Biografía y más

Cuatro claves del libro póstumo sobre la intensa vida de Juanito, el 'Pinotxo'

El 'Pinotxo' de la Boqueria fallece en plena batalla judicial por el bar y su nombre

Juanito, durante su última etapa en la barra del bar Pinotxo.

Juanito, durante su última etapa en la barra del bar Pinotxo. / Genco Editorial

Patricia Castán

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Murió sin tiempo a acudir a la presentación de 'La Boqueria del Juanito 'Pinotxo', un libro donde se había sincerado y relatado su intensa vida --vista desde detrás y delante de la barra su famoso bar-- y también el devenir del mercado más icónico de Barcelona. Le hacía una ilusión enorme protagonizar semejante volumen, a rebosar de fotos de los álbumes de familiares y amigos, y de las que en los últimos tiempos le disparó Josep Ródenas, antes y después de despojarse del chaleco de camarero para siempre. La fiesta no pudo ser. Juan Bayén falleció pocos días antes de ese homenaje, pero la próxima semana se presentará públicamente la obra (Genco Editorial) a la par que la figura de cera que lo inmortalizará, aunque su sonrisa y su don de gentes ya estén acuñados en la memoria de Barcelona.

Pinotxo, en el antiguo puesto.

Pinotxo, en el antiguo puesto. / Genco Editorial

EL PERIÓDICO ha tenido acceso al libro y extraído algunas claves, que no solo ilustran al personaje en primera persona, sino la forma en que fue visto por un enorme entorno de colegas y de nombres conocidos. Y aunque su última etapa estuvo ensombrecida por el conflicto que derivó en la venta del bar por su parte, el 'divorcio' de una parte de la familia, y la batalla judicial por la titularidad del negocio y el nombre, el relato refleja también una historia previa distinta. Marcada por una estirpe que durante mucho tiempo estuvo muy unida y forjó lo que hasta hace poco fue uno de los bares protagonistas en las guías de la ciudad.

El hombre que nació pobre y murió millonario

"La cultura del esfuerzo y el sacrificio ha sido determinante para configurar mi forma de ser entregada", señalaba Bayen. "Éramos gente muy humilde", apuntaba, recordando una infancia marcada por los bombardeos de la guerra civil, su modesto hogar primero en el Raval y años después en el Poble Sec. Y sobre todo la figura de su madre, Caterina, que llegó a Barcelona vendiendo limones de forma ambulante, luego despachó batas en un puesto ("un mostrador") en la plaza de la Gardunya, y más tarde al morir su primer prometido se hizo con el 'negocio' reconvirtiéndolo en lo que Juanito afirma que fue el primer bar de comidas calientes.

Reconocimiento a 'Pinotxo' como la 'Esencia de la Boqueria'.

Reconocimiento a 'Pinotxo' como la 'Esencia de la Boqueria'. / Genco Editorial

Esa cocina evolucionaría poco a poco para alimentar a los trabajadores y clientes de un mercado en transformación. La familia logró mejorar con muchos años de trabajo su frágil economía, a la que Juan contribuía ayudando desde niño, también echando una mano a su padre albañil algunos fines de semana y hasta jugando a fútbol a 100 pesetas el partido. El negocio daría un salto cualitativo, subraya páginas después, con la entrada en escena de su hermana María a los fogones. Y otro más con el del hijo de esta, Albert Asín, en el año 2000, cuando se trasladaron de un puesto "enano" a las puertas del mercado, al que han ocupado hasta hace unas semanas.

Ese recetario y ese ambiente único al que contribuía con su gancho, lo fue convirtiendo en punto de encuentro de restauradores, como Isidre Gironès (Ca l'Isidre) o los hermanos Adrià, y también de famosos y legiones de turistas que habían leído sobre él. Hasta el punto de recibir ofertas multimillonarias en los últimos años (se hablaba de cinco y hasta ocho millones). No se sabe por cuánto dinero se traspasó el Pinotxo, pero sí que Juan Bayen fue muy rico apenas unas pocas semanas.

Una familia cosida en el mercado

La imagen que ha trascendido en los últimos meses, cuando su sobrino Jordi lo acusó de haber vendido el negocio de espaldas a él pese a tener una sociedad conjunta, dista mucho del relato familiar que desgrana de años previos. Tuvo una relación de uña y carne con sus hermanos Albert (que no se dedicó a la hostelería) y María. Tal era la entrega de esta que narra cómo rompió aguas en la barra para alumbrar al sobrino ahora en discordia. Es decir, que Jordi estuvo siempre en escena. De hecho se crio en el mercado y luego tomaría el relevo en la cocina a la precoz muerte de su hermano, mientras Juanito seguía ejerciendo de camarero, experto cafetero y un inmejorable relaciones públicas.

Juanito, con la antorcha olímpica en 1992, y a la izquierda rememorando el momento recientemente.

Juanito, con la antorcha olímpica en 1992, y a la izquierda rememorando el momento recientemente. / Genco Editorial

En la obra no se entra obviamente en los roces internos que pudieran haber habido, como en todas las familias. Bayen alude a los maravillosos veranos (la segunda semana de vacaciones) en que se llevaba a sus siete sobrinos de vacaciones dentro de "los mejores años" de su vida. En 1966 se casó con Carmen, el amor de su vida dice, con la que ahora acabó sus días. La viuda mantiene abierto el enfrentamiento.

"Pregúntale a quien quieras quien es Juanito, todo el mundo lo sabe. Es un icono y una parte de la ciudad", dijo Jordi Asín de su 'tiet' en las páginas finales de dedicatorias, cuando nadie imaginaba el desenlace de la historia, pero la tensión ya existía según se desprende de la nota que hizo pública su abogado justo tras su muerte.

En sentido contrario, el tío alude a Jordi, "quien lidia conmigo cada día". Lo formó Albert al enfermar de cáncer. "Abandonó su trabajo de pescadero para seguir con el Pinotxo: no es lo que a él más le gusta, pero sí lo que más quiere, como todos en la familia Bayen".

La creación de un mito local

La popularidad que fue adquiriendo le vino casi sin darse cuenta. Tras dejar el fútbol viendo que nunca brillaría lo suficiente, empezó a correr por Montjuïc para mantenerse en forma. Se enganchó hasta el punto de comenzar a participar en carreras y en una veintena de maratones, incluida la de Nueva York. Así que el hombre casi se desmaya, narra, cuando se le aparecieron unos señores encorbatados del COI y le propusieron llevar la antorcha desde Drassanes hasta la plaza de Catalunya, pasando frente a su Boqueria... En las fotos del 92 se le ve radiante, como personaje local y carismático que era ya.

En paralelo, se disparó el desembarco turístico. En no pocas ocasiones el Pinotxo, que acabó con el mote porque tuvo un perro mil leches al que puso ese nombre que acabaría denominando al bar, alude al clima fraternal que se vivía en el mercado. A la entrega de los paradistas para levantar esos negocios. A los tiempos en que sus vidas se entrelazaban, al contrario que ahora, cuando la clientela foránea cada día es nueva y tras los mostradores cada vez hay más dependientes anónimos. Pero ese 'boom' a la postre hizo próspero el negocio.

"Pinotxo, una foto, por favor, es probablemente una de las frases que más he escuchado en mi vida. Yo no sé cómo he llegado a esto", rumía. El trato con escritores, artistas, periodistas y su labia, junto con el calor del bar hicieron la magia, más allá de la gastronomía o de sus coquetos cafés. El retiro forzoso lo marcó la pandemia, que pasó con tristeza. Al volver al mercado, tenía miedo de jubilarse. "No quiero pensar a volver a pasar tanto tiempo sin saber en qué ocupar mi día", cuenta. Una mañana sufrió un mareo que fue el detonante. No era grave pero le llevó al reposo, y al adiós al mercado, no está claro si forzoso o forzado, como se ha dicho despúes. "Pinotxo se cortó la pajarita", recoge un capítulo.

PINOTXO WOODY ALLEN

Con Woody Allen en su barra. / Genco Editorial

Las anécdotas y la huella que dejó

Además de resumir sus vivencias, y cómo vio cambiar la sociedad y el mercado (de cuando se despachaba carne de ballena a la aparición de otras viandas) en los años 60, 70, 80, 90... Bayen intercala cómo como conoció a sus grandes amigos, casi siempre ligados a la restauración y a la Boqueria. Como Ramon Cabau ("su muerte fue la tragedia más grande que he presenciado", en 1987), entre un sinfín de nombres. Recuerda como veía a diario a dos jóvenes en su barra, que más tarde reconoció en una portada y eran Ferran y Albert Adrià. Otro día se asomó a su barra, sin reconocerla, Jacqueline Bisset. Luego desfilarían políticos y estrellas d Hollywood como Woody Allen. Un no parar.

Juan Bayen con Carme Ruscalleda y el cuadro que le pintó Salvador García, dueño de Can Llobet.

Juan Bayen con Carme Ruscalleda y el cuadro que le pintó Salvador García, dueño de Can Llobet. / Genco Editorial

Entre quienes le dedican páginas firmadas figuran Carme Ruscalleda ("el Pinotxo es sinónimo de la Boqueria", "el puesto es la máxima expresión de la vitalidad de una barra"), Raül Balam ("se reinventa cada día, levanta la persiana con la misma ilusión que lo hizo hace 80 años"), Javier Mariscal ("tiene tanta alegría y tanta marcha que te la pega"), Ismael Prados ("siempre está hacia fuera, haciéndote sentir bien cuando vas a su casa"), Carles Gaig ("lo que ha hecho Pinotxo por la Boqueria es espectacular, brutal"), Joan Roca ("representa compromiso con el mercado y con el oficio de camarero" (...) "es también un personaje literario"), Ferran Adrià ("simboliza el bien hacer, la simpatía, la generosidad, lo tiene todo...Es una de las personas más queridas que hay en todo este ambiente gastronómico"), Joan Manel Serrat ("Pinotxo es más que el personaje la persona Joan") y muchos más.

En la obra, con textos de Inés Butrón, Àlex Aguilar, Carla Alpeñés y Félix Montero, y dibujos de Javier Mariscal, Óscar Manresa y Montse Fransoy, las frases finales son para él: "Hasta la próxima, que vaya bien, buen viaje para todos", se despide.