Comer por menos de 15 €

Menú del día: Bar Becerrea, en casa como en ninguna parte

Este histórico de la ciudad lleva dando de comer desde hace casi medio siglo en La Nova Esquerra de l'Eixample

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Pechugas de pollo rebozadas de Bar Becerrea.

Pechugas de pollo rebozadas de Bar Becerrea. / Alberto García Moyano

Alberto García Moyano

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Esta entrega tenía muchas ganas de que llegara. Voy a tratar de explicarme porque, aunque a priori -me- debería resultar sencillo, lo cierto es que no tengo claro que lo haga en condiciones.

En primer lugar, este lugar representaba una espinita clavada para quien os escribe. Desde que lo viera por primera vez, paseando una tarde de otoño de 2018, siempre me he quedado con ganas de ir pero por una cosa o por otra no acababa de coincidir. Luego llegó 2020 y, por razones que huelga exponer, el encuentro se fue posponiendo hasta prácticamente (y por error clamoroso de quien escribe) dar el lugar por cerrado. Salvando los evidentes periodos de cierre forzoso, lo que ocurría era simplemente que no iba cuando el local estaba abierto y no que habían bajado la persiana, como había ocurrido con tantos otros lugares queridos. Tan sencillo como eso.

Bar Becerrea

Provença, 70. Barcelona

Precio: 11 €

Así pues, me conjuré para no dejar escapar la oportunidad y allí me planté, esta vez sin compañía, frente al Bar Becerrea. Un local fundado por una pareja procedente de la localidad lucense de idéntico nombre. Traerse un pedazo de tu tierra para luego honrarlo durante 48 años hasta el día de hoy. Podría decirse que estamos ante un histórico de la ciudad; más si se tiene en cuenta que esta longevidad en un barrio como el de La Nova Esquerra de l’Eixample (del que escribo por primera vez) es una verdadera heroicidad.

La entrada de Bar Becerrea.

La entrada de Bar Becerrea. / Alberto García Moyano

El segundo de los motivos por los que ansiaba que llegase este momento es el poder hablar de una casa. Sí, tal cual, es su casa. Y sí, naturalmente, hasta ahora se ha escrito de negocios familiares, donde se nota la impronta en la forma de hacer de quien comparte sangre (y más cosas), pero al Becerrea personalmente le encontré, quizá por el contraste con el exterior, quizá por la armonía entre los que comen y los que sirven, algo más.

Puede ser que aún me halle bajo los efectos de la reciente lectura de 'Collado, la maldición de una casa de comidas' (Colectivo Bruxista, 2022), pero lo cierto es que entrar en esa preciosidad de lugar y ser atendido por Mari, Pepe y Carlos (madre, padre e hijo), a cada cual más encantador, te hacen sentir en el comedor no solamente de su casa sino, verdaderamente, en el de la mía propia.

Y ahí es donde radica la importancia de la cosa. Porque la bendita misión que lleva cumpliendo esta familia desde mucho antes de que servidor naciera es la de proporcionarte cobijo a la hora de comer. Claro que es un comercio, claro que hay un intercambio económico, claro que es un negocio. Pero no es menos claro que, a la hora de comer, si te ves en la tesitura de hacerlo fuera de tu propio hogar, no siempre la cosa debe consistir en ir a por ese arroz negro que hacen allí o por aquella carrillera que hacen allá.

La sala de Bar Becerrea.

La sala de Bar Becerrea. / Alberto García Moyano

Muchas veces lo único que se busca es sentar el culo, relajarse y que te den de comer aquello que añoras. Algo que convalide al comedor de tu propia casa o la de tu madre. Y no es que el Becerrea sea el único lugar en el que esto suceda, por suerte, pero qué paradigmático lo de este lugar con respecto a que el bar sea lugar de descanso y no de estricto ocio.

Arroz a la cubana de Bar Becerrea.

Arroz a la cubana de Bar Becerrea. / Alberto García Moyano

Así que, imbuido de este espíritu, sin pensarlo dos veces, y pese a haber otras opciones nada desdeñables en la pizarra, de cabeza a una combinación que deseaba como nunca pedir: de primero arroz a la cubana, de segundo pechugas de pollo rebozadas y de postre cucurucho de nata y chocolate. No me voy a detener a analizar cada plato, como es habitual en esta sección; pero no porque no valga la pena hacerlo, sino porque de lo que hoy se trata es de sentarse y que mamá te vuelva a dar de comer.

Un helado.

Cucurucho de nata y chocolate de Bar Becerrea. / Alberto García Moyano

Experimentar 'in situ' que la casera salsa de tomate del arroz a la cubana (ojo, servida sobre el huevo frito) liga a las mil maravillas con las tremendísimas patatas fritas y el rebozado del segundo. Que luego destapas un cucurucho de helado. Que acabas de gozar como un crío de eso que los que creen estar por encima del bien y del mal llaman el menú infantil. Sí a la carne rebozada, sí al arroz a la cubana y, sobre todo, sí rotundo a dedicarte a comer solamente. Y bajar la guardia, caray, que bien que lo necesitamos.

¡Ah! Y todo esto en un menú de 11 €. Esta gente se merece el cielo (si es que lo hay) y todos los reconocimientos posibles, porque lo que allí lleva ocurriendo durante casi cinco décadas lo vale todo. Como lo vale también Cal Bonete, otra joya familiar que cerrará sus puertas definitivamente en noviembre, dejándonos un poco más huérfanos de estos -imprescindibles- sitios.