Polémica desde abril

La valla de la discordia del Poblenou: Barcelona deja en duda si reabrirá por completo una plaza

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La valla que envuelve la plaza Mercè Sala, en el barrio del Poblenou, en Barcelona.

La valla que envuelve la plaza Mercè Sala, en el barrio del Poblenou, en Barcelona. / RICARD CUGAT

Jordi Ribalaygue

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Una valla da un aspecto de recinto fortificado desde hace siete meses a la plaza Mercè Sala, en el barrio del Poblenou, en Barcelona. Ha sobrevivido más tiempo del que se le auguraba nada más instalarse, a falta de un mes de las pasadas elecciones municipales: después de tramitarse durante casi tres años en el Ayuntamiento y ser autorizada sin reparo, tanto Barcelona en Comú como el PSC -las dos fuerzas del anterior gobierno municipal- declararon no saber nada de la verja cuando parte del vecindario la reprobó, por percibir que hurtaba un espacio público. Ambos partidos la repudiaron y anunciaron que se quitaría. Dijeron que no se tardaría más de dos meses, pero sigue allí plantada. 

La cerca rodea la explanada que se extiende frente a un bloque de oficinas y una antigua harinera transformada en edificio de viviendas. La comunidad de propietarios de ambos inmuebles solicitó que la plaza se envolviera por seguridad. Alegó que se había convertido hacia 2019 en un escenario habitual de botellones y peleas. Atribuyeron los altercados a un grupo de personas sin hogar que acamparon en el porche abierto bajo las oficinas. 

La reja tiene tres puertas. La intención era echarles el candado por la noche, pero la plaza no se blindó por completo más que una semana, hasta que las quejas empujaron al Ayuntamiento a comprometerse a deshacer lo que había permitido construir. No obstante, el distrito de Sant Martí deja ahora en duda cómo desempatará el pulso por el cercado. De lo que acabe ocurriendo se harán lecturas sobre cómo el ejecutivo del alcalde Jaume Collboni se posiciona en el dilema entre seguridad y espacio público.

Riña entre exsocios

El gobierno socialista del distrito volvió a desmarcarse de la polémica en el pleno de Sant Martí, semanas atrás. Se pronunció a raíz de que sus exsocios rogaran que la barrera se desmonte. BComú cree que el desenlace de lo que define como un "sinsentido" se está dilatando sin motivo. 

Dos jóvenes atraviesan la valla que rodea la plaza Mercè Sala, en Barcelona.

Dos jóvenes atraviesan la valla que rodea la plaza Mercè Sala, en Barcelona. / RICARD CUGAT

El PSC culpó a la anterior concejalía de Urbanismo -cuando la regían los comunes- de haber dado curso a la reja sin que el distrito supiera nada hasta que se encontró de repente con que se había tapiado el recodo, inmerso en el distrito tecnológico del 22@. En cambio, los comunes sostienen que las gestiones se hicieron en el distrito antes de trasladarse a Urbanismo, solo para ser ratificadas con la firma definitiva. Sostienen que todo quedó entre técnicos, sin que se elevara a los concejales.  

En el pleno de Sant Martí, la consejera socialista Inmaculada Bajo comentó que, una vez que se revierta la modificación que permitió poner el vallado, se adjudicarán las obras de una “nueva valla, con el consentimiento y el consenso de los vecinos”. La afirmación puso en guardia a quienes se oponen a que el espacio se cierre. El distrito matiza ahora que “aún no se ha decidido si se instalará o no otro tipo de cerramiento en algún espacio delimitado de la plaza”. 

El gobierno de Sant Martí ha convocado para los próximos días a los vecinos que promovieron el cercado y quienes recogieron unas 300 firmas para que se eche abajo. Los encuentros deben servir para dibujar “la configuración definitiva de la plaza”, según el distrito. Añade que la valla de la discordia “permanecerá instalada” mientras no se materialice lo que se acuerde con unos vecinos y con otros, que parten de posiciones difíciles de conciliar.

Territorio 'expat'

Son tirando a minoría los afincados en los apartamentos de la plaza Mercè Sala que no pertenecen a la colonia de ‘expats’ y nómadas digitales que abunda por el entorno, jóvenes extranjeros que han recalado por un tiempo en los negocios del 22@. Además, hay cinco pisos turísticos en la antigua nave del viejo Poblenou. Toni es uno de los habitantes que se sumó a la reclamación de que el perímetro fuese vallado. 

“Debajo de las oficinas se montó un campamento, que fue creciendo. Había broncas continuas, bebían, fumaban... hasta que uno de ellos amenazó a otro con un cuchillo. Una vecina se lo encontró de frente”, relata Toni. Cuenta que, a raíz de ese episodio, la comunidad habló con el Ayuntamiento “para cerrar la plaza, como muchos interiores de manzana”, compara. Explica que contrataron a un arquitecto, canalizaron la petición a través del distrito y, una vez aceptada, el consistorio hizo pagar la reja a los vecinos. Costó unos 55.000 euros.

“Nosotros también vivimos en el barrio y no hemos vivido ningún episodio de inseguridad ni de botellón en esa zona”, opone Isabel, una de las vecinas del Poblenou que aboga por suprimir la cerca. "La plaza era muy de paso pero, en el 22@, es la única abierta que esponje un poco el espacio porque las otras son súperpequeñas, las cierran y no las abren ni de día ni de noche. Era la única plaza que quedaba y se privatiza un lugar público", lamenta.

El porche bajo el que los vecinos de la plaza Mercè Sala aseguran que se formó una acampada y se produjeron incidentes.

El porche bajo el que los vecinos de la plaza Mercè Sala aseguran que se formó una acampada y se produjeron incidentes. / RICARD CUGAT

La Asociación de Vecinos del Poblenou tampoco le ve sentido. La cataloga como una muestra de aporofobia y de apropiación de terreno público, además de un precedente que juzga peligroso. "No nos queremos quedar con la plaza, ni mucho menos -replica Toni-. No tenemos nada en contra de quienes acampaban. A veces, les dábamos comida... La idea era que estuviera abierta excepto por la noche, poner dos bancos en vez de las sillas que hay y mesas de pimpón, pero no se ha hecho".

Los propietarios afincados en la plaza siguen pidiendo que la reja se cierre desde las diez de la noche y hasta las siete u ocho de la mañana. En todo caso, Toni asegura que se sienten más tranquilos. Una sola persona sin techo se refugia esporádicamente en la plaza. "La valla es disuasiva", percibe.

"Las sensaciones son libres, pero no es un barrio conflictivo", tercia Isabel. A la espera de eventuales soluciones intermedias que se puedan plantear, deja claro que los críticos harán valer las adhesiones que han recabado ante el Ayuntamiento: "Pediremos que quiten la valla, como hemos hecho desde el principio".