el tourmalet

Del destierro a las Hurdes

Sin pisar los centros de las ciudades, la Vuelta ha visitado este viernes los parajes extremeños camino de Ciudad Rodrigo

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Sergi López-Egea

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La Vuelta del destierro ha penetrado este viernes por los encantadores parajes de las Hurdes, pueblos pequeños y unas vistas que todavía son más bellas gracias a los colores del otoño, lo mejor y casi lo único de agradecer en este traslado de la carrera desde las fechas habituales de verano a los días finales de octubre e iniciales de noviembre.

Las Hurdes, en pleno siglo XXI, nada tiene que ver con ese retrato a la España profunda, a la España del hambre que Luis Buñuel realizó con un impactante e histórico reportaje en 1933. Esta comarca cacereña cede este viernes sus paisajes de ensueño a una Vuelta que sí puede circular en libertad por carreteras con apenas tráfico, antes y después de que ellos lleguen o pasen.

Lejos del centro de las ciudades

Todo lo contrario sucede con las llegadas y las salidas de una carrera que decididamente ha sido desterrada de los centros de la ciudad. Hace muchos años la Vuelta pecó alejando a los corredores del contacto popular. Se salía de polígonos industriales e ilógicamente algunos patrocinadores preferían enseñar sus fábricas, sin ningún tipo de aliciente visual, en vez de apostar por llegar a los centros urbanos, donde sí se agrupaba la gente para aplaudir y recibir a los corredores.

El dibujo inicial de la carrera incluía, por ejemplo este viernes, partir desde la Plaza Mayor de Salamanca y llegar al centro histórico de Ciudad Rodrigo. Solo el helicóptero de la televisión permitirá a los aficionados conocer las maravillas de una ciudad salmantina amurallada. La pandemia obliga a apartar a los ciclistas, que las metas y las salidas estén vacías en lo que viene siendo el diálogo de esta extraña Vuelta desterrada al otoño.

Cambios en Madrid

Y lo mismo ocurrirá el domingo en Madrid. Finalmente sí se llega al centro de la capital española. Había algunas alternativas previstas como acercarla al recinto ferial. Sin embargo, la prueba sí recorrerá el Paseo de la Castellana que se cerrará perimetralmente para que no haya ni un solo espectador, similar a lo que, por desgracia, ocurrió en septiembre con la llegada del Tour a los Campos Elíseos de París.

El domingo se ha suprimido el paseo por las ciudades alrededor de Madrid, se ha desplazado la llegada, prevista inicialmente a La Cibeles, hacía el Paseo de Recoletos y se ha eliminado el paso por la Gran Vía, ya que allí resultaba muy complicado, por no decir imposible, cerrar la avenida a los espectadores, aunque fuera los de paso, los que sencillamente estuvieran disfrutando de un paseo dominical.

Es la imagen de una carrera que sigue tratando de sobrevivir a la pandemia, sin casos entre los equipos y el personal de la carrera, y que ya cuenta los días que faltan para que se proclame definitivamente el ganador de la carrera. Pero todavía quedan tres días para disfrutar de los ciclistas, tres días para que finalice oficialmente la temporada más extraña de ciclismo desde que acabó la Segunda Guerra Mundial. Y, por ello, hay que aprovecharlo hasta el final.

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