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Menú del día: Bar El Cuco, revuelto y albóndigas (y un homenaje póstumo a Pep Forés)

Establecimiento de Sant Martí regentado por una familia amabilísima que con una discreción apabullante sigue empujando la rueda

Bar Celona, desde 1968 haciendo el bien en el Poble-sec

Celler de l’Avi, relevo y conservación del patrimonio

El revuelto de ajos tiernos de Bar El Cuco.

El revuelto de ajos tiernos de Bar El Cuco. / Alberto García Moyano

Alberto García Moyano

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He perdido la cuenta de las veces que he reescrito los primeros párrafos de esta entrega 'menusera'. Los primeros borradores estaban llenos de rabia porque, en una sociedad de la información de la que brotan inocuas noticias basadas en tuits, nadie se ha dignado a hacerse eco de la desaparición de una persona que ya es historia de nuestros bares. Pero eso no es lo que toca, así que, en el afán de cambiar de tercio, una nueva tanda de borradores venía con todo un despliegue lacrimógeno y melodramático, predicable del típico homenaje con exceso de azúcar, rematadamente cursi. Excesivo y, por ende, improcedente.

Al final, por fortuna, despojado de emociones que pertenecen a otros ámbitos de la vida, creo que he dado con lo que corresponde. He pensado en que el verdadero reconocimiento no viene de la mano del ruido mediático, tan hueco en ocasiones, sino del que se palpa de verdad.

Y es que, tanto el pasado lunes como el martes (hace unas horas) decenas y decenas de personas se acercaron a agradecerle a Pep ‘Fury’ Forés una vida de dedicación por todo lo que supone generar cohesión social y vecinal. Y lo hacía con todo aquel que se cruzase en su camino; y también lo hizo en los últimos nueve años como alma de la Bodega Carol.

Bar El Cuco

Independència, 234 (Sant Martí). Barcelona

Tf: 687.281.845

Precio: 13 €

Así que, querido Pep, me voy a limitar a dedicarte esta entrada. Porque personalmente muchos y muchas perdemos a un amigo, pero lo que quiero que el resto de lectores recuerde es que la ciudad ya no cuenta con un bodeguero sin igual, con una persona que es ya historia viva de nuestros bares y bodegas.

Porque, en inicio, te viste aprendiendo a marchas forzadas, pero inmediatamente después nos acabaste enseñando cómo se hace esto de fidelizar una parroquia en un bar. Lo que más lamento es que ya no nos puedas seguir enseñándonos, porque buena falta nos hace una dosis recurrente de tu “sempre nivell” con el que nos resumías el secreto de tu éxito.

Las albóndigas a la jardinera de Bar El Cuco.

Las albóndigas a la jardinera de Bar El Cuco. / Alberto García Moyano

Bien, pues, tampoco es casualidad que el lugar del que hable hoy esté a la vuelta de la esquina de la Bodega Carol. Fue allí donde fuimos a parar Shawn Stocker y servidor para dar cumplimiento a uno de los expresos deseos del hoy homenajeado: procurar que la bodega no desapareciera tras su retirada de la barra.

Tras el cierre del —también vecino— Bar Canario, otra joya del barrio fundada en 1969, nos encaminamos al Bar El Cuco, esquinero bar regentado por una familia amabilísima que con una discreción apabullante sigue empujando la rueda, esto es, manteniendo una fiel parroquia en una zona del barrio en la que aguantar no es cosa fácil.

Cuatro primeros y cuatro segundos. Opciones vegetales, carne y pescado. Si quieres ir suave, lo tienes. Si quieres darte un capricho, también lo tienes. Y conseguirlo con ese número de opciones parece sencillo, pero no lo es. Al menos sin que te quedes con la sensación de haber comido alfalfa, como ocurre en muchos de estos lugares que, bajo la apariencia de 'healthy food', te cuelan cada gol que para qué.

La 'comtessa' de Bar El Cuco.

La 'comtessa' de Bar El Cuco. / Alberto García Moyano

Unanimidad absoluta en el primero, esencialmente porque no es habitual (o no tanto últimamente) encontrar un revuelto. Que, además, ese revuelto era de ajos tiernos y estamos en plena temporada para disfrutar de lo hermosos y sabrosos que resultan. Un acierto total, porque ni muy crudo ni muy hecho (lo del revuelto es un tema ciertamente delicado), bien resuelto el primer asalto.

Mientras que procurábamos analizar nuestras vicisitudes bodegueras con más o menos acierto, llegó el segundo.

Mi 'partenaire' se echó a por el lomo a la mostaza (remarcabilísima la calidad del lomo, debo decir), mientras que mi plato, que no escogí sino que fue cariñosamente impuesto, era justo lo que quería. “Deberías probar las albóndigas, son caseras”, me dijeron con ese aire de no ofrecer alternativa.

La entrada de Bar El Cuco.

La entrada de Bar El Cuco. / Alberto García Moyano

Y, claro, no es que lo casero se circunscribiera únicamente a la carne esferificada, sino que se extendía a la salsa, porque esas albóndigas a la jardinera pedían pan. Mucho pan, como las que hace casi dos años disfruté en el menú del Bar Vilarrubias. Y, honestamente, yo no sé si me vieron la carita de necesitado, pero las patatas fritas que completaban la composición, flotando sin encharcarse, fueron todo un acierto.

De postre, 'comtessa', porque en los momentos difíciles, las cosas fáciles son el mejor amortiguador. Porque hay que complicarse hasta cierto punto. Y porque, qué caray, eso de ir rompiendo capas y luego acabar de crujirlas es un placer culpable que nunca debe desaparecer.

Coincidiendo también con el segundo aniversario de esta sección, qué bien haber descubierto el Bar El Cuco, qué largo idilio con él nos espera. Como reza el verso de los Anti-Patiks: “I tot pensant he reflexionat que només el punk rock em fa feliç”. Por ti, Pep, que la tierra te sea leve y pon unos quintos a enfriar, que en un rato nos pasamos.