SEMANA GRANDE EN LA CIUDAD

El oasis de la Mercè

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Carlos Márquez Daniel

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Hay pocos fenómenos ciudadanos que consigan alienarse de la bronca política. Habrá quien defienda que el fútbol es uno de ellos. O las vacaciones. En Barcelona, sin embargo, si algo ha logrado sobrevolar las trincheras en los últimos tiempos ha sido sin duda la fiesta mayor. La Mercè es un éxito social, un calmante en tiempos revueltos que este año, además, se ha acompañado de un bálsamo de reivindicación sin precedentes. Son las cosas de las nuevas generaciones, que se han volcado como nunca en la semana grande de la ciudad y que también desde el espectáculo se quejan y mucho del mundo que están por gobernar

Si algo ha conseguido la Mercè, esta y las anteriores, es funcionar en base a parámetros puramente culturales, sin apenas intervención del gestor de turno. De todo ello sabe un rato Marta Almirall, anterior responsable de las fiestas y ahora directora del Mercè Arts de Carrer (MAC), toda lo que tiene que ver con la oferta al aire libre en la que se han implicado más de 500 personas de 120 compañías de todo el mundo. Ha sobrevivido a tres alcaldes de tres partidos políticos distintos, personas y concejales muy diferentes, con visiones a veces antagónicas de la ciudad y que, sin embargo, han confiado en su criterio y en el de todo el personal del Institut de Cultura de Barcelona (ICUB). "No he tenido que adaptarme a ningún gobierno -asegura-, creo que todos han entendido que la cultura debe quedar al margen de la política, incluso por encima". Así las cosas, el pacto no escrito entre los concejales para respetarla ha convertido la Mercè en uno de los eventos municipales que mejor funcionan. ¿Casualidad?

Entre líneas

En la jornada de 'castellers' del domingo en Sant Jaume se escucharon proclamas independentistas al tiempo que los cuatro concejales de Ciutadans se negaban a participar de la fiesta desde el balcón del ayuntamiento mientras siga colgada la pancarta que pide la libertad de los políticos catalanes que esperan en prisión la sentencia del Tribunal Supremo. También el pregón, este de la exalcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, y los anteriores, suele generar una pormenorizada lectura entre líneas. Por la elección del personaje y por el mensaje, pero es una polémica que se ahoga esa misma noche entre las notas de los primeros conciertos playeros del Barcelona Acció Musical. Tiene mérito que un evento que reúne a 1,5 millones de personas sea capaz de abstraerse, en gran medida, a un entorno a veces tan polarizado. "Un milagro", ironiza la responsable del MAC.

Cuenta Almirall que jamás, en los últimos 10 años, ha sufrido "intervención política alguna" y que todas las censuras se las impone ella misma pensando en el público, pero nunca en la situación del país. "Solo estoy pendiente del mundo del espectáculo, de las tendencias contemporáneas, de los artistas que pueden aportar valor a nuestra fiesta mayor". Comparte la idea de "tregua" y aplaude que la Mercè logre adormecer por unos días la escaramuza política. "No ha habido problemas con ningún partido, ni ahora ni en el pasado, no sé si son muy conscientes de la importancia que tiene el hecho de dejar que decidamos qué es lo mejor para Barcelona", reflexiona Almirall. Cree que quizás todo se deba a la "intuición", ese sento sentido de saber que hay lugares o decisiones en las que es mejor no tomar partido. "Esto nos demuestra que la Mercè tiene vida propia". 

s la segunda Mercè que Joan Subirats, sexto teniente de alcalde y responsable de Educación y Cultura, comanda desde que ingresó en el gobierno de Ada Colau, en noviembre del 2017. Cuando pisó el ICUB se sintió "un novato que entra en un sitio con gente de larga trayectoria". Ante ese paisaje, cuenta que se ha limitado a "modular y ajustar", amén, eso sí, de intentar fortalecer la idea de descentralizar la fiesta, una decisión que, esta sí, nace de la política. El martes, y tras el éxito del año pasado, la fiesta mayor vuelve al parque del Besòs, con la actuación, entre muchos otros, de Tortell Poltrona. Admite Subirats que el hecho de que la cultura burle la política convierte la Mercè en una "auténtica joya a preservar". "Tiene mérito -sostiene- que sea un éxito en un momento de tanta crispación". 

Una nueva generación

Este año, además de mantenerse el blindaje cultural ante el asalto político, la Mercè habrá servido para confirmar la irrupción de una juventud cada vez más reivindicativa que también se sirve de la cultura para exportar su mensaje. Almirall lo narra así: "En los últimos años siempre hemos tenido espectáculos de calle más o menos divertidos y visuales, con buenas técnicas, pero en esta edición las propuestas tienen discurso social. Por la crisis climática, por la igualdad de género, en defensa del colectivo LGTBI, la inclusión social de las personas con discapacidad.... Ha sido la edición con más actividades con mensaje incorporado". No es algo intencionado, afirma la responsable del MAC, sino que se trata "de una tendencia cada vez más presente en las compañías".

Espectáculos sobre los náufragos del mar, el uso abusivo del plástico, el respeto a las personas mayores. O la 'performance' del artista gai de Beirut Alexandre Paulikevitch, un hombre capaz de convertir los insultos que recibe por la calle en una coreografía. Los jóvenes comprometidos con el planeta, reza Almirall, "quieren ver y escuchar cosas que les toquen más allá de la vida cotidiana". En definitiva, de lo que se trata la Mercè es de "intentar ser feliz y hacer felices a los demás", por eso la mejor lección que deja la fiesta mayor es "la de la convivencia la de que todo el mundo aporta en positivo".