En Barcelona

La cruzada de Alba, vecina de un piso turístico en el Eixample: "Hasta tres noches seguidas sin dormir"

Ha iniciado una campaña para encontrar otros afectados y exigir la revocación de las licencias que causan conflictos

El sector de los pisos turísticos acusa a Collboni de una "caza de brujas" en Barcelona

Estos son los barrios que podrían perder pisos turísticos en Barcelona

Finca de la calle de Bruc donde los vecinos piden la revocación de dos pisos turísticos con licencia.

Finca de la calle de Bruc donde los vecinos piden la revocación de dos pisos turísticos con licencia. / Ferran Nadeu

Patricia Castán

Patricia Castán

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Se acerca la hora de irse a la cama y Alba S. tiembla al pensar en si logrará conciliar el sueño y por cuánto tiempo. Ella lleva siete años conviviendo con un piso turístico legal justo encima del suyo, donde el huésped habitual es joven y con ganas de fiesta. “Una vez en 2018 acabé en urgencias tras tres noches sin poder dormir”, agotada y de los nervios, confiesa esta vecina de la calle de Bruc, 42 que un buen día compró una vivienda en la finca para regresar a Barcelona, sin tener idea del universo paralelo que transcurriría justo encima de su cabeza.

Harta de chocar contra un muro cada vez que ha hablado con la empresa gestora o la propiedad, y de llamar decenas de veces a la Guardia Urbana, la mujer lleva varias semanas intentando aglutinar casos como el suyo por un método tan analógico como directo: el buzoneo en el barrio. Ya le han respondido varios vecinos con similares problemáticas y están abriendo un frente común.

Planean reclamar que la nueva regulación de los pisos turísticos, con la que el Ayuntamiento de Barcelona quiere dejar "a cero" estos negocios en Ciutat Vella, tenga en cuenta los casos que acumulan quejas y denuncias en otras zonas de la ciudad, para que estas licencias sean revocadas. El Eixample es el territorio que más apartamentos acumula.

Hace constar que el pulso es tan agotador que pensó en tirar la batalla y vender su inmueble, pero asegura que las agencias le informan de que la presencia del piso turístico archidenunciado deprecia un 20% su valor, y con las reformas que llevó a cabo no le salen los números para empezar en otra parte. Y es que, además del caso molesto, hay otro piso turístico en otra planta, con la misma problemática, afirma Esther R., vecina desde hace más de 30 años.

Las cámaras instaladas en la escalera son testimonio de algunas noches agitadas para los residentes: “Este verano unos franceses orinaron en el rellano, dieron patadas a las plantas y rompieron cosas”, narra la primera. El súmum, que hizo copartícipes de las denuncias a otros vecinos, fue que presuntamente trajeron prostitutas y practicaron sexo en el balcón.

El pasado verano unos franceses de juerga causaron daños en la finca, trajeron prostitutas y practicaron sexo en el balcón, se quejan los vecinos

Pero también conviven con "vomiteras, cristales rotos de botellas de wisky que alguien ha roto en el ascensor" y continuas sorpresas. "Vivimos con miedo, aquí hay mucha gente mayor", añade Esther, quien asegura que "por cada grupo 'bueno' llegan otros tres malos". Hace poco cinco hombres se instalaron durante días en el piso, sin salir del él y sin aspecto de turistas. Los vecinos llegaron a acudir a los Mossos, donde ya han presentado diversas denuncias.

Intentos de tregua

Alba es una mujer dialogante que nunca ha desistido de una tregua por las buenas. Sube al piso y pide silencio y respeto, pero por lo general con poco éxito. “El piso no está insonorizado, el ruido de los tacones sobre el parquet es habitual, pero también las fiestas y el follón”, expone. Estos días tiene a cuatro chicas jóvenes que, como ella misma entiende, llegan a Barcelona con “mucha alegría”. Solo que la euforia del viajero no es compatible con el descanso del vecino, argumenta.

Ve con esperanza los cambios de regulación que se avecinan y la promesa del alcade Jaume Collboni de reducir drásticamente la cuota de licencias de piso turístico en Barcelona (ahora hay 9.818). El consistorio podrá hacerlo de la mano del decreto de nueva regulación del alojamiento turístico que aprobó el Govern el pasado noviembre.

“Yo no estoy en contra del turismo, sé que es importante para la ciudad y necesario. Pero no así, tiene que haber una línea roja, no puede ser que alguien comprase (por 200 euros) una licencia turística y sea de por vida, pasando por encima de todos los problemas que causan en algunas fincas donde vive gente”, como la suya, razona la afectada. Su casuística y quejas son conocidas por el distrito del Eixample, según confirma el ayuntamiento a este diario, que está a punto de reunirse con más afectados del barrio en la misma coyuntura.

Incivismo registrado por las cámaras de Bruc, 42.

Muy cerca de su casa (también han vivido su impacto en el interior de manzana) hay un bloque completo de apartamentos turísticos en Casp, pero allí el ayuntamiento intervino y hay un interlocutor del negocio que intenta frenar el conflicto.

En cambio, en la finca donde Alba vive y además de la que es presidenta, la familiar propietaria de los dos pisos turísticos contesta que "lo necesitan porque es su forma de ganarse la vida”, dice la vecina. Las pernoctaciones cotizan alto: la próxima semana, por ejemplo, una estancia de 4 noches cuesta 1.044 euros para cinco personas, mientras que en abril ya serían 1.633 euros. En temporada baja, el inmueble va a 200 euros la noche, como mínimo.

"Yo estoy castigada, mientras alguien gana más de 70.000 euros por piso al año con esto", remacha. Un filón del que pocos propietarios están dispuestos a renunciar. Por contra, algunos vecinos ya se han ido por ese motivo.

Cuestión de gestión

Generalizar no vale en este sector, ya que la colisión o la integración de una vivienda turística en un bloque de vecinos acaba dependiendo de los filtros o controles que impongan el propietario o el responsable de la actividad, ya que la mayoría ya están en manos de gestores profesionales que se ocupan de su explotación, limpieza y demás. Y ahí radica el problema, si el objetivo es solo optimizar la ocupación. Airbnb, por ejemplo, permite filtrar al huésped y no darle luz verde si no cumple con un determinado perfil, como familias o parejas, o unas determinadas edades que den más confianza al propietario en cuanto a una estancia tranquila. Hay propietarios que exigen ese rasero y que incluso aportan un extra a los gastos comunitarios para compensar eventuales molestias (maletas, trasiego de caras nuevas…) a los residentes del bloque.

Pero en otras ocasiones las reservas son automáticas y en el caso de pisos con capacidad para más de cuatro personas, no siempre son familias, sino que es común el desembarco de grupos jóvenes con ganas de divertirse en la capital catalana, y no siempre con el civismo por bandera. “Algunos llegan sin saber que es una escalera de vecinos”, se queja Alba, que enfatiza que el horario de check-in (entrada) es de 15.00 a 2.00 horas, aunque sea a costa de despertar a los residentes con desembarcos de madrugada, critica.

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