En Sant Gervasi-La Bonanova
Barcelona abandona a los pies del Tibidabo un parque novecentista que se cerró hace tres años
El jardín de la Font del Racó está repleto de basura y de naturaleza medio muerta, pero el ayuntamiento no prevé actuar hasta mediados de 2025
Homenaje a Rubió i Tudurí, el planificador de parques que pensó Barcelona a 100 años vista
Crónica del último viaje del Tramvia Blau, el otro símbolo olvidado de la zona alta
Carlos Márquez Daniel
Periodista
Periodista especializado en Barcelona. En 'El Periódico' desde principios de siglo. Los últimos 15 años, dedicados a la información local: movilidad, urbanismo, infraestructuras, política municipal, barrios, área metropolitana y medio ambiente. Colaborador habitual en los programas de televisión 'Planta Baixa' (TV3) y 'Bàsics' (Betevé).
En el barrio de Sant Gervasi-La Bonanova hay un parque que lleva tres años cerrado. Con una superficie de 1,2 hectáreas, solo se permite pasear por un espacio que ocupa un 10% del jardín, justo donde está la fuente que da nombre al lugar. Se trata del parque de la Font del Racó, en la avenida del Tibidabo, paseo histórico de Barcelona, recuerden, que también lleva seis años sin Tramvia Blau. El ayuntamiento prevé reformar este coto verde en el segundo trimestre de 2025, con lo que el lugar habrá acumulado cinco años de clausura.
El 29 de enero de 2021, el ayuntamiento informaba del cierre de esta arboleda novecentista diseñada en 1926 por Nicolau Maria Rubió i Tudurí, el Picasso de los jardines de la capital catalana de la primera mitad del siglo XX. "Cierra de manera temporal", se decía, expresión que también se usó a finales de enero de 2018 con la precipitada retirada del menudo ferrocarril que unía las plazas de Kennedy y del Doctor Andreu.
Las tormentas Gloria y Filomena, concretaba el consistorio, habían "intensificado el deterioro de estas zonas", y provocaron "daños profundos que precisan de una mejora global". "Hay caminos deteriorados -proseguía- y existen algunos márgenes rotos que pueden suponer un peligro para la ciudadanía".
Tres años después, la naturaleza ha seguido su curso sin que nadie haya puesto un pie en esta zona verde que ahora presenta un aspecto muy dejado y moribundo por la sequía. Está lleno de basura (la zona prohibida al paso parece haberse convertido en un rincón de recurrente botellón) y los caminos son ahora un campo de piedras del tamaño de un bocadillo pequeño.
Árboles en peligro
Muchas barandillas de madera están a punto de caerse, hay peraltes que cederán de un momento a otro. Es decir, si en 2021 ya habría sido costoso ponerlo al día, en 2025 es probable que lo sea mucho más. También puede pasar que antes haya caído uno de los muchos pinos que presentan una inclinación de casi 45 grados. Alguno de ellos, enfocando a la escuela Frederic Mistral.
Un portavoz del ayuntamiento recuerda que el parque, por la fuente que da nombre al lugar, está incluido en el catálogo de Patrimonio de Barcelona, con lo que cualquier mejora necesita el permiso de este departamento, "cosa que ha complicado toda la redacción y tramitación del plan".
El calendario
A día de hoy, prosigue, se está validando el anteproyecto y se prevé disponer del proyecto ejecutivo durante el tercer trimestre de 2024, de manera que las obras, siempre según la previsión municipal, puedan empezar en el segundo trimestre de 2025. O sea, que si todo va como el consistorio quiere, el parque podría volver a abrir aproximadamente cinco años después de su cierre temporal.
Lo cierto es que la zona abierta no está mucho mejor. Los caminos tienen menos tropezones, eso sí. Si se tiene en cuenta que uno de los peligros que explican el cierre es que pueden ceder los muros de contención que van salvando el desnivel, quizás no tenga mucho sentido que sí se pueda estar en el lugar más hondo del parque, es decir, en el agujero hacia el que tendería cualquier desprendimiento. La fuente tiene un aspecto pésimo y la placa dedicada a Apel·les Mestre, que solía subir hasta aquí para dibujar y por eso le rindieron este homenaje, está grafiteada. La colocaron en 1938. La debieron mancillar no hace demasiado.
El jardín, además de ser lugar de asueto y paseo de los vecinos de la avenida del Tibidabo, ejercía de atajo -no señalizado, también es cierto- para llegar a los pies del funicular, la Cuca de Llum que sube hasta el parque de atracciones. Pasar por el jardín evitaba seguir a pie el recorrido serpenteante de la calle, que en este tramo, sobre todo en la curva que queda junto a una finca inmensa de La Caixa, blande unas aceras tremendamente raquíticas, de apenas un metro, que, además, tienen en medio del paso los postes de la catenaria del tranvía.
Cruzando por la Font del Racó, con un desnivel considerable, uno podía ahorrarse un buen trecho. Eran o 400 metros por la calle o poco más de 150 por dentro de la zona verde. Con escalones, eso sí; para nada accesible para personas con problemas de movilidad.
Oportunidad perdida
Desde el punto de vista del turismo, teniendo en cuenta que el Tramvia Blau está cerrado, aunque hay un bus que cubre su recorrido, muchos forasteros suben a pie por la avenida, contemplando las casas levantadas por Enric Sagnier, Joan Rubió o Adolf Ruiz Casamitjana a principios del siglo XX. Un enclave ideal para cumplir el sueño municipal de la deslocalización del turismo, esto es, que la ciudad tenga encantos más allá del sota-caballo-rey de Gaudí y la Rambla.
Pero una vez cruzada la Ronda de Dalt, poco después del consulado de China que ocupa la casa Carme Andreu, la vista pierde encanto y lo suyo sería entrar en el parque de la Font del Racó para cubrir rodeados de vegetación el último tramo hasta la plaza del Doctor Andreu. Plan ideal: arquitectura, historia y naturaleza. Para seguir luego con el funicular o seguir andando y darse cuenta de cómo Barcelona no solo descuida este parque y el Tramvia Blau, sino también el acceso a la carretera de las Aigües por la calle de Manuel Arnús, sin acera ni iluminación, como si la ciudad acabara de golpe.
Falta verde
Hay una explicación más de ciudad. En una Barcelona con solo siete metros cuadrados de verde por habitante (uno de los índices más bajos de las grandes ciudades de Europa y ojo porque se incluyen los alcorques de los árboles y el césped sobre el que circula el Tram) parece contradictorio que un jardín esté cerrado durante cinco años.
La situación del parque de la Font del Racó y del Tramvia Blau parece confirmar que la avenida del Tibidabo arrastra algún tipo de gafe. O de maldición. Lo primero, si nada lo impide, debería quedar resuelto para finales de 2025. Para lo segundo hay un proyecto constructivo que debería presentarse en este trimestre. Luego tocará consignar el dinero. Hasta entonces, Tramvia Blau en vía muerta.
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