48h Open House Barcelona 2023

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Meritxell M. Pauné

Meritxell M. Pauné

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Si al tramo más modernista del paseo del Gràcia de Barcelona se lo conoce como "la manzana de la discordia", a una de sus joyas arquitectónicas habría que llamarla "los escalones de la discordia". La Casa Lleó i Morera es este fin de semana la visita más codiciada del festival 48h Open House Barcelona, que reabre de forma efímera al público un icono que solo pudo visitarse un par de años. La accesibilidad, encarnada en una breve escalera del vestíbulo, dejó al edificio sin permiso para acoger visitas guiadas. Y así sigue.

El inmueble es obra de Lluís Domènech i Montaner y se construyó entre 1902 y 1906. Su buen estado de conservación es excepcional, porque permaneció en manos de la familia Morera -la nieta- hasta mediados de siglo. Hoy es propiedad de Núñez y Navarro, que lo abrió al público con una autorización municipal provisional en enero de 2014.

En agosto de 2016 el consistorio -que había pasado de Xavier Trias a Ada Colau- les comunicó que no les otorgaba la licencia. Fuentes conocedoras señalan como causa central los ocho escalones que separan la calle del ascensor. Las soluciones propuestas para salvar el desnivel no gustaron al área de Patrimoni de la Generalitat. Hay un local versátil en la planta baja, pero está alquilada a Loewe desde los años 40. El papeleo está en punto muerto. Entre todos la clausuraron y ella sola cerró.

Mil plazas en 10 minutos

En los dos años y medio que abrió recibió 60.000 visitantes, siempre en grupos de 25 personas como máximo y guías profesionales de la empresa Cases Singulars. Este sábado han podido ver los excepcionales interiores de esta finca un millar de personas, fans diligentes que cogieron al vuelo alguna de las 1.056 plazas disponibles.

“Ha sido la estrella de este año, en 10 minutos se agotaron todas y no hemos parado de recibir llamadas y consultas por si se abrían nuevas plazas!”, señala Miquel Zuzama, jefe de programación del festival. Es una de las pocas actividades de la programación (el 12% de 195) que exigía inscripción previa, el resto solo requieren paciencia y picardía para evitar colas.

Zuzama tiene la esperanza que el gran interés suscitado por una sola jornada y el Año Domènech i Montaner “sean la excusa” para que propiedad y administraciones “vuelvan a abordar” soluciones para desencallar el monumento. “Ya nos ha pasado con otros edificios, al abrirlos un día se genera un caldo de cultivo propicio para que abran más”, sostiene.

Modernismo de primera división

A mediodía el ambiente era amigable, sin grandes colas porque la reserva ya iba asociada a un horario de entrada. Móviles en alto, los asistentes fotografiaban cada rincón de la finca, en especial los detalles escultóricos. Y es que la Lleó i Morera tiene elementos que asombran, como la canción popular de La Dida de l’Infant Rei esculpida por Eusebi Arnau en el pasillo de la vivienda principal como alegoría del hijo que perdió el doctor Albert Lleó i Morera.

Las biografías de esta familia tienen mucho que ver con el edificio, puesto que este médico era jefe de analíticas en el hospital Sant Pau y conoció a Domènech i Montaner por haber diseñado el recinto sanitario de la calle Sant Antoni Maria Claret. El encargo, no obstante, viene de su madre: Francesca Morera i Ortiz, heredera de un tío indiano y una de las pocas divorciadas de la época. Murió antes de ver terminada la obra y la culminó el hijo que le ha acabado dando el nombre a la finca.

La visita de este sábado recorre el que fuera su hogar. Destacan tres salas nobles que se asoman al paseo, un patio en el interior de manzana con espectaculares vitrales, la escalera y el vestíbulo. Una cata de lo más destacado del edificio, aunque no todo, porque la decoración modernista está presente en todas las plantas y no solo en las usadas por la alta burguesía como era habitual en la época. Y como guinda, un templete de aúpa. La visita virtual en la web del monumento permite hacerse una idea de la joya que Barcelona se está dejando perder. Primerísima división del art noveau europeo. Aunque su disfrute ciudadano lleve siete años encallado por una escalera.

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