Estudio científico

Las sequías extremas también pusieron en jaque al Imperio Romano en la Península Ibérica

Un mundo de sequías crónicas: estos son los planes para un futuro de escasez de agua

La histórica sequía extrema provoca estragos en los ríos de la Amazonia

sequia

sequia / Ferran Nadeu

Valentina Raffio

Valentina Raffio

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

La falta de un recurso tan básico como el agua puede poner en jaque a cualquier civilización. Solo hace falta ver qué ocurrió, por ejemplo, en el sur de la Península Ibérica durante el dominio del Imperio Romano. Según apunta una investigación liderada por expertos de la Universidad de Almería, en este periodo se vivieron varios periodos de sequías extremas que acabaron poniendo contra las cuerdas a los habitantes de entonces y que, a su vez, les obligaron a adoptar medidas extraordinarias para sobrevivir ante la falta de recursos hídricos.

El estudio, publicado esta semana en la revista 'Scientific reports', se ha centrado en analizar sedimentos de la laguna de Zóñar. Este espacio se sitúa en lo que ahora conocemos como la provincia de Córdoba y con sus más de 16 metros de profundidad es considerado el lago más profundo de toda Andalucía. Según explican los responsables de este trabajo, el análisis de los isótopos presentes en los sedimentos permite dibujar cómo era este espacio durante el Imperio Romano y cómo, a lo largo de esta época, fue modificado para hacer frente a la grave escasez de agua.

La falta de recursos hídricos obligó a los romanos a tomar medidas extraordinarias para obtener agua

Lluvias irregulares

Para entender esta historia empecemos, pues, por el principio. Entre los siglos II a.C a V d.C, justo cuando los romanos se expandieron por la Península, el régimen de lluvias en la región mediterránea sufrió varios altibajos. Mientras en algunos momentos las precipitaciones brillaban por su abundancia, en otros bajaban de forma drástica. Se estima que en algunos periodos incluso se llegaron a registrar hasta un 20% menos de lluvias respecto a momentos como el actual donde, una vez más, los registros apuntan a que volvemos a estar en alerta por el impacto de una sequía extrema.

Según apunta el análisis liderado por el investigador Fernando Gázquez-Sánchez, la falta de lluvias durante el dominio romano de la Península Ibérica se convirtió en una de las principales amenazas para las ciudades y las zonas agrícolas. De ahí que los habitantes de las zonas más afectadas, como es el caso de la región andaluza, se vieron obligados a buscar métodos extraordinarios para llevar agua a las urbes y para regar los campos.

En periodos de escasez se desviaba el agua de los riachuelos naturales hacia las villas romanas

Una de las medidas que se puso en marcha consistió en derivar el agua que bajaba de los riachuelos y que alimentaba zonas húmedas como es el caso de la laguna de Zoñar en Córdoba. Para ello se construyeron grandes infraestructuras hidráulicas, que se desplegaban en una amplia red de canales y cisternas, para desviar los recursos hídricos desde los manantiales naturales hacia las villas romanas. La falta de lluvias y el desvío de agua provocó que este lago acabara con apenas tres metros de profundidad y con unas aguas mucho más saladas que en la actualidad.

Impacto ambiental

La construcción de esta red hidráulica para desviar las pocas aguas desde los espacios naturales hacia las infraestructuras humanas destaca, además, como "uno de los primeros ejemplos del impacto medioambiental del ser humano sobre los ecosistemas acuáticos en la península Ibérica". Durante esa época también hay constancia de actividades con alto impacto ambiental como, por ejemplo, la minería de metales, la deforestación y la intensificación de los incendios.

La historia de estos sucesos, y sobre todo de la sequía que afectó antaño al Imperio Romano, ayuda a entender hasta qué punto una civilización puede verse afectada por el mal estado de los ecosistemas y recursos naturales. Eso sí, lo que pasó hace siglos nada tiene que ver con lo que vivimos hoy en día. La sequía de la época romana, por ejemplo, fue fruto de la variabilidad natural del clima. La actual, en cambio, es directamente atribuible a la crisis climática desatada por nuestra especie tras más de un siglo de emisiones de gases de efecto invernadero. La diferencia es que en este caso, si seguimos así, el mundo vivirá sequías cada vez más severas y recurrentes y la falta de agua podría convertirse en un mal crónico

Suscríbete para seguir leyendo