Epicentro de Barcelona

El Gòtic de Barcelona se repuebla con vecinos jóvenes y extranjeros: ya casi no hay niños ni ancianos

La zona más comercial de Barcelona no ha dejado de ganar población desde 2016, la mayoría de 25 a 39 años

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Ambiente en el barrio Gòtic, el pasado noviembre.

Ambiente en el barrio Gòtic, el pasado noviembre. / MANU MITRU

Patricia Castán

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EL PERIÓDICO rescata en una serie especial para estas fiestas navideñas algunas de las historias de este 2023 que por el alud de informaciones que se generan en el día a día merecen una nueva mirada y atención.

El barrio por el que desfila todo turista que aterriza en Barcelona lleva dos décadas de revolución sociodemográfica: el Gòtic de 2023 tiene la misma cifra de vecinos empadronados (24.460) que en 2008, pero su composición es radicalmente distinta. Tras un 'centrifugado' en 2016, cuando después de varios años de caída se quedó con menos de 16.000 residentes, en los últimos años no ha hecho más que remontar. Pero lo ha hecho a costa de renunciar al vecino de siempre, a niños y personas mayores, mientras las viviendas se iban repoblando de extranjeros de paso, estudiantes y 'singles'. La zona más comercial de la ciudad se ha convertido también en un imán para residentes (e inversores) foráneos, que suponen dos terceras partes de su población registrada.

La transformación del Gòtic no solo es el paradigma del efecto turístico, sino que también se ha vertebrado al son de las crisis del ladrillo o, más recientemente, la pandemia. Atendiendo a lo que va de siglo XXI, y pese a la idea extendida de la pérdida de residentes, el barrio habría ganado un 60,9% de población desde 2001 (15.199 vecinos).

Hay que tener en cuenta, eso sí, que los datos estaban y están alterados porque una pequeña parte del padrón no son residentes reales, sino ciudadanos sin domicilio fijo que la administración empadrona en sedes municipales para darles acceso a prestaciones sociales. Inicialmente se concentraban en Ciutat Vella, sesgo que según fuentes municipales se ha corregido en los últimos años, aunque en paralelo el colectivo ha crecido mucho.

En cualquier caso, es innegable que la evolución poblacional de Ciutat Vella ha sido sinuosa. Con el 'boom' inmobiliario y económico y el correspondiente incremento de densidad, en 2007 se contabilizaban más de 27.000 residentes. El pinchazo de la burbuja y la crisis influyeron en la pérdida constante de empadronados, que en 2016 no llegaban a 16.000, mientras crecían los pisos turísticos ilegales, que a partir de entonces fueron perseguidos.

Muchos de esas viviendas han pasado al mercado de alquiler, aunque sea de temporada, pero con personas que se empadronan. En los últimos siete años la curva ha sido ascendente y sin freno, hasta los 24.460 de 2023. El crecimiento es de casi el 50% en una década.

Un perfil dominante de residentes

Pero más llamativo es el perfil de residentes del nuevo barrio. Solo un tercio son de nacionalidad española, y poco más de 4.000 de estos son nacidos en Barcelona. Del resto, extranjeros, predominan los asiáticos (más de 6.600, la mitad de los cuales son paquistanís), seguidos de los europeos (más de 4.300), americanos (más de 3.000, con Colombia a la cabeza) y africanos (2.030, con tres cuartas partes de marroquís).

Igualmente significativo resulta su desequilibrio en las franjas de edad de sus moradores. Es el barrio (junto con la Barceloneta) con la menor proporción de población infantil de la ciudad (solo el 7,5% de menos de 15 años). También es el de menor presencia de población mayor: solo un 9,1% de mayores de 65 años. Esta cifra es la mitad o incluso casi una tercera parte de lo habitual en otros barrios de población arraigada. Así, el vecino estrella del Gòtic tiene entre 25 y 39 años (el 41,7%, la proporción más alta con diferencia respecto a cualquier otra zona).

Ese "adulto joven" en términos sociodemográficos es mayoritariamente hombre (62%) y aterriza en el epicentro de Barcelona tanto de alquiler como comprando propiedades. Lo constatan desde Tecnocasa, con agencias inmobiliarias en la zona, con un 75% de compradores extranjeros, de los que actualmente la mitad son de la Europa comunitaria. Aunque el barrio cuenta con inmuebles grandes (uno de cada diez pisos cuesta más de un millón de euros en Idealista), el producto rey que despacha este operador son pisos pequeños de unos 53 metros cuadrados y 172.000 euros de media, explica su portavoz, Lázaro Cubero, a EL PERIÓDICO.

Otro dato relevante es que el 54% de sus compradores son inversores, de los que un 70% no necesitan financiación. Aunque, precisa Cubero, en el 95% de los casos son particulares, no fondos ni grandes inversores. Algunos quieren vivir ahí, otros muchos alquilar. Pero ojo, ya no de forma tradicional. Como consecuencia de la inseguridad jurídica que ha generado la Ley de Vivienda, suelen optar por arrendamiento "temporal, porque la zona se presta a gente extranjera que viene por unos meses y nómadas digitales", mantiene. Si son grandes también se comercializan como "habitaciones en pisos compartidos", un fenómeno disparado en Barcelona. La antigüedad del parque de viviendas se traduce en que actualmente un 41% de todo lo que venden en el barrio necesita reformas.

Segunda residencia

Un especialista de otra gran inmobiliaria que trabaja con pisos de alto standing en la zona añade que el aumento ha sido especialmente significativo tras la pandemia, cuando "muchos pisos vacíos volvieron al mercado". Cree que los empadronamientos recientes están nutridos sobre todo de inquilinos de nuevas promociones que se destinan al alquiler y de estudiantes que comparten vivienda.

Por el contrario, hay una cuota sin cuantificar de compradores que no se empadronan (y no alquilan), sino que disponen de la vivienda para alojarse en ella solo cuando visitan Barcelona. Una segunda residencia en versión urbana. Los precios no ayudan a que la inyección de residentes sea autoctóna: solo la mitad de los anuncios de vivienda en venta en el Gòtic están por debajo del medio millon de euros. Y solo una octava parte, a menos de 300.000 euros.

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