Monocultivo comercial
El 'boom' de los hornos de pan en Barcelona: Major de Sarrià acumula 10 panaderías en 500 metros
Cuatro de estos negocios, con una última apertura reciente, se concentran en menos de 50 metros
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Las macro panaderías-cafeterías retoman su expansión en la ciudad
Carlos Márquez Daniel
Periodista
Periodista especializado en Barcelona. En 'El Periódico' desde principios de siglo. Los últimos 15 años, dedicados a la información local: movilidad, urbanismo, infraestructuras, política municipal, barrios, área metropolitana y medio ambiente. Colaborador habitual en los programas de televisión 'Planta Baixa' (TV3) y 'Bàsics' (Betevé).
Dejaremos de lado las tiendas pensadas para el vecino extranjero, los denominados 'expats'. También quedará al margen el hecho de que muchos escaparates estén en inglés, italiano o francés. O que en la calle tan solo queden un par o tres de negocios de toda la vida. Esto va de panaderías, de un alimento prehistórico que parece vivir una suerte de Renacimiento con aires de Barroco. En Major de Sarrià, la calle grande de la villa annexionada a Barcelona en 1921, se acumulan 10 de estos negocios en un tramo de 500 metros, entre las plazas de Artós y de Sarrià.
En 2008, en esta misma arteria de la zona alta solo había cinco hornos: dos Fornet d'en Rossend, que se mantienen en la misma ubicación (números 7 y 33), las dos pastelerías Foix (57 y en la plaza de Sarrià), en las que también se vende pan hecho en casa, y el Forn de Pa de Sarrià (100), fundado en 1924 y uno de los pequeños milagros del barrio.
Les siguieron L'Obrador, en el número 106, que aprovechó el local que abandonó un Pans&Company, un Macxipa (110), un Santagloria donde antes había un banco (portería 27), una panadería francesa que estos días tiene pinta de estar cerrando en el número 43, donde antes despachaba una zapatería; y un Vivari que ocupó el lugar que dejó el añorado Café de San Marco en la finca 62. El último comercio de pan ha aprovechado el cierre de una pescadería que vendía bacalao a precio de rape. Es otro Macxipa y está en el número 30. En total, 11 hornos de pan en medio kilómetro. Habría que sumarle un Turris (pan de otra liga) junto a la plaza de Artós, en el pasaje de Senillosa.
Monocultivo comercial
Consultado por este diario, el ayuntamiento no parece ver problema alguno a la abundancia de este tipo de negocios. "Las diferentes actividades se pueden ubicar en la zona ciñéndose al plan de usos y siguiendo el principio de libre competencia", resume un portavoz municipal. "El plan -prosigue-, no regula ninguna limitación de panaderías más allá de las habituales de configuración del local". Recuerda, además, que el consistorio "mantiene una actividad inspectora regular en todos los establecimientos".
La apertura del Macxipa, hace escasos días, en la esquina con Mañé y Flaquer ha generado cierta incredulidad en Sarrià. No porque sea la enésima panadería, que también, sino porque justo enfrente, a escasos 20 metros, ya están el Santagloria, el Fornet y la Mayer. Y un poco más arriba, por encima del Bar Tomás, el Vivari. "Antes de la pescadería había una tienda de fruta y verdura; era muy práctico. La verdad es que ahora esperábamos cualquier cosa menos una panadería, no hacía ninguna falta...", se queja Montse, vecina de la calle Mare de Déu de Núria.
Dichosa degustación
Josep reside en Jaume Piquet y dice que ya nada le sorprende. "Supongo que si abren otra es porque ven mercado, pero desde el punto de vista vecinal es un poco triste. Ahora todo es pan, pan, pan..., y no entiendo cómo permiten este monocultivo comercial. Las que tienen cafetería, y no todas, son bienvenidas, pero es excesivo y al barrio le falta variedad comercial".
Este diario ya les contaba hace más de un año el 'boom' de panaderías-cafeterías en Barcelona. O como se denominan a sí mismas muchas de ellas, las 'coffee&bakery', un modelo de negocio que ha despertado la ira del Gremi de Restauració, que en los últimos meses tiene en marcha una cruzada contra estos comercios que, en ocasions, sobrepasan los límites de la degustación que permite su licencia.
En paralelo a las luchas de gremios y a los planes de usos, el comercio de la ciudad se transforma a gran velocidad. En Sarrià, y en otros muchos ejes comerciales de Barcelona, gana terreno un paisaje de bajos comerciales idénticos por la pérdida del 'botiguer' de proximidad.
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