Desplome del comercio local

Las ferreterías de Barcelona, en crisis tras el 'boom' de reformas posconfinamiento

Barcelona perdió 1 de cada 5 agencias de viajes a pie de calle en tres años

Los centros de estética ganan terreno mientras las peluquerías tradicionales luchan por sobrevivir

Ferretería Keerl de Barcelona

Ferretería Keerl de Barcelona / Zowy Voeten

Gisela Macedo

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Barcelona sufre una pérdida masiva de comercios de proximidad tradicionales en los últimos años, como zapaterías multimarca, peluquerías clásicas u hornos "de toda la vida". Negocios que también hacen la función de punto de encuentro y de socialización, piezas clave para fortalecer el tejido social de cada zona, pero que las ciudades pierden progresivamente. Es, también, el caso de las ferreterías de barrio.

Una de cada 10 ferreterías de Barcelona cerró sus puertas entre el 2019 y el 2022, según datos del censo comercial del ayuntamiento. Una tendencia que ha continuado hasta el día de hoy, indica el Gremio de Ferreterías de Catalunya a este diario. No es que haya poca demanda, todo lo contrario. Pero ha bajado la compra en el comercio clásico a pie de calle. "Las ferreterías están sufriendo la presión de las grandes cadenas comerciales, los horarios partidos y el entorno digital", resume el presidente del Gremio, Andreu Maldonado, en una entrevista con EL PERIÓDICO.

Ferretería Keerl de Barcelona

Ferretería Keerl de Barcelona / Zowy Voeten

Diez años de declive

Maldonado apunta que el "goteo" de cierres de este tipo de comercio es previo a la pandemia y que comenzó hace unos diez años. Luego llegó el confinamiento y, después de tres meses de encierro, el sector vivió un 'boom' que hizo recobrar la esperanza. "Justo después de la cuarentena tuvimos un gran repunte. Tras pasar tanto tiempo en casa, todos querían arreglar sus hogares y restaurar muebles, pintar... El primer año tras el confinamiento fue espectacular, pero luego volvimos a sufrir la bajada de ventas", explica Marta Keerl, propietaria de la Ferretería Keerl, ubicada en el distrito barcelonés de Sarrià-Sant Gervasi desde hace 39 años.

Marta Keerl, propietaria de la Ferretería Keerl de Barcelona

Marta Keerl, propietaria de la Ferretería Keerl de Barcelona / Zowy Voeten

Después de la ola de reformas de 2020 y 2021, el batacazo fue notable. Y es que desde entonces también se ha disparado la competencia de la venta 'online', con la consiguiente reducción de las ventas para las tiendas físicas. Y los cierres han continuado. Además, los altos precios de los alquileres de los locales en la capital catalana dificultan la apertura de nuevos negocios del ramo. Tras el reguero de clausuras, Barcelona actualmente cuenta con 280 ferreterías.

"El comercio electrónico se nos come la cuota de mercado. La gente no entra en las tiendas, compra por internet y no podemos competir. Es triste, pero es así", afirma Keerl. Para hacer frente a este "punto crítico", el Gremio de Ferreterías trabaja para avanzar hacia la digitalización de los negocios.

Ferretería Keerl de Barcelona

Ferretería Keerl de Barcelona / Zowy Voeten

Empleo poco atractivo

Otro problema que afecta a las ferreterías minoristas es la dificultad para contratar trabajadores. "Hay más demanda que oferta. No encontramos gente que quiera trabajar en este ámbito", asegura Maldonado. Lo atribuye a tener que trabajar de cara al público, con las largas jornadas en horario partido que suele comportar.

Por ello, resulta también complicado el relevo generacional. "Los hijos de ferreteros no quieren seguir con el negocio, porque no quieren esta vida. Ven las horas de dedicación de sus padres y las preocupaciones que se llevan a casa para mantener el negocio abierto", manifiesta Maldonado. Precisamente por este sacrificio personal a cambio de unos "números que no salen", hay ferreteros que optan por cerrar el negocio e irse a trabajar para terceros.

Ferretería Keerl de Barcelona

Ferretería Keerl de Barcelona / Zowy Voeten

Además de unas condiciones laborales poco atractivas, también escasean los perfiles bien formados: "Tienes que tener conocimientos, no es como vender una camiseta. Tocas muchas teclas y tienes que saber para orientar cliente". "Somos como la farmacia del hogar: aquí viene gente con problemas y tiene que salir con soluciones. Yo empecé con 18 años, cuando abrimos en el 1985, y tuve que aprender. Pero no todo el mundo tiene ganas de hacer este esfuerzo", asevera Keerl. 

Lucha por la supervivencia

Cada tienda hace uso de sus herramientas para sobrevivir. Keerl, por su parte, reformó todo el local hace dos años y tiene la esperanza de recuperar la inversión aunque igualmente "las ventas están bajando". "Mantenemos la tienda al día, con todo bien ordenado y personal bueno y profesional. Se nos tiene que ver actualizados, porque no nos podemos permitir perder a la poca gente joven que viene", explica la propietaria.