EDUCACIÓN

Una decena de colegios de Barcelona hacen el recreo en la calle

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Cecilia Guillermo / Laura Toledano Arenas

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Imagine tener una casa a la que le falta alguna dependencia clave y tenga que ir a la del vecino para disfrutar de ella. Esta es la rutina que siguen muchos niños cuya escuela tiene un patio tan pequeño que hay que quedarse en el aula o salir a la calle. Al menos 10 colegios de Barcelona cuentan con recintos tan pequeños (algunos, ubicados en un terrado) que no pueden hacer allí el recreo y se ven obligados a hacer uso de espacios públicos cercanos. Según datos del Consorci d'Educació de Barcelona, la mayoría de estos centros están ubicados en Ciutat Vella, aunque también los hay en Gràcia, Sants-Montjuïc y Les Corts. Algunos han encontrado soluciones a través de los distritos municipales para usar plazas, polideportivos o parques públicos en horario de patio, pero no todos los espacios están acondicionados y se adaptan a sus necesidades. 

Estos colegios con minipatios están ubicados en edificios históricos o en construcciones a las que el entramado urbano no les da más alternativa. Por esa razón carecen del espacio suficiente para desarrollar actividades académicas como Educación física, lo que les ha llevado a tirar de ingenio para solventar el problema. Una muestra de ello la pone el centro Àngels Baixeras (Ciutat Vella), que contaba solo con una terraza como patio. Tras mucho tiempo reivindicándolo, docentes y familias de esta escuela consiguieron el año pasado que las ruinas de un edificio derrumbado se convirtieran en un área de juego, la plaza de Carme Simó. Esta se cede al colegio de nueve de la mañana a tres de la tarde y es de uso público en horario extraescolar y los fines de semana. El recinto está al cuidado del propio colegio y de los servicios municipales de limpieza.

Sant Felip Neri

Otro caso parecido en el mismo distrito es el de la escuela Sant Felip Neri, que desde hace unos tres años cierra la plaza histórica que lleva su mismo nombre con vallas que los propios alumnos colocan para poder jugar de 10.30 a 11.30 horas, evitando así la circulación de turistas. Llevaban 60 años utilizando y haciéndose cargo de la plaza, que con el paso del tiempo se ha convertido en una visita obligatoria para muchos guías turísticos. Antes de cerrarla llegaba a saturarse con la presencia de visitantes y alumnos. Hoy los grupos turísticos "ya conocen la situación y respetan el horario que han acordado con el distrito", comenta una profesora mientras vigila los dos cursos a los que les toca salir al recreo. Palmadas y vuelven a clase, los niños se organizan y recogen las vallas, dejando el espacio impoluto.

Pero no todos los centros de la zona cuentan con la misma suerte. La escuela Castella lleva desde el 2016 pidiendo al ayuntamiento alternativas para disponer de una zona de recreo en condiciones, ya que su terraza se queda corta para sus 225 alumnos, que se ven obligados a turnar a los diferentes cursos para salir a la plaza Castella. Mientras unos están en el exterior, los demás se reparten entre la terraza y algún aula. El problema es que la plaza no es un lugar idílico para los niños. Resulta habitual encontrarse con gente haciendo botellón, drogándose o haciendo sus necesidades en un rincón. También hay personas durmiendo en la calle y son frecuentes las peleas, por lo que el centro ha pedido "poder disponer de un trozo de plaza", explica la directora, Glòria Bertran, que se compromete a cuidar y habilitar el espacio para los niños.

La escuela Castella lleva desde el 2016 pidiendo una zona en condiciones; ahora les envían a
2 técnicos sociales para vigilar

Los más perjudicados de esta situación son los más pequeños del centro, ya que sus aulas dan a la calle y tienen que convivir con el olor a ambientador que echan los maestros para disimular los olores externos. Muchas veces se ven obligados a bajar incluso las persianas para evitar el ruido o los altercados que se producen. Las pocas medidas que se habían tomado consistían en visitas esporádicas de los Mossos d’Esquadra y de los servicios de limpieza. Hoy en día, tras una reunión con la Administración, cuentan con dos técnicos sociales facilitados por el ayuntamiento que vigilan la plaza e intervienen en caso de incidencia. "La situación no ha empeorado, pero no es suficiente", lamenta la directora. 

El patio, más que una vía de escape

Ante la imposibilidad de poder construir patios, la alternativa que se está llevando a cabo es habilitar espacios públicos cercanos, aunque sea una pequeña parte en la que los niños puedan estar. "Las dimensiones son importantes pero no esenciales", comenta Imma Marín, presidenta de la fundación Marinva, experta en educación y nuevas tecnologías para el entretenimiento. Esta especialista, además, recalca que el patio debe entenderse como una extensión del sistema educativo y no como una vía de escape, ya que los patios son espacios lúdicos que influyen directamente en los niños, en las relaciones que establecen, en su curiosidad, en su capacidad creativa y en su autonomía. Tal y como destaca en su estudio realizado en el 2008 titulado 'Los patios de las escuelas: espacios de oportunidades educativas', los niños pasan en los recreos las mismas horas que en asignaturas como Matemáticas; son espacios muy importantes donde seguir desarrollando las capacidades de los niños y se tienen que cuidar. 

Frente a la falta de patios adecuados y la alternativa de ceder espacios públicos, Marín opina que la comunidad debe comprometerse con cuidar las zonas cedidas y tiene que haber un trabajo tanto por parte del distrito como de los establecimientos y las asociaciones de vecinos. Considera que la presencia de agentes cívicos o de limpieza es un añadido que se debería trabajar. "El patio es importantísimo para los niños. La falta de patios es como la falta de aulas o comedor, hay muy poca normativa sobre los patios; muchos centros no la cumplen y faltaría más implicación por parte del ayuntamiento", lamenta la experta. Y recalca que esa situación afecta directamente a los alumnos, pues suben los niveles de estrés y de ansiedad y hay un auge de conflictividad y de falta de concentración, por lo que se dificulta el aprendizaje

Cuando el barrio entra en la escuela

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