En dos barrios

Dos pacificaciones en escuelas enfrentan a familias y vecinos en Barcelona

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Los planes para eliminar plazas de aparcamiento y obstaculizar la circulación provocan tiranteces en la Font d'en Fargues y Provençals de Poblenou

El tramo de la calle Pintor Pradilla, en Barcelona, con las obras de pacificación a medio hacer delante de la escuela Font d'en Fargues.

El tramo de la calle Pintor Pradilla, en Barcelona, con las obras de pacificación a medio hacer delante de la escuela Font d'en Fargues. / JORDI OTIX

Jordi Ribalaygue

Jordi Ribalaygue

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Las medidas para limitar el tráfico y el aparcamiento de vehículos alrededor de los centros educativos que acogen a unos 86.000 alumnos de Barcelona forman parte del legado del mandato que ahora vence. Lo reivindica, sobre todo, el sector de los comunes del gobierno municipal. En cambio, genera menos entusiasmo en otras fuerzas, al menos en según qué casos se aplica la restricción; ocurre en el PSC, el otro de los dos integrantes del ejecutivo local de la alcaldesa Ada Colau, mal avenidos también por alguna que otra de las llamadas pacificaciones para contraer la circulación. 

El ayuntamiento contabiliza 219 obras desde 2019 hasta ahora, tasadas en 16,8 millones de euros, para reducir el acceso rodado en el entorno de los colegios. Este año se prevén 17 remodelaciones basadas en el urbanismo táctico, en que parte de la calzada se ocupa con bancos, jardineras, gradas, mesas, aparcamiento para bicicletas y figuras pintadas sobre el firme para disuadir a los conductores. Al menos dos actuaciones recientes del programa ‘Protegim les Escoles’ han provocado cierta tensión en dos barrios alejados entre sí. 

Vecinos de la Font d’en Fargues, en el distrito de Horta-Guinardó, aseguran que, a finales de abril y sin previo aviso, se toparon con que iba a obstaculizarse el paso de vehículos en un tramo de la calle Pintor Pradilla que discurre frente a la entrada del colegio del barrio, con unos 400 escolares. “Se comenzaron las obras saltándose el acuerdo que teníamos”, alegan los detractores del proyecto, que han presentado más de 100 adhesiones a su causa. Según su versión, el compromiso tras las idas y venidas entre el distrito (gobernado por el PSC) y la concejalía de Ecología Urbana (en manos de los comunes) era que no se cortaría el tráfico más que a la hora en que comienzan las clases y cuando finalizan. Se empezó a hacer así, sin anular 10 plazas para coches y cuatro para motos

“Nos quedamos muy tranquilos -expresan los vecinos opuestos-. Es una calle con poco tráfico. Hablamos con técnicos del distrito y no vieron sentido a cortarlo más que a la entrada y la salida del colegio. Pero las obras comenzaron: borraron el área verde, cambiaron los imbornales, pintaron florecitas en el asfalto… Ecología Urbana ha ido a hechos consumados, sin buscar alternativas y sin validación del distrito ni de los vecinos”. 

El relato difiere con el de la Asociación de Familias de Alumnos (AFA) de la escuela Font d’en Fargas, partidaria de la pacificación total, igual que la dirección del centro y la asociación de vecinos. “La gerente del distrito nos presentó en septiembre pasado un plano que nos dijo que era la solución de consenso. La propuesta que hace el distrito es una calle de convivencia: no cortar el tráfico en ningún momento, sencillamente eliminar la zona de aparcamiento, pintar el suelo, colocar jardineras para que los vehículos tengan que entrar haciendo zigzag y poner bancos para que las familias puedan sentarse. No era la actuación que pedíamos, pero lo aceptábamos si el ayuntamiento entendía que era la forma de desencallarla. El proceso ha durado tres años”.  

Vallas tiradas cerca de las obras de pacificación en torno a la escuela Font d'en Fargas, en Barcelona.

Vallas tiradas cerca de las obras de pacificación en torno a la escuela Font d'en Fargas, en Barcelona. / JORDI OTIX

Una señal que prohíbe el estacionamiento y limita la velocidad a 10 kilómetros por hora consagra la solución salomónica, que no acaba de contentar a nadie: no colma la aspiración del AFA y los residentes críticos juzgan peligroso que vehículos y peatones compartan la vía, con obstáculos entre medio. “Nos obliga a subir para girar a la calle Descans, más peligrosa, y el mobiliario en la calle invita a hacer botellón. Últimamente algún grupo de turistas viene por la zona, rebotados del Turó de la Rovira. Si se quiere un lugar pacificado, ¿por qué no se hace en la calle de arriba o en la plaza Font d’en Fargues, que será el centro del barrio?”, se preguntan. 

“No hay ninguna entrada de ‘parking’, local o vivienda en la calle. La afectación es mínima”, opinan en el AFA. “Entendemos el temor por el botellón, pero los técnicos nos dicen que no se hace en medio de una calle así. Sí nos pasa que se cuelan en la escuela y se esconden para hacerlo. Si se hacen botellones y hay cristales rotos en la entrada del colegio, las familias seremos las primeras en pedir remedio. Se ha querido crear un relato de supuesto conflicto para detener las obras”, oponen. 

Miembros de PSC y comunes se han posicionado a un lado y otro de la enrarecida disputa por apenas 100 metros de calle. Se acusan mutuamente de moverse por electoralismo. Tras un parón de unos días por un rifirrafe entre un vecino y unos trabajadores, la instalación pendiente de mobiliario en mitad de la calzada se retomó este jueves. Las obras concluirán la semana que viene y cuestan unos 50.000 euros. 

Rebaja en Sant Martí

Aunque sustancialmente distinta, otra controversia similar se dirime en el barrio de Provençals del Poblenou. Vecinos de la calle Perú, en el distrito de Sant Martí, se plantaron para impedir que comenzaran los trabajos en febrero para liquidar casi un centenar de plazas de aparcamiento frente a las escuelas Brasil, Catalònia, Concha Espina -de educación especial- y la guardería Dolors Canals, concentradas a lo largo de un kilómetro en línea recta y con casi un millar de alumnos. La protesta logró que el gobierno municipal pospusiera la reforma de la vía, sin que se sepa aún cuándo se reanudará. Además, cortaron la Gran Via durante unos instantes en abril, lo que se proponen hacer de nuevo este viernes, con el respaldo de miembros de las candidaturas de Junts, PP, Valents y Barcelona ets tu. 

Tras las manifestaciones, el ayuntamiento ha planteado rebajar la supresión de 95 plazas de estacionamiento a 55. En todo caso, sigue sin satisfacer a los movilizados en la plataforma Ni una plaza menos, que exigen que no desaparezca ningún espacio para aparcar a pie de calle. Piensan que “centenares” de vehículos se verían afectados por el plan municipal.

Manifestantes opuestos a la pérdida de plazas de aparcamiento en Provençals de Poblenou cortan el tráfico en la Gran Via, el pasado abril en Barcelona.

Manifestantes opuestos a la pérdida de plazas de aparcamiento en Provençals de Poblenou cortan el tráfico en la Gran Via, el pasado abril en Barcelona. / ZOWY VOETEN

“Es prepotencia y querer quitar los coches a los vecinos. Porque si nos quitan las plazas, nos quitan los coches, porque no tenemos dónde aparcarlos y te condenan a encerrarte en casa, sin poder moverte en fin de semana”, se queja un vecino que cuelga carteles de la concentración de esta viernes. Añade que nota más congestión tras reducirse carriles para vehículos privados en el entorno, lo que también se planifica que pase en Perú. "Se forma un tapón en la Gran Via y el barrio se llena de coches que intentan escapar de la caravana", afirma. 

Frente a la escuela Catalònia, se cuenta con quitar 22 plazas, todas en la calle Fluvià y ninguna en Perú. “No se ha hecho de espaldas a los vecinos. Nace de una demanda al consistorio de las diferentes AFA y direcciones de las escuelas”, comentan en la asociación de familias del Catalònia. Destaca que, por ahora, se han colocado papeleras y bancos y subrayan que quieren las escuelas dispongan “de entornos agradables, libres de humo y espacios de juego espontáneo”. “Con lo que no estamos de acuerdo es que todo se parara de repente porque alguien está preocupado por su silla”, critican.

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