Los restaurantes de Pau Arenós

Restaurante Malena: florecimiento de la alta cocina de la hoguera

A una veintena de kilómetros de Lleida, Xixo Castaño y Maria Elena Ruiz siguen en la fe de la vanguardia gastro y han incorporado a los hijos al singular establecimiento

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Maria Elena Ruiz y Xixo Castaño, en la entrada de Malena.

Maria Elena Ruiz y Xixo Castaño, en la entrada de Malena. / Pau Arenós

Pau Arenós

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El magnífico aparato que preside la cocina de Malena, en Gimenells, a 23 kilómetros de Lleida, se llama Marxi, la suma de los nombres de los hermanos Castaño, Martí y Xixo.

Es Xixo el dueño de Malena en compañía de Maria Elena Ruiz, y ya con los hijos sumados a este negocio en el que el humo es algo más que el resultado de la combustión. Pere, en la cocina y al pilotaje de Marxi; Joan, a cargo de la completa carta de vinos.

El Marxi, con las ideas de Xixo y la maña de Martí, metalúrgico, es una máquina multifuncional, como explica Pere: a partir de la leña de los árboles frutales y, a veces, con un poco de encina, avivan un fuego que emplean para el vapor, para la ceniza –en el cajetín correspondiente, con la que cubren manzanas, patatas, cebollas–, la brasa, el horno y la llama.

Malena

Roques Blanques s/n, Gimenells, Lleida

Tf: 973.748.523

Menús degustación: 75 y 110 €

Precio medio (sin vino): 90 €

Habla Xixo de la «cocina de la hoguera, de la cocina de Lleida de payés», habla de «máxima sostenibilidad», y es cierto porque no malgastan la energía. La mayoría de los ingredientes pasan por algún tramo de la fogata tecnificada.

El caso de Xixo y de Elena es digno de análisis por su resiliencia: los conocí en el 2001, cuando Malena estaba en el barrio de La Bordeta de Lleida, que no se diría un destino gastro ni turístico y donde consiguieron una estrella; salieron de aquella casa y los atropelló la elección de unos socios inadecuados hasta que regresaron a la autonomía en el 2008, ya en Gimenells, donde había nacido Elena y donde recuperaron la estrella en el 2014.

El ravioli de escalivada con helado de anchoa de Malena.

El ravioli de escalivada con helado de anchoa de Malena. / Pau Arenós

El entorno de Malena, el nombre en honor a la bisabuela de Xixo, que fue cocinera, es peculiar: se encuentra en una finca experimental del Institut de Recerca i Tecnologia Agroalimentàries (IRTA), en la que investigan la fructicultura, y ocupa el espacio de una antigua vaquería.

Gimenells es un pueblo 'nuevo', construido a principios de los años 40 por el Instituto Nacional de Colonización y algo de aquella estructura, que se repite en poblaciones del Delta, permanece con su aire de racionalidad, tal vez porque el proyecto inicial lo firmó el arquitecto Alejandro de la Sota.

Pere Castaño ante la Marxi, una hoguera moderna en Malena.

Pere Castaño ante la Marxi, una hoguera moderna en Malena. / Pau Arenós

El qué (lo que se come: Lleida pasada por el cedazo de lo gastrocontemporáneo) es tan sustancial como el dónde: Xixo y Maria Elena conservan el espíritu de los pioneros, de la resistencia, empeltados en un lugar adverso para la vanguardia. «Ya lo sufrimos en cuando estábamos en La Bordeta», recuerda. Se anticiparon, no reculan, no temen, se reafirman.

El menú largo lo componen más de 20 pasos, de manera que reseño los significativos para mí, la excelencia, el territorio en el marco de un plato.

El 'calçot' de Malena convertido en una 'mousse'.

El 'calçot' de Malena convertido en una 'mousse'. / Pau Arenós

El papel de arroz de bacalao a la miel, el lingote de caqui con papada, el bombón de chocolate/liebre/pera, el ravioli de escalivada con helado de anchoas, el 'cavalló' de 'calçots' ('mousse' de la cebolla y romesco deshidratado), los ñoquis esferificados, 'faves' y caracoles con 'allioli' de menta (y le recuerdo a Xixo que hace dos décadas ya probé, en la avenida de Flix, una versión), los hilos de 'espardenyes' con hilos de butifarra negra y crema de vainas de guisante lágrima, el tartar de ternera bruna con jugo de fricandó (qué acierto), la copa de cremoso de mató/calabaza/helado de membrillo y la zanahoria con bombón, clorofila y mantequilla. 

Bebo la Abadia de Poblet del 2018, de Conca de Barberà, la celestial ligereza del trepat.

Los hilos de 'espardenyes' y de butifarra negra de Malena.

Los hilos de 'espardenyes' y de butifarra negra de Malena. / Pau Arenós

Propongo un par de correcciones: a la manzana le quitaría los langostinos y a la pera, el vodka. La manzana es una virguería transformada: cocinada en la ceniza, hecha puré, enmoldada, reconstruida..., y los crustáceos son un estorbo para la belleza.

Junto a Malena, las instalaciones del IRTA y la torre con el nido de cigüeñas.

Junto a Malena, las instalaciones del IRTA y la torre con el nido de cigüeñas. / Pau Arenós

La pera, con mantequilla de la misma fruta, aparece con una corona de caviar ahumado, cremosidad y delicadeza, a la que la bebida alcohólica agrede.  

Por el camino a Gimenells, la floración en blanco y lila de los frutales, el paisaje manchado, Lleida en una lluvia de pétalos.

Junto al restaurante, en la placita del IRTA, una torre con un nido de cigüeña habitado por dos ejemplares. Qué sitio tan singular es Malena.

El equipo

Pere Castaño, Joan Castaño, Júlia Abadal, Beatriz Alegre, Julen Martínez, Biel Yeguas, Natalia Nowakowska, Llum Oliva y Agnes Tuffour.

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