Los sintecho y el toque de queda: "Nos ven como basura, no como personas"

Pese a las medidas sanitarias, las personas sin hogar siguen malviviendo en la calle con temor a infectarse

Entidades piden recursos para alojarlos a todos y la Generalitat promete abrir espacios "lo antes posible"

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Elisenda Colell

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"Es que nosotros hemos dejado de ser personas, ahora solo nos ven como basura". Así es como Óscar, un hombre que duerme entre cartones en la calle de Urgell, explica por qué a él, y al millar de personas que duermen en la calle de Barcelona, el toque de queda no ha cambiado en nada su rutina. "¿En casa de quién me voy a meter?", se pregunta Javi, otro sin techo que transita por el barrio del Fort Pienc. Las entidades sociales piden que se les busque un espacio para confinarse, mientras la Generalitat promete dar una respuesta al problema "lo antes posible". Esta segunda noche de confinamiento en casa la policía, en vez de multarle por incumplir las normas decretadas, agachaba la mirada: "No tenemos otra opción", aseguraba un agente.

A las nueve de la noche aún había movimiento cerca de la estación del Nord. Algunos trabajadores volvían para casa, y otros salían a hacer el último paseo del día. Pero una hora después, cuando la ciudad enmudece, una decena de personas preparaban cartones, mantas y alguna tienda de campaña frente el supermercado del Fort Pienc, a punto para dormir. "Nos esperamos a que cierre todo para no molestar", cuenta Jerrsy, un hombre polaco de 67 años que ya lleva un par malviviendo en las calles de Barcelona. "Lo que me da miedo no es el virus, es estar tanto tiempo sin trabajo y sin nada", añade el hombre, cuyos hijos desconocen que duerma en el raso. 

Un móvil en venta

Javi se lo mira de reojo. Él lleva solo cuatro meses durmiendo en las calles de la ciudad que lo vio nacer. "Con las tragaperras se me fue todo el dinero de las manos", asume el hombre, que ya en los 90 superó la adicción a heroína. "Estoy en la calle sin un duro, robando colillas y vendiendo mi móvil para poder fumar tabaco, que me digan que no me puedo estar aquí... ¿en qué casa me voy a meter?", suelta cuando ve que se acerca un vehículo de la Guardia Urbana pasadas las diez de la noche. Efectivamente, la patrulla pasa de largo. "En realidad lo peor de la calle no es el frío, ni el miedo: es que te vuelves invisible. Les da igual hasta que pillemos el virus", lamenta. 

A pocos metros de ellos, dos jóvenes charlan en unos bancos. Quien los viera por primera vez creería que se trata de un botellón clandestino. En realidad, Mohamed y Mohamed Lahbiki son dos jóvenes sin hogar que toman zumo antes de acostarse con cartones. "Llevamos cinco días en Barcelona, y esto es lo que tenemos: estamos en la mierda", cuenta el primero. Ambos emigraron del Magreb en patera buscando un trabajo en España antes de que la pandemia estallara. Uno, desde Algeria, y el otro, desde Marruecos. "Ojalá encuentre la manera de volver a casa, esto es lo peor que me ha ocurrido jamás", sentencia el argelino en francés.

Una situación que se multiplica

El cuadro se repite en muchas esquinas del Eixample, el Poble Sec y Ciutat Vella. En la calle de Urgell, una decena de personas duermen escondidas entre varios muebles. Óscar es el único que permanece despierto. ¿Qué piensa de todo esto? "He llegado a la conclusión de que nosotros ya no somos personas, somos basura. La policía ni nos mira", asume. A él le desespera que le hayan cerrado la gasolinera donde siempre iba a hacer sus necesidades.

Ramón, otro hombre del grupo, despierta de golpe. A sus 71 años, dice que la pensión de 500 euros no le llega para pagar ninguna habitación. ¿No le da miedo el virus? "Después de vivir en la calle ya no me da miedo nada", responde con la voz rasgada, arropado por una manta y un gorro. En el Raval, Mohamed pone rostro a una escena que se repite en cada esquina y porche. Él se zampa la cena que ha conseguido hurgando entre los contenedores de la plaza dels Ángels mientras se cubre el rostro con una manta térmica. 

Pasada la medianoche, los agentes de la Guardia Urbana detienen a Ihab en plena Rambla. "No debería estar trabajando a estas horas", le dice la policía al joven palestino que porta una mochila de Glovo. "Vengo a llevar una hamburguesa a unos clientes, hace cinco meses que no trabajo y lo necesito", les suplica. Los agentes le dan un día de tregua, pero le advierten que no puede volver a ocurrir. Y con los que duermen en la calle, ¿qué hacen? "Nosotros no podemos hacer nada, no tenemos ninguna opción. Solo les pedimos que no estén muy juntos... y poco más. ¿Qué van a hacer pobre gente?", responde un agente.

Algunos lo que hacen es, directamente, no dormir. Es el caso de Cristina Raru, una mujer rumana a quien el miedo la paraliza. Sentadita en una marquesina de la avenida Paralel·l junto a un carro lleno con sus pertinencias, reza para que las horas pasen deprisa. Hace un mes y medio se quedó en la calle, cuando se le acabaron los ingresos y dejó de poder pagar la habitación que alquilaba. "En menos de 60 días me han pegado y me han robado, de verdad que estar en la calle es lo mejor que me ha pasado desde que llegué a España",.

Hace 18 años que llegó al país, y fue obligada a prostituirse por una red de explotación sexual. Hoy, el miedo le lleva a hablar compulsivamente, y no deja de llorar. Pasadas las tres de la madrugada sigue ahí, despierta. A menos de 100 metros, Mossos y Urbana dan el alto a los conductores que se han saltado el toque de queda. "Ojalá me pararan a mí y me dieran un sitio donde dormir, yo tampoco quiero morirme, ¿sabes?".

Sin recursos

Por el momento, a pesar del toque de queda, ninguna ciudad catalana ha habilitado esta semana nuevos espacios para las personas que duermen en la calle puedan evitar infecciones del coronavirus. Según los últimos datos del Ayuntamiento de Barcelona, hay un millar de personas viviendo al raso y 2.600 que duermen en alojamientos municipales. En el resto de Catalunya se desconocen los datos oficiales, aunque el año pasado Govern calculó que eran unas 5.500 personas, mientras que el número de plazas existentes no llega al centenar. 

Barcelona pide fondos a la Generalitat para abrir nuevos equipamientos dada la situación sanitaria. Alegan que en lo que llevan de año han invertido ya 45 millones de euros para personas sin hogar, un 30% más que el año pasado, con la apertura de 500 plazas extras. La Conselleria d'Afers Socials se compromete a "abrir nuevos equipamientos de urgencia lo antes posible para acoger personas sin hogar" de forma conjunta con los ayuntamientos, y alega que casi ha aportado 3 millones de euros para los ayuntamientos este año, aunque no sea esta una competencia autonómica.

"La necesidad es más urgente que nunca y si consideran personas a quienes están durmiendo en la calle hay que buscarles un sitio para confinarse", zanja el director de la fundación Arrels, Ferran Busquets, que insiste en que dormir en la calle en pleno confinamiento no solo agrava la salud de las personas sin hogar, también les expone a más robos, peleas y agresiones. 

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