NUEVA BATALLA GANADA EN CIUTAT VELLA

El gimnasio social Sant Pau se queda en el Raval

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Helena López

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No lo podían dejar caer y no lo han hecho. Quince entidades sociales de peso en la ciudad, de Càritas a Sant Joan de Déu o Arrels han donado 30.000 euros al proyecto para saldar sus deudas. El resto, hasta llegar a los 150.000 que necesitaban, lo podrían poner las administraciones. Así que el gimnasio social Sant Pau se queda en el Raval. "Hemos hablado con la seguridad social y han parado el embargado, no se llevarán las máquinas; así que seguimos. ¡Seguimos!", señalaban eufóricos ayer desde el gimnasio, que hace apenas unas semanas parecía tener los días contados.

La última batalla de la operación Salvem el Sant Pau, que empezó hace tres años, se inició hace apenas 15 días, con el anuncio en este diario de que la cooperativa -muchísimo más que un centro deportivo- cerraría este 1 de junio si no reunía 150.000 euros en dos semanas. Parecía imposible, pero aquí nada lo es. La noticia, con aires de drama para el barrio y para las decenas de entidades sociales que derivan a sus usuarios al gimnasio, generó una ola de solidaridad.

Gran familia

La avalancha de apoyos llegó del Sindicato Popular de Manteros o las Putas Indignadas, ambos nacidos en el barrio y miembros de esta gran familia, hasta la monja Viqui Molins, socia desde hace años y una habitual tres veces por semana. O el Casal dels Infants del Raval, otra de las entidades que ha aportado a la caja de resistencia. Uno de sus responsables, Enric Canet, definía el Sant Pau como un espacio donde, donde otros solo veían problemas, ellos veían soluciones.

Canet tenía en mente un proyecto de piscina para madres musulmanas con sus bebés. En el Sant Pau les permitieron bañarse solas y tapadas. Les permitieron ser ellas. Sentirse a gusto. Y no solo a ellas, también al grupo de mujeres mayores, vecinas del Raval de las de toda la vida, que no se pierden una clase de 'aqua gym' o las mujeres 'trans', para las que el Sant Pau habilitó un vestuario específico al ver que se marchaban a casa sin duchar por no sentirse cómodas en un vestuario estándar. Y para cientos de menores no acompañados o exmenores no acompañados, que encontraron en este gimnasio un lugar no solo donde ducharse, tener wifi y practicar boxeo, sino, lo más importante, un espacio en los que ser ellos mismos. En los que ser uno más. En los que compartir piscina o clase con otros chavales del barrio de vidas muy distintas, porque el Sant Pau no es solo el gimnasio de los vulnerables, que también -es el centro de referencia para las personas sin techo o sin papeles o sin ambas cosas-; sino el gimnasio de todos. Por eso su salvación definitiva pasa por un acuerdo entre todos, que se adivina próximo.

Solución definitiva

Más allá de superar el embargo, que era lo más urgente y lo que este viernes han celebrado por todo lo alto, las necesidades del proyecto de esta cooperativa van más allá. Se trata de un local de dimensiones considerables en una ubicación estratégica, en plena ronda de Sant Pau, a dos pasos del esplendoroso mercado de Sant Antoni. Hace justo un año, el pleno del Ayuntamiento de Barcelona aprobó la compra del espacio, propuesta con una serie de premisas que no se cumplieron y que hicieron que la compra no se llegara a producir. Desde la cooperativa tienen claro que la solución definitiva pasa por hacer efectiva esa compra y por firmar un convenio con la administración pública, ya que una gran mayoría de las personas vulnerables a les que acogen gratis son derivadas por esta. A tenor de lo dicho y publicado por las distintas formaciones políticas durante la campaña electoral, este convenio se antoja cercano.