BARCELONEANDO

El cazador de baldosas

Se hace llamar The Tile Hunter. Ha rescatado de los sacos de escombros más de 22.000 baldosas hidráulicas. Esta semana saca una 'app' con la que cualquiera podrá lanzar un 'SOS rajola'

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Ana Sánchez

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Últimamente hay más probabilidades de conocer gente interesante frente a un saco de escombros que en Tinder. Se multiplican los rastreadores callejeros de baldosas hidráulicas, esas por las que ahora matan los hipsters. El último año se han duplicado, asegura Joel. Él va por el mundo con una mochila que soporta 35 kilos. “Yo he metido hasta 40 kilos”, apunta. Eso serían 15, 16 baldosas recién sacadas de un contenedor (con cemento pegado). En total, habrá rescatado de las calles más de 22.000. 44 toneladas en la mochila. Tiene pilas de mosaicos hasta debajo del sofá. 

“La idea es salvarlas”. Joel habla como un superhéroe. “Ahora es una responsabilidad”, suele decir en plan Spiderman. “Las queremos rescatar todas”, añade sin sonar exagerado. Lo dice con brillo en los ojos. A veces suena a adicción de yonqui. Saldría pitando en plan médico de urgencias si le llaman para avisarle de que hay un saco con premio. Tiene una red de espías que ya quisiera Putin. Colaboradores en cada barrio que le hacen hueco para que deje baldosas un rato. “Gente que sabe lo que hago –explica Joel-, que ve lo duro que es el tema del peso. Es lo peor que tiene la baldosa. Lo peor y lo mejor. Si pesasen menos, no habría en la calle, volarían todas”.

Joel tiene una red de espías que ya quisiera Putin. Colaboradores en cada barrio que le hacen hueco para que deje baldosas un rato

The Tile Hunter (el cazador de baldosas), se bautizó en Instagram (@i_rescue_tiles). Nombre real: Joel Cánovas. 34 años. Caza baldosas por las calles desde hace casi cuatro. Eso significa que las rescata de los escombros con el foco de las redes sociales. Acumula 1.200 en su casa. Más de 30.000, entre dos almacenes. “Quizá ya lleguemos a los 2.000 modelos diferentes”, calcula. “El 75% lo he sacado de contenedores”.  

“Aquí estás viendo la mitad de lo que tengo”. Joel acaba de abrir una persiana de la calle de Massens en la que se lee: Making the tile great again (devolviendo la grandeza a las baldosas). 35 metros cuadrados repletos de mosaicos polvorientos. Ni Indiana Jones sería capaz de cruzar de punta a punta. Está intentando desalojarlo. Espera montar aquí un showroom. “Tener cuatro mesas, unos marcos, empezar a dar talleres”.    

Hace un año que The Tile Hunter se estrenó en la prensa, en esta misma sección. Entonces acumulaba 6.000 mosaicos. Desde entonces, ha quintuplicado los rescates y ha salido hasta en The Guardian.

Joel esconde una vez al mes por la ciudad cinco baldosas enmarcadas y da pistas en Instagram. 'Tilecrossing', ha bautizado el juego

También se ha inventado el Tilecrossing: más que una versión del bookcrossing (abandonar libros en lugares públicos), vendría a ser una especie de Pokémon Go con baldosas. Joel esconde una vez al mes cinco mosaicos enmarcados por la ciudad y da pistas en Instagram. Lleva 13 ediciones, 65 piezas escondidas y encontradas.   

Esta semana estrena app. The Tile Hunter, se llama también. “La primera aplicación del mundo hecha para rescatar baldosas”, dice con la boca grande. ¿El objetivo? “Fomentar la implicación ciudadana en la búsqueda y rescate”. Desde aquí se podrá seguir el juego del Tilecrossing y se informará de eventos, detalla Joel. “Pero el botón revolucionario de la aplicación es este –señala una pestaña con una ambulancia-. El SOS rajola. Puedes hacer una foto de la baldosa que acabas de encontrar, hacer una descripción y dándole a enviar geolocalizarás el aviso y podré ir. Hasta ahora la gente me avisaba porque sí, desinteresadamente. Con esto, con cada aviso, daremos puntos que serán canjeables por camisetas, baldosas e incluso talleres”. 

Joel va soltando proyectos a la velocidad del hombre del anuncio de los Micro Machines. “No me metí en esto para venderlas”, menea la cabeza. De momento, solo ha hecho una venta, asegura. “Lo que más me están dando las baldosas son personas interesantes”, promete.

Junto a un saco de escombros conoció a un investigador de la Universitat de Vic. “Mainardo es lo más parecido a un socio que tengo –apunta-. Ha desarrollado un espectrocolorímetro de código abierto”. Ahora tienen en proyecto “hacer una catalogación histórico-artística de la baldosa hidráulica catalana a través de esta máquina”. Acaban de conseguir por crowfunding 14.000 euros, vía Goteo.org.

¿La misión a largo plazo? “Encontrarlas todas –resume Joel-. Hace poco un hombre me dijo que igual había 10.000, 11.000 modelos”, resopla. “Y no morir en el intento”.