La estrategia electoral

Colau buscará el choque con Valls y dejará que ERC y el PDECat se desgasten

Ada Colau, en Lledoners, el viernes.

Ada Colau, en Lledoners, el viernes. / GEMMA ALEMAN / ACN

Toni Sust

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Barcelona en Comú afronta la campaña electoral de las elecciones municipales del próximo 26 de mayo con el corazón en un puño. A nadie, ni a la alcaldesa, Ada Colau, ni a sus acólitos, escapa que la posibilidad de que pierdan el gobierno de la ciudad está encima de la mesa. Las encuestas que sitúan a BComú como segunda fuerza por detrás de ERC resultan creíbles, y el barómetro trimestral que el consistorio presentó en enero, y que fija la inseguridad como máxima preocupación ciudadana a cuatro meses de los comicios es un mal presagio. Esa losa, la de la inseguridad, pesará sin duda al actual gobierno en la campaña electoral.

El partido afronta la próxima campaña de una manera muy distinta a la del 2015, cuando un grupo de activistas confiaba en erosionar al entonces alcalde, Xavier Trias, y herirlo en las urnas, aunque sin una esperanza rotunda de derrotarlo: se daba por bueno lograr la segunda plaza y crecer en la oposición. Entonces el mensaje era claro: el pueblo, cansado de que la vieja política ignorara a los vecinos, se proponía influir desde el poder. Ahora su posición es distinta.

Un segundo mandato

El dilema es claro: ganar supondría para Colau gozar de un segundo mandato, con toda probabilidad con más estabilidad: no sería difícil. Cuatro años con un nuevo socio, que esta vez le permitiera formar un gobierno que, sumando 18 o 19 concejales por lo menos, estaría en condiciones de ganar las votaciones relevantes en el plenario y evitar el actual sinvivir. En ese segundo mandato, Colau podría inaugurar los pisos que ha empezado a hacer y que ahora no verán sus votantes –a los que prometió en el 2015 construir 4.000 viviendas y comprar otras tantas en el mandato que ahora concluye, lo que no ha sucedido.

Con una mayoría estable, Colau podría concretar la funeraria pública. Ganando cuatro años, tendría opciones de ver cómo llega finalmente la sentencia sobre el agua que puede despojar a Agbar del suministro en la ciudad, y abrir las puertas a una empresa pública municipal. En resumen, evitaría el riesgo de dejar como herencia la imagen de que su legado es un cambio de tendencia sin un efecto concreto.

Con ese objetivo, Colau y su equipo redirigirán su artillería. En el 2015, el enemigo a batir era Xavier Trias, al que señalaron como el alcalde del poder, del mundo de Convergència, del partido de Jordi Pujol, del 3%. Esta vez, las armas también se concentrarán contra los ricos, los poderosos, cuentan conocedores de la cocina colauista. Pero no serán los poderosos convergentes -Convergència como tal ya no existe, insisten sus herederos-, sino los ricos de Manuel Valls. La élite empresarial que ha arropado al alcaldable independiente de Ciudadanos. La alcaldesa señaló a ese entorno cuando Valls confirmó que se presentaría y atribuyó su candidatura a una reacción del poder empresarial: "Hemos llegado aquí para combatir el fraude fiscal y acabar con políticas corruptas. Las élites económicas no podían quedarse de brazos cruzados". La ambigüedad de Valls frente al apoyo de Vox al Gobierno de PP y Ciudadanos en Andalucía será sin duda el segundo frente abierto que explotar.

Cainismo independentista

Pero centrar los ataques en Valls es relativamente secundario: es una forma de no entrometerse mucho en la pugna entre ERC y el PDECat, o la candidatura que surja del PDECat y la Crida de Carles Puigdemont, con Joaquim Forn como posible alcaldable simbólico y un o una alcaldable efectivo, sea Elsa Artadi u otra persona. Una pugna que debilite a ambas partes y reduzca el resultado de ERC, en el bien entendido que esta vez los republicanos vean, por fin, como la victoria que le pronostican las encuestas acaba en realidad, lo que hasta ahora no ha pasado.

Barcelona en Comú aplaudió el relevo de Alfred Bosch por Ernest Maragall, al que considera una persona dada al pacto que no torpedeará el entendimiento. Ahora trata de evitar que el alcalde sea él. Porque si Maragall es alcalde, todo indica que Colau buscaría una salida: no es fácil imaginarla de primera teniente de alcalde. Y viceversa. Una opción que está sobre la mesa es que se partan el mandato, dos años de alcaldía para cada uno.

Pero con los datos que manejan las encuestas, y si queda en cabeza, Maragall podría contar con la posibilidad de elegir como socios a los comunes o a la candidatura del PDECat y la Crida. Por los mensajes que emite el hermano del alcalde olímpico, el entendimiento con Colau no se antoja difícil. Pero ¿cómo explicarle a la parroquia independentista que ERC prefiere esa alianza a una con su socio del procés?

Graupera, Mascarell

A priori, los 'comuns' consideran que la multiplicidad de candidaturas que surgen del procés solo puede beneficiarlos. Dicen fuentes de ERC que la lista que saldrá de las primarias que organizó Jordi Graupera, y que encabezará él mismo, no tiene opciones de lograr concejales pero sí de arrebatar 10.000 votos al mundo secesionista. Si la candidatura de Puigdemont, es decir, la de Forn, logra un buen resultado, se da por hecho que será a expensas del de ERC. Algo podría pellizcar Ferran Mascarell si también se presenta.

Concejales

Colau tiene por delante la labor de cerrar una candidatura que transmita ilusión. Una vez Gerardo Pisarello ha anunciado que intentará tomar el rumbo de las europeas, le falta un número dos. Jordi Martí, señalado como candidato para esa plaza, insiste en que no la ocupará. De la concejala de Ciutat Vella, Gala Pin, íntima colaboradora de Colau desde los tiempos de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, se dice que si no repite es porque ella lo decide. Jaume Asens, al que tan incómodo se veía en el consistorio a principios de mandato, se ha convertido en el principal enlace con el mundo independentista, lo que es un valor si el mandato tiene que ser de colaboración con ERC. Eloi Badia se ha convertido en un pilar de la gestión de Colau. En el mundo de ICV, Janet Sanz ha sido de los concejales con más voz y presencia, a falta de lograr la conexión del tranvía, y aunque hay quien desahucia a Laia Ortiz, fuentes de su entorno señalan que seguirá si lo desea. Colau se la juega: o perder el gobierno y dejar una imagen de proyecto frustrado o lograr un segundo mandato y tiempo para concretar.

Collboni, el socio improbable

<span style="font-size: 1.6rem; line-height: 2.6rem;">En las quinielas poselectorales no parece en principio descabellado pensar que el PSC de Jaume Collboni, recién confirmado este fin de semana como alcaldable socialista, podría ser un socio de futuro para Barcelona en Comú. Pero eso sería más fácil de imaginar sin los sucesos que tuvieron lugar en el mandato que ahora acaba. Después de una primera etapa en la que Ada Colau se propuso pactar al alimón con el PSC y con ERC, logró que los socialistas entraran en el gobierno. Eso alejó a ERC, que dejó de ser un socio temporal estable en las votaciones. Con Collboni como socio, Colau no ganó mucha estabilidad –sumaban 15 ediles, a seis de la mayoría absoluta- pero sí oxígeno: delegó en el PSC la gestión de tres distritos y algunas áreas. Todo iba más o menos bien hasta que la aplicación del artículo 155 con el apoyo socialista llevó a la alcaldesa a hacer una consulta interna en Barcelona en Comú sobre si debía mantener a Collboni como socio. Votaron 3.795 personas, el 40% de las que podían hacerlo. El 'sí' a la ruptura logró 2.059 apoyos (54%) por 1.736 'noes'. Por 300 votos cayó el PSC del gobierno municipal. La relación con Collboni se enturbió, se diría que para siempre. Y por otro lado, Ernest Maragall ha descartado al PSC como socio en un tripartito. </span>