Crónica del último viaje

Por Carlos Márquez Daniel

Un adiós inesperado que cogió a todos por sorpresa

Los maquinistas no lo sabían. Tampoco los mecánicos. Sucedió el 17 de enero de 2018, por la mañana. TMB informaba de que a finales de ese mes el Tramvia Blau dejaría de circular por tiempo indefinido porque la infraestructura había llegado al ocaso de su vida útil. Cinco años después, uno de los símbolos de Barcelona sigue durmiendo en la cochera de la calle de Bosch i Alsina, donde entró por última vez el 28 de enero, a las 19.10 horas.

Nadie dudó entonces ni duda ahora de que la seguridad va por delante de cualquier arrebato nostálgico, pero las alarmas empezaron a dispararse cuando iban pasando los años y ni el ayuntamiento ni TMB daban señales de vida.

Tampoco ayudaba que se fueran pasando la pelota. O que el funicular del Tibidabo se modernizara por valor de 19 millones de euros (se inauguró el 12 de junio de 2021) mientras el trenecito azul languidecía en el almacén.

Se supone que entre este año y el que viene estará terminada la redacción del proyecto, que incluye la renovación urbanística de la avenida. Luego vendrá la licitación de la obra y la ejecución. Si tienen que apostar, es altamente probable que nos vayamos a 2026 para volver a verlo en funcionamiento. Pero quién sabe.

Un 'camino al infierno' que fue una revolución para la Barcelona de principios del siglo XX

El papa Gregorio XVI se negaba a que los Estados Pontificios tuvieran ferrocarril alegando que los trenes eran corceles enviados por Satanás. “Chemin de fer, chemin d’enfer” (camino de hierro, camino del infierno), sostenía el Pontífice, según la leyenda. Tras su fallecimiento, el nuevo jefe de la Iglesia católica, Pío IX, aprobó la construcción de una línea entre Bolonia y Anconia. Medio siglo después, el clero ya abrazaba a pierna suelta las vías. Sucedió, por ejemplo, durante la inauguración del Tramvia Blau (el nombre no empezó a usarse hasta los años 40) y el funicular del Tibidado. Era un martes; 29 de octubre de 1901.

La crónica del día siguiente de 'La Vanguardia' recogía las palabras del obispo Salvador Casañas: “Una vez de regreso a la capilla, el cardenal dijo que andan equivocados los que creen que la Iglesia está reñida con el progreso, y que la historia demuestra que muchos inventos han sido felizmente descubiertos por el clero”. “Les diría que no hay antagonismo entre la fe y la ciencia, pues ambas proceden de Dios”, aseveró el alto sacerdote.

Interior del tranvía. Cartel que dejaba las cosas claras

Interior del tranvía. Cartel que dejaba las cosas claras

Pero no era el caso. El pequeño ferrocarril y el funicular salieron de la cabeza de Salvador Andreu, el empresario farmacéutico, el hombre que unió Barcelona y la montaña a través de la ciudad jardín de la avenida del Tibidabo. Fue el único tranvía que sobrevivió a la desaparición (hasta la llegada del Tram, ya en siglo XXI) de las vías en superficie, en 1971. Mantuvo la gestión privada hasta los años 80, cuando TMB pasó a comandar esta línea de casi 1,3 kilómetros de longitud que une las plazas de Kennedy y de Andreu.

Todo ello, también el parque de atracciones, se creó de la mano de la Sociedad Anónima El Tibidabo, constituida en 1899 por el propio Andreu y otros prohombres de la época, como Román Macaya, Rómulo Bosch i Alsina, Francisco Simón o Antonio Roviralta. Aquella empresa terminaría en manos del empresario Javier de la Rosa muchas décadas después, en 1988.

Afortunadamente, aquella aventura empresarial terminó en 2002, cuando el ayuntamiento adquirió (y salvó) el parque tras pagar 3.000 millones de pesetas. Desde entonces, tanto el funicular como el Tramvia Blau y el parque son de titularidad pública.

Los primeros compases del Tramvia Blau de Salvador Andreu.

Los primeros compases del Tramvia Blau de Salvador Andreu.

El Tramvia Blau, en la primera década del siglo pasado, junto a la estación del funicular del Tibidabo.

El Tramvia Blau, en la primera década del siglo pasado, junto a la estación del funicular del Tibidabo.

El recorrido del Tramvia Blau, con conexión con Ferrocarrils en la plaza Kennedy y con el Funicular en la plaza del Dr. Andreu.

El recorrido del Tramvia Blau, con conexión con Ferrocarrils en la plaza Kennedy y con el Funicular en la plaza del Dr. Andreu.

El último viaje
del Tramvia Blau

El Tramvia Blau dejó de circular el 28 de enero de 2018. No era la primera vez que se cerraba durante una larga temporada, puesto que en 1984, con la construcción de la Ronda de Dalt, dejó de prestar servicio durante dos años. En esta ocasión, sin embargo, es la propia infraestructura la que requiere de un renacimiento que irá de la mano de una transformación de la avenida del Tibidado. Un proyecto que tiene como principal reto, además de recuperar el viejo ferrocarril, no mancillar una de las calles que más y mejor mantiene su aspecto original.

El 22 de agosto de 2012 se produjo un accidente que dejó 15 heridos. Uno de los convois del Tramvia Blau patinó con las aguas residuales de una obra y bajó de manera descontrolada. Una investigación de TMB concluyó que el conductor realizó "una maniobra inadecuada" con el sistema de frenado. No activó el arenero que podría haber devuelto la adherencia, y el tranvía terminó empotrado en la terminal del edificio de la Rotonda.

El último viaje
del Tramvia Blau

El Tramvia Blau dejó de circular el 28 de enero de 2018. No era la primera vez que se cerraba durante una larga temporada, puesto que en 1984, con la construcción de la Ronda de Dalt, dejó de prestar servicio durante casi dos años. En esta ocasión, sin embargo, es la propia infraestructura la que requiere de un renacimiento que irá de la mano de una transformación de la avenida del Tibidado. Un proyecto que tiene como principal reto, además de recuperar el viejo ferrocarril, no mancillar una de las calles que más y mejor mantiene su aspecto original.


El 22 de agosto de 2012 se produjo un accidente que dejó 15 heridos. Uno de los convois del Tramvia Blau patinó con las aguas residuales de una obra y bajó de manera descontrolada. Una investigación de TMB concluyó que el conductor realizó "una maniobra inadecuada" con el sistema de frenado. No activó el arenero que podría haber devuelto la adherencia, y el tranvía terminó empotrado en la terminal del edificio de la Rotonda.

Una mañana de aplausos

La despedida familiar de un símbolo

Era un domingo soleado, lo que facilitó que muchos barceloneses se acercaran a la avenida del Tibidabo para despedirse de un tranvía al que quizás hacía décadas que no se subían. Se había convertido, en efecto, en una atracción turística, pero también muchos ciudadanos seguían usándolo para llegar al parque de atracciones. Todo esto sucedía con el edificio de la Rotonda recientemente inaugurado tras décadas de dejadez. Es decir, cuando ambos elementos podían por fin alimentarse, ya no fue posible. Ironías del destino, o cuando lo público y lo privado no maridan.

Durante toda la semana anterior se sucedieron las visitas de curiosos y nostálgicos. Pero el domingo fue distinto, porque muchos niños, acompañados de padres cargados de recuerdos de infancia, realizaron su primer viaje en el pequeño ferrocarril eléctrico del Tibidabo. Vino gente vestida de época, hubo oportunismo político, incluida una web para salvar el tranvía que obviamente ya no está operativa, y se sucedieron los aplausos cada vez que el Tramvia Blau llegaba o partía hacia la plaza del doctor Andreu. Todo, ante la atónita mirada de los forasteros, afortunados testigos de la despedida de un símbolo de Barcelona, al nivel del avión del Tibidabo o Copito de Nieve.

El descenso a cocheras

Un adiós entre lágrimas lleno de dudas

Lauren Quer, uno de los maquinistas del Tramvia Blau, el más veterano (22 años a la manivela), fue el encargado de realizar el último viaje. Eran las 19 horas del 28 de enero, y a bordo, además de su mujer, Carme, a la que conoció en este mismo tren en 1999, iban amigos de TMB y aficionados al mundo del ferrocarril, que en Catalunya son multitud. También este diario participó de ese trayecto de despedida.

Lauren cerraba un día repleto de emociones, en el que, como hacía siempre, iba cambiando la catenaria para subir y bajar, subir y bajar, pero entre vítores y gritos de ánimo, como nunca le había sucedido, como nunca quiso que sucediera. "Ha sido una mezcla de emociones muy extraña. Espero que no tardemos en volver", dijo. A punto de girar la palanca, se volvió hacia el vagón y se dirigió al pasaje.

"Gracias por venir, y espero que no sea el último", dijo el maquinista. En ese momento, fuera, en la calzada, pegadas al Tramvia Blau, tres mujeres anónimas (este diario ha tratado de encontrarlas, de momento sin suerte) empezaron a pedir a gritos la supervivencia del tranvía. "Salvem el tramvia", repetían.

Un 'fenómeno fan' que todavía hoy no tiene una explicación. ¿Salían de tomar algo en el Mirablau y pasaban por ahí de vuelta a casa o eran realmente unas apasionadas del ferrocarril? Un misterio por resolver.

Aunque el video termina con una moto a punto de arrollar a una de ellas, no hubo que lamentar ningún incidente. Dejaron de correr cuando el Tramvia Blau adquirió cierta velocidad.

Cierre del tranvía

El momento en el que Barcelona bajó el telón de parte de su historia moderna

Lauren no hizo nada que no hubiera ejecutado miles de veces. Trazó las curvas de bajada de la avenida del Tibidado. Izquierda, derecha, izquierda larga, derecha junto a la casa del conde de Sert. Y luego pasó por encima de la Ronda de Dalt, momento en el que tomó el desvío que conduce a la cochera.

Un almacén de tranvías, por cierto que había sido restaurado tres meses antes, en noviembre de 2017, antes por valor de 300.000 euros y que forma parte del proyecto que TMB tiene entre manos. El maquinista, que ese día estrenó la americana granate de la empresa para las grandes ocasiones, detuvo el tranvía número 6 a escasos 20 metros del aparcamiento.

El pasaje bajó y todo el mundo activó sus teléfonos móviles para captar el momento en el que la puerta se cerraba. El silencio se rompió con un sentido aplauso. "Hasta pronto", dijo alguien.

Cierre del tranvía

Lauren no hizo nada que no hubiera hecho miles de veces. Trazó las curvas de la bajada de la avenida del Tibidado. izquierda, derecha, izquierda, derecha. Y luego pasó por encima de la Ronda de Dalt, momento en el que tomó el desvío que conduce a la cochera.

Un almacén de tranvías, por cierto que había sido restaurado tres meses antes por valor de 300.000 euros y que forma parte del proyecto que TMB tiene entre manos y que debería estar listo en algún momento del segundo semestre. El maquinista detuvo el tranvía número 6 a escasos 20 metros del aparcamiento.

El pasaje bajó y todo el mundo activó sus teléfonos móviles para captar el momento en el que la puerta se cerraba. El silencio se rompió con un sentido aplauso. "Hasta pronto", dijo alguien.

Caras de tristeza durante el último día de servicio del Tramvia Blau.

Caras de tristeza durante el último día de servicio del Tramvia Blau.

Abril de 1999. Luis Figo posa con el Tramvia Blau.

Abril de 1999. Luis Figo posa con el Tramvia Blau.

Despedida familiar, el 28 de enero de 2018.

Despedida familiar, el 28 de enero de 2018.

'Selfies' para la historia, el día de la despedida.

'Selfies' para la historia, el día de la despedida.

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Caras de tristeza durante el último día de servicio del Tramvia Blau.

Caras de tristeza durante el último día de servicio del Tramvia Blau.

Abril de 1999. Luis Figo posa con el Tramvia Blau.

Abril de 1999. Luis Figo posa con el Tramvia Blau.

Despedida familiar, el 28 de enero de 2018.

Despedida familiar, el 28 de enero de 2018.

'Selfies' para la historia, el día de la despedida.

'Selfies' para la historia, el día de la despedida.

Pero no ha acabado todo...

Lauren Quer y su pequeño Tramvia Blau, en febrero de 2018, en el parque de Can Mercader de Cornellà.

Lauren Quer y su pequeño Tramvia Blau, en febrero de 2018, en el parque de Can Mercader de Cornellà.

El Tramvia Blau ha seguido circulando, aunque sea en pequeño formato, gracias a una réplica exacta 1/11 realizada por un especialista de Castellón. Se la encargó Lauren Quer en 2011 y desde entonces ha sido como un hijo para él. La máquina pesa 83 kilos, lleva dos baterías de limpiaparabrisas y reproduce todos los detalles de su hermano mayor, tanto interiores como exteriores.

Con el tiempo le añadió una campana que Samuel Valls, el que fuera presidente del Club de Amigos del Ferrocarril de Cornellà, le compró en Alemania, y que sonaba prácticamente igual que la que tiene instalada el Tramvia Blau como bocina.

Suelen pasearlo a demanda o cuando hay alguna exhibición. Hasta que, algún día, puedan volver a sacar a la calle el de verdad.

Un reportaje de EL PERIÓDICO

Textos y vídeos:
Carlos Márquez Daniel
Fotos:
Joan Cortadellas, Antonio Lajusticia Bueno
Diseño e infografía:
Alex R. Fischer
Coordinación
Rafa Julve