en que Sofía sabe lo que es aguantar el tipo. El 2 de noviembre cumplirá 80 y, como mínimo, los últimos 10 le han dado sobrados motivos para: 1/ hacer como el avestruz y enterrar la cabeza, 2/ abrir una cuenta de Twitter con seudónimo y soltar lo que no está (ni estará) escrito, o 3/ lanzarse al hedonismo –facción Arístipo de Cirene–, que viene de Grecia y da gusto al cuerpo.

Pero no, la aún esposa del 'exrey' Juan Carlos ha apechado con los temporales –el divorcio de su hija Elena, el encarcelamiento en Brieva de su yerno Iñaki por delitos económicos, las ideas propias de su nuera Letizia y el espíritu 'cazador' de su esposo (ya fueran elefantes o comisionistas alemanas)–, presentando al mundo esa sonrisa suya que tan poco describe los dramas interiores.

Esa facultad paranormal parece que le viene de serie. Aunque ha llegado a perder "dos kilos" en un día, "es la sufridora por excelencia", la define Jaime Peñafiel en el reciente libro 'Los 80 años de Sofía' (Grijalbo); mientras que otra clásica del séquito informativo, Carmen Enríquez, calibra su talante en otro libro, 'Sofía. Nuestra reina' (Aguilar), con un ejemplo: cuando en una escala en Tailandia, el príncipe heredero –hoy el rey, Maha– se presentó en el aeropuerto para saludarla bamboleando un caniche blanco al que presentó como su "mariscal jefe del aire", ni siquiera pestañeó.

Ambos hagiógrafos coinciden en que Sofía nunca ha mostrado un rictus amargo, ni cuando su relación con el rey era "gélida" y "a través de terceros", ni cuando supo que en su matrimonio eran tres. Y eso que ha vivido sobre un activo géiser de humillaciones, según Peñafiel, desde la pedida de mano –el novio pasó la víspera con "Olghina de Robilant" en una pensión romana– al 'affaire Corinna'. No la amó "nunca", zanja el periodista.

Enríquez, por su parte, explica que Larsen –no Zu Sayn-Wittgenstein, corrige– ya estuvo a pie de gotero tras la operación del nódulo en el real pulmón (2010), que la dama fue instalada con su hijo menor, Alexander, en un pabellón de caza del Monte de El Pardo, y que la célebre rotura de cadera de Botsuana fue por la promesa que le hizo el entonces rey a Alexander de acompañarle en "su primera cacería en África" (2012). Hasta la abdicación, en el 2014, Sofía se conformó con lamer sus heridas en compañía de sus hermanos, Irene –la 'Tía Pecu', que vive en Zarzuela– y Constantino –que reside en Londres–, y de íntimas como "Tatiana Radziwill".

"No es vegetariana"

Ninguno de los dos explican nada perturbador de Sofía Schleswig Holstein Sonderburg Glücksburg, emparentada con dos emperadores alemanes, ocho reyes de Dinamarca, cinco de Suecia, siete zares de Rusia, un rey y una reina de Noruega, una de Inglaterra y cinco de Grecia. Más bien, lo contrario. Aparte de desmentir una "relación" con Alfonso Díez, viudo de Cayetana de Alba, insinuada por Pilar Eyre, los cronistas se limitan a poner algunos puntos sobre las íes.

A saber: "vive en la Zarzuela" y no en Londres; "no es vegetariana" –no come carne porque "se le hace bola" desde que era niña–; es una apasionada "de las ciencias ocultas, los ovnis y la arqueología"; le molan las joyas; ha sido fumadora –"10 cigarrillos al día" hasta que lo dejó a los 70, a pelo–; le gustan las pelis "de llorar"; tiene una decena de perros que cada día entran en su despacho "de dos en dos"; es "muy impuntual", siempre está pendiente de lo que publica la prensa sobre la familia; y "es una persona graciosa, divertida, que cuenta chistes y se ríe sin complejo con sonoras carcajadas".

Letizia, en el centro

Una de sus actuales (y razonables) preocupaciones, cuentan, es la relación entre sus hijos y nietos. Peñafiel y Enríquez, con mayor o menor intensidad, no le hacen la ola a Letizia. El primero, que le atribuye un carácter "violento", la ve como la causante de varios males, entre ellos, que Sofía, pro-vida radical, se enterara en abril del 2013 que Letizia abortó antes de la boda, por la publicación del libro 'Adiós, Princesa', del primo David [Rocasolano].

La segunda cronista, más prudente, desvela que, antes de la abdicación de Juan Carlos, la asturiana decía a los empleados de Zarzuela que "las cosas cambiarían cuando su marido se convirtiera en rey". Pero, ya puestos, también anota que la negativa de la actual reina a facilitar alojamiento a los padres de Urdangarin en vísperas del bautizo de Irene "desagradó enormemente a Cristina"; que la relación con Elena tampoco es "muy fluida" y que es la responsable de que, en su ausencia, la 'abuela titular' de Leonor y Sofía es "Paloma Rocasolano".

Malabarismos

Así explican los malabarismos de Sofía, que ahora viaja a Ginebra para apoyar a la menor de sus hijas –"en un momento en que lo necesita más que nunca"–, y ahora hace el "paripé" de repetir fotos con Letizia y las niñas tras el placaje de su nuera y el desaire de Leonor a la salida de la misa de Pascua en la Catedral de Palma del pasado abril. Episodio este que, reforzado por la puya que Marie-Chantal Miller, esposa de Pablo de Grecia, envió a través de 'Vanity Fair' –"ninguna abuela merece ese trato"–, convirtió el duelo de reinas en 'trending topic'.

Igual los 80 le traen mejor fortuna. De momento, las encuestas la suben al podio de la popularidad familiar (con un 7,5). Y Enríquez certifica que está más aliviada porque Juan Carlos "ha recapacitado", se esfuerza "por arreglar las cosas entre los dos" y hasta "pide a los amigos comunes que inviten también a la reina".