Alimentación

Más lentejas, menos hamburguesas

Comedor escolar del colegio público Turó Blau.

Comedor escolar del colegio público Turó Blau. / MANU MITRU

María Jesús Ibáñez

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Los responsables del comedor escolar se dieron cuenta de que algo fallaba cuando supieron del tráfico de sobrecitos de azúcar que corría entre los alumnos. "Nos enteramos de que una abuela le daba unos cuantos a su nieto antes de entrar en clase, para que este a su vez se los repartiera a sus amigos para el yogur de mediodía", cuenta ahora, entre divertido y contrariado, Carles Xifra, director general adjunto de Fundesplai, una entidad social que gestiona en Catalunya más de 250 servicios de alimentación en centros educativos. "Por lo visto, los críos encontraban el yogur demasiado ácido". La solución, explica Xifra, fue hablar con el proveedor de yogures "y pedirle que les quitara acidez". La alternativa acabó siendo un éxito... Y ya no hicieron falta más sobres de azúcar clandestinos en el colegio.

Esa es una de las ventajas para los gestores de un comedor escolar de trabajar con productores de proximidad, "una opción con la que hemos conseguido, entre otras cosas, reducir un 40% las emisiones en cada plato que se sirve", destaca el responsable de Fundesplai. La organización, que despacha cada año seis millones de comidas en centros educativos, basa su proyecto alimentario en cinco ejes, que detalla en una exposición en su sede de El Prat de Llobregat: la lucha contra el despilfarro de alimentos, la reducción del uso de plásticos, los productos de kilómetro cero y de temporada, la supresión de los ultraprocesados y la rebaja de la cantidad de carne roja.

No es por abaratar costes

Este viernes, los alumnos del colegio público Turó Blau, en el barrio de Sant Andreu de Barcelona, han tenido en sus platos un claro ejemplo de este tipo de menús sostenibles y saludables: lentejas con boniato, pollo y fruta del tiempo. "No lo hacemos porque las legumbres sean más baratas que la carne... No es esa la filosofía, aunque algunas familias tengan reticencias y nos reprochen eso", indica Xifra. "Lo hacemos porque la ganadería intensiva, no la que pace en las montañas del Pirineo, sino la que se cría en granjas, genera más emisiones de gases causantes del cambio climático que todos los coches, camiones y aviones juntos", afirma.

"Y para obtener 100 gramos de proteína animal es necesaria 20 veces más tierra de cultivo que para obtener 100 gramos de proteína vegetal", prosigue, mientras se detiene ante uno de los paneles de la muestra de Fundesplai, que ha alargado su plazo de apertura al público hasta junio de 2024. De ahí que sea tan fundamental, agrega, "que los niños y niñas tomen conciencia desde bien jóvenes de lo necesario que es el cambio alimentario".

El comedor escolar juega un papel determinante en esta evolución. No solo porque los estudiantes toman una vez al día alimentos saludables, algo que en casos de contextos vulnerables no siempre está garantizado, "sino porque a través de los menores se hace también pedagogía de cara al resto de las familias", indica el experto.

Niños con hambre

A parte de saber qué comer, otro de los aprendizajes del comedor escolar "debe de ser el cuánto hay que comer", afirma el director general adjunto de la fundación. Así, por ejemplo, en el caso de la ensalada, el menor puede elegir entre que le pongan en el plato una ración de una pinza o de dos. "Y si son más mayores, pueden llegar, pongamos a cuatro pinzas, pero serán ellos los que elijan, siendo conscientes de si les gusta mucho o poco ese plato y el hambre que tienen".

Sea como fuere, para aquellos padres que aseguran que sus hijos llegan muertos de hambre a casa tras haberse quedado en el comedor, que sepan que las raciones también están reguladas en una tabla de cantidades elaborada por la Agència de Salut Pública de Catalunya.

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